LA GUERRA
Algunas citas que nos hacen reflexionar
• Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren. Jean Paul Sartre.
• Matar a una persona por defender un ideal... no es defender un ideal: es matar a una persona.
• La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona. Voltaire.
• Las madres de los soldados muertos son jueces de la guerra. Bertolt Brecht.
• Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo. Voltaire.
• Se puede morir, todos los días, por una idea; pero no se puede matar nunca por esa idea.
• Un hombre, cualquier hombre, vale más que una bandera, cualquier bandera. Eduardo Chillida.
• Todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte. Jean Anouilh.
• La guerra es una masacre de gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran.
• El diablo es optimista si cree que puede hacer peores a los hombres. Karl Kraus.
• La fuerza es el derecho de las bestias. Marco Tulio Cicerón.
• ¿Por qué tomas por la fuerza lo que podrías lograr por amor? Amerindio Powhatan.
• Una era construye ciudades. Una hora las destruye. Séneca.
• Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego. Gandhi.
• Lo que desde arriba no se ve son las fronteras. Serguei Krikalev, astronauta ruso.
• El patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras. Guy de Maupassant.
• La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa. Erasmo de Rotterdam.
• La violencia es el miedo a las ideas de los demás y la poca fe en las propias.
• La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero.
• El hombre ha de fijar un final para la guerra. Si no, la guerra fijará un final para el hombre. John F. Kennedy.
• No hay caminos para la paz; la paz es el camino. Gandhi.
• Jamás hubo una guerra buena o una paz mala. Franklin.
La indignación
Al mirar por televisión la magnitud y devastación de los bombardeos, comentados en vivo como si se tratara de un partido de béisbol, la primera emoción que se despierta es la que acompaña a la indignación. Después de violar flagrantemente el Derecho Internacional y hacer caso omiso del mayoritario parecer del Consejo de Seguridad de la ONU, los países invasores ―hoy implícitamente beligerantes― bombardean Bagdad y otras ciudades de Irak pretendiendo sacrificarse para hacer cumplir las demandas de la ONU.
Ellos matan decenas de civiles ―incluidos niños, mujeres y ancianos― y dejan heridos civiles en mayor número con una sola bomba, y todo se arregla diciendo que fue un error, que la bomba se desvió de su trayectoria y... ¡más nada!... Pero si algunos soldados iraquíes se visten de civiles... ¡ellos invocan la Carta de Ginebra ante semejante y monstruosa violación del Derecho Internacional! Ellos no toleran que los iraquíes se justifiquen diciendo que obedecen órdenes, pero quieren que sus propios soldados obedezcan órdenes sin chistar.
Estamos asistiendo a una increíble parcialidad y manipulación de los medios de comunicación, controlada en gran parte por los países invasores, en la que sus actuaciones se presentan como verdaderas y bondadosas, mientras que las de sus víctimas se presentan como crueles y mentirosas. Mientras se dice que éstos torturan y asesinan a su propio pueblo, se afirma que aquéllos sólo ofrecen ayuda y generosamente liberan al pueblo iraquí de su inhumana dictadura; así lo dicen en los medios los voceros del Pentágono. Parece que no se dan cuenta de que los miles de bombas que han arrojado en escasos diez días constituyen una feroz agresión.
Se han matado aproximadamente 400 civiles en 10 días, es decir, un promedio de 40 civiles diarios, que se consideran como admisibles bajas de guerra (casualties of war). En promedio en el mundo mueren de hambre 24,000 personas cada día, y los países invasores no se han preocupado por formar ninguna coalición para resolver este problema. ¿De dónde les nació, de manera tan súbita, tanto amor por el pueblo iraquí? ¿Por qué todo ese amor no lastima su conciencia por los 40 civiles que en promedio matan a diario?
La conmiseración
Ante el espectáculo de color y sonido, en vivo, de esta guerra, no sabemos quiénes nos provocan mayor conmiseración, si las víctimas iraquíes o los soldados de las tropas invasoras. Las primeras quedan ensangrentadas, heridas o muertas, como sucede con las personas arrolladas por automóviles en las grandes ciudades. Los segundos son jóvenes a quienes han indoctrinado en la obediencia ciega de órdenes, sin hacerlas pasar por la consulta a sus propias conciencias.
Los soldados de las tropas invasoras son jóvenes que, sin darse plena cuenta de ello, han sido convertidos en asesinos o causantes de la infeliz vida de discapacitados, viudas y huérfanos; condición que les remorderá y los perseguirá en sueños ―y en vigilias― por el resto de sus vidas. Estos pobres jóvenes matan incluso a civiles, aunque sea por error; es decir, matan a aquellos mismos a quienes piensan llevarles la libertad y la democracia.
Aunque no todos podamos recordar los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, tan sólo por la edad, ciertamente hemos visto las románticas cintas cinematográficas que de la guerra se filmaban en aquellos tiempos. Después de verlas daban ganas de salir corriendo a alistarse en algún ejército, y también de tener el honor y la gloria de llegar al frente de batalla. Fueron necesarias las experiencias de Corea y de Vietnam, con filmaciones reales, para que ese romanticismo bélico fuera desapareciendo.
Hoy las imágenes no pueden manipularse de una manera tan burda, sino que hace falta que las manipulaciones sean técnicamente más “finas”, dentro de su inhumano y vulgar primitivismo. Los medios tienen buen cuidado de no mostrar imágenes de las ensangrentadas víctimas de las tropas invasoras; en cambio, con gusto nos muestras breves entrevistas de sus soldados.
Estos jóvenes soldados verdaderamente nos causan ternura y lástima, cargados de todos sus pesados instrumentos de guerra, en medio del polvo y cavando trincheras en el lodo, con sus caras tristes. En esos momentos ellos podrían estar en sus hogares, con sus esposas y sus hijos, o con sus novias y familiares; pero están ahí, en la guerra, en una tierra extraña y hostil, en la que son invasores odiados casi por todos; y donde se preguntan si volverán a su patria con vida, o si dejarán viudas a sus esposas y huérfanos a sus hijos.
Esos mismos jóvenes, cuando son entrevistados por los medios y se miran frente a las lentes de las cámaras, procuran sonreír y dicen que están orgullosos de cumplir con su deber patrio, cuando en realidad sólo obedecen órdenes de superiores que han iniciado una guerra de invasión contra toda Moral. Ése ha sido el juicio de todos los moralistas de nuestro mundo actual. La inmoralidad de los altos dirigentes de esta guerra es una condición humana tan pobre ―¿infrahumanidad?― que también causa conmiseración. La responsabilidad
La crueldad de Saddam Hussein no puede justificar la inmoralidad de esta guerra de invasión contra Irak. Se dijo que los bombardeos serían de precisión quirúrgica, pero luego resulta que hay errores, desviaciones de los proyectiles en su trayectoria, etcétera; y también que, aunque las bombas caigan el los lugares precisos, sus efectos destructivos alcanzan radios de centenares de metros. Es claro, por tanto, que si se arrojan en ciudades, habrá víctimas civiles con seguridad.
Se dijo que la guerra sería precisa y rápida, de unos cuantos días; y luego resultó que tendría que ser de semanas, y luego de meses; finalmente se dijo que durará todo lo que sea necesario. Entonces han comenzado las críticas y las impaciencias de políticos de importancia, quienes han hecho preguntas en entrevistas transmitidas por televisión. ¿Cuánto va a costar la guerra? ¿Cuánto va a durar?, porque está afectando a la economía. El dinero y la economía importan más que las vidas humanas; así es como termina por establecerlo el sistema capitalista.
Entonces entendemos por qué la Iglesia ha condenado al capitalismo, lo mismo que al comunismo. El derrumbe del comunismo nos ha obligado a volver la atención y la mirada crítica sobre el capitalismo, cuyos horrores hemos tenido que empezar a considerar; esta guerra es un magnífico ejemplo de ello, dada su espectacularidad, comparada con el silencio propio del hambre, la miseria y la ignorancia.
En consecuencia, los responsables de esta guerra no son sólo los dirigentes de los países invasores. Yo también soy responsable, en la medida en que fomento el capitalismo, o al menos en la medida en que no lo resisto en proporción a mis capacidades y fuerzas; y en consecuencia, querido lector, es muy probable que tú también seas responsable, y perdóname que te lo diga.
Es dato oficial que más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día. Una vida de 50 años es ya una vida completa, y equivale a 18,250 días, que pueden vivirse con ese mismo número de dólares: lo que cuesta un automóvil. Y en un mundo con bienes materiales y económicos limitados, lo que entra a un bolsillo... ¡sale de otro! Yo no sé de cuál, pero Dios sí lo sabe, y llegará un día en que tenga que darle cuentas muy estrechas. Un automóvil cuesta una vida humana. ¿Necesitamos todos los coches que tenemos? ¿No es pura comodidad? ¿No es craso y vulgar capitalismo? Y de modo semejante hay que pensar de nuestras otras pertenencias.
Claro que nos importa cuánto va a costar la guerra, y cuánto va a durar, porque eso va a afectar la economía, nuestra economía, y también nuestra comodidad. ¿Cómo podemos resistir al capitalismo? Viviendo austeramente: Tanto tienes... cuanto menos necesitas. Esto se aplica a todos.
Pero luego hay otras cosas que cada quien puede hacer, dependiendo de sus personales talentos y capacidades. Yo, por ejemplo, puedo y debo escribir. Al principio me pareció que este artículo iba a ser demasiado fuerte, pero luego me di cuenta de que no lo es; es lo que se necesita que yo escriba hoy. Y tú, querido lector, ¿qué puedes hacer? ¡Pues hazlo! No lo dejes en el cajón de las buenas intenciones, de ésas de las que está empedrado el Infierno.
Debe dolernos esta guerra. No podemos contemplarla indiferentes. Deben dolernos todos los muertos, y los heridos, y los huérfanos, y las viudas, y los emigrantes, y los civiles, y los militares, y los invasores, y los invadidos, y los que mandan, y los que obedecen, y también el mismísimo Saddam Hussein... ¡todos! ¿Quién sufre, que yo no me requeme?, clamaba San Pablo. Todos debemos orar, pero cada quien debe también hacer lo suyo, lo propio... ¿Acaso no habrá algún Parlamento, algunas Cámaras, algún Congreso o algunos políticos que sean capaces y a quienes corresponda frenar la locura de esta guerra?
Algunas citas que nos hacen reflexionar
• Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren. Jean Paul Sartre.
• Matar a una persona por defender un ideal... no es defender un ideal: es matar a una persona.
• La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona. Voltaire.
• Las madres de los soldados muertos son jueces de la guerra. Bertolt Brecht.
• Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo. Voltaire.
• Se puede morir, todos los días, por una idea; pero no se puede matar nunca por esa idea.
• Un hombre, cualquier hombre, vale más que una bandera, cualquier bandera. Eduardo Chillida.
• Todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte. Jean Anouilh.
• La guerra es una masacre de gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran.
• El diablo es optimista si cree que puede hacer peores a los hombres. Karl Kraus.
• La fuerza es el derecho de las bestias. Marco Tulio Cicerón.
• ¿Por qué tomas por la fuerza lo que podrías lograr por amor? Amerindio Powhatan.
• Una era construye ciudades. Una hora las destruye. Séneca.
• Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego. Gandhi.
• Lo que desde arriba no se ve son las fronteras. Serguei Krikalev, astronauta ruso.
• El patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras. Guy de Maupassant.
• La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa. Erasmo de Rotterdam.
• La violencia es el miedo a las ideas de los demás y la poca fe en las propias.
• La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero.
• El hombre ha de fijar un final para la guerra. Si no, la guerra fijará un final para el hombre. John F. Kennedy.
• No hay caminos para la paz; la paz es el camino. Gandhi.
• Jamás hubo una guerra buena o una paz mala. Franklin.
La indignación
Al mirar por televisión la magnitud y devastación de los bombardeos, comentados en vivo como si se tratara de un partido de béisbol, la primera emoción que se despierta es la que acompaña a la indignación. Después de violar flagrantemente el Derecho Internacional y hacer caso omiso del mayoritario parecer del Consejo de Seguridad de la ONU, los países invasores ―hoy implícitamente beligerantes― bombardean Bagdad y otras ciudades de Irak pretendiendo sacrificarse para hacer cumplir las demandas de la ONU.
Ellos matan decenas de civiles ―incluidos niños, mujeres y ancianos― y dejan heridos civiles en mayor número con una sola bomba, y todo se arregla diciendo que fue un error, que la bomba se desvió de su trayectoria y... ¡más nada!... Pero si algunos soldados iraquíes se visten de civiles... ¡ellos invocan la Carta de Ginebra ante semejante y monstruosa violación del Derecho Internacional! Ellos no toleran que los iraquíes se justifiquen diciendo que obedecen órdenes, pero quieren que sus propios soldados obedezcan órdenes sin chistar.
Estamos asistiendo a una increíble parcialidad y manipulación de los medios de comunicación, controlada en gran parte por los países invasores, en la que sus actuaciones se presentan como verdaderas y bondadosas, mientras que las de sus víctimas se presentan como crueles y mentirosas. Mientras se dice que éstos torturan y asesinan a su propio pueblo, se afirma que aquéllos sólo ofrecen ayuda y generosamente liberan al pueblo iraquí de su inhumana dictadura; así lo dicen en los medios los voceros del Pentágono. Parece que no se dan cuenta de que los miles de bombas que han arrojado en escasos diez días constituyen una feroz agresión.
Se han matado aproximadamente 400 civiles en 10 días, es decir, un promedio de 40 civiles diarios, que se consideran como admisibles bajas de guerra (casualties of war). En promedio en el mundo mueren de hambre 24,000 personas cada día, y los países invasores no se han preocupado por formar ninguna coalición para resolver este problema. ¿De dónde les nació, de manera tan súbita, tanto amor por el pueblo iraquí? ¿Por qué todo ese amor no lastima su conciencia por los 40 civiles que en promedio matan a diario?
La conmiseración
Ante el espectáculo de color y sonido, en vivo, de esta guerra, no sabemos quiénes nos provocan mayor conmiseración, si las víctimas iraquíes o los soldados de las tropas invasoras. Las primeras quedan ensangrentadas, heridas o muertas, como sucede con las personas arrolladas por automóviles en las grandes ciudades. Los segundos son jóvenes a quienes han indoctrinado en la obediencia ciega de órdenes, sin hacerlas pasar por la consulta a sus propias conciencias.
Los soldados de las tropas invasoras son jóvenes que, sin darse plena cuenta de ello, han sido convertidos en asesinos o causantes de la infeliz vida de discapacitados, viudas y huérfanos; condición que les remorderá y los perseguirá en sueños ―y en vigilias― por el resto de sus vidas. Estos pobres jóvenes matan incluso a civiles, aunque sea por error; es decir, matan a aquellos mismos a quienes piensan llevarles la libertad y la democracia.
Aunque no todos podamos recordar los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, tan sólo por la edad, ciertamente hemos visto las románticas cintas cinematográficas que de la guerra se filmaban en aquellos tiempos. Después de verlas daban ganas de salir corriendo a alistarse en algún ejército, y también de tener el honor y la gloria de llegar al frente de batalla. Fueron necesarias las experiencias de Corea y de Vietnam, con filmaciones reales, para que ese romanticismo bélico fuera desapareciendo.
Hoy las imágenes no pueden manipularse de una manera tan burda, sino que hace falta que las manipulaciones sean técnicamente más “finas”, dentro de su inhumano y vulgar primitivismo. Los medios tienen buen cuidado de no mostrar imágenes de las ensangrentadas víctimas de las tropas invasoras; en cambio, con gusto nos muestras breves entrevistas de sus soldados.
Estos jóvenes soldados verdaderamente nos causan ternura y lástima, cargados de todos sus pesados instrumentos de guerra, en medio del polvo y cavando trincheras en el lodo, con sus caras tristes. En esos momentos ellos podrían estar en sus hogares, con sus esposas y sus hijos, o con sus novias y familiares; pero están ahí, en la guerra, en una tierra extraña y hostil, en la que son invasores odiados casi por todos; y donde se preguntan si volverán a su patria con vida, o si dejarán viudas a sus esposas y huérfanos a sus hijos.
Esos mismos jóvenes, cuando son entrevistados por los medios y se miran frente a las lentes de las cámaras, procuran sonreír y dicen que están orgullosos de cumplir con su deber patrio, cuando en realidad sólo obedecen órdenes de superiores que han iniciado una guerra de invasión contra toda Moral. Ése ha sido el juicio de todos los moralistas de nuestro mundo actual. La inmoralidad de los altos dirigentes de esta guerra es una condición humana tan pobre ―¿infrahumanidad?― que también causa conmiseración. La responsabilidad
La crueldad de Saddam Hussein no puede justificar la inmoralidad de esta guerra de invasión contra Irak. Se dijo que los bombardeos serían de precisión quirúrgica, pero luego resulta que hay errores, desviaciones de los proyectiles en su trayectoria, etcétera; y también que, aunque las bombas caigan el los lugares precisos, sus efectos destructivos alcanzan radios de centenares de metros. Es claro, por tanto, que si se arrojan en ciudades, habrá víctimas civiles con seguridad.
Se dijo que la guerra sería precisa y rápida, de unos cuantos días; y luego resultó que tendría que ser de semanas, y luego de meses; finalmente se dijo que durará todo lo que sea necesario. Entonces han comenzado las críticas y las impaciencias de políticos de importancia, quienes han hecho preguntas en entrevistas transmitidas por televisión. ¿Cuánto va a costar la guerra? ¿Cuánto va a durar?, porque está afectando a la economía. El dinero y la economía importan más que las vidas humanas; así es como termina por establecerlo el sistema capitalista.
Entonces entendemos por qué la Iglesia ha condenado al capitalismo, lo mismo que al comunismo. El derrumbe del comunismo nos ha obligado a volver la atención y la mirada crítica sobre el capitalismo, cuyos horrores hemos tenido que empezar a considerar; esta guerra es un magnífico ejemplo de ello, dada su espectacularidad, comparada con el silencio propio del hambre, la miseria y la ignorancia.
En consecuencia, los responsables de esta guerra no son sólo los dirigentes de los países invasores. Yo también soy responsable, en la medida en que fomento el capitalismo, o al menos en la medida en que no lo resisto en proporción a mis capacidades y fuerzas; y en consecuencia, querido lector, es muy probable que tú también seas responsable, y perdóname que te lo diga.
Es dato oficial que más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día. Una vida de 50 años es ya una vida completa, y equivale a 18,250 días, que pueden vivirse con ese mismo número de dólares: lo que cuesta un automóvil. Y en un mundo con bienes materiales y económicos limitados, lo que entra a un bolsillo... ¡sale de otro! Yo no sé de cuál, pero Dios sí lo sabe, y llegará un día en que tenga que darle cuentas muy estrechas. Un automóvil cuesta una vida humana. ¿Necesitamos todos los coches que tenemos? ¿No es pura comodidad? ¿No es craso y vulgar capitalismo? Y de modo semejante hay que pensar de nuestras otras pertenencias.
Claro que nos importa cuánto va a costar la guerra, y cuánto va a durar, porque eso va a afectar la economía, nuestra economía, y también nuestra comodidad. ¿Cómo podemos resistir al capitalismo? Viviendo austeramente: Tanto tienes... cuanto menos necesitas. Esto se aplica a todos.
Pero luego hay otras cosas que cada quien puede hacer, dependiendo de sus personales talentos y capacidades. Yo, por ejemplo, puedo y debo escribir. Al principio me pareció que este artículo iba a ser demasiado fuerte, pero luego me di cuenta de que no lo es; es lo que se necesita que yo escriba hoy. Y tú, querido lector, ¿qué puedes hacer? ¡Pues hazlo! No lo dejes en el cajón de las buenas intenciones, de ésas de las que está empedrado el Infierno.
Debe dolernos esta guerra. No podemos contemplarla indiferentes. Deben dolernos todos los muertos, y los heridos, y los huérfanos, y las viudas, y los emigrantes, y los civiles, y los militares, y los invasores, y los invadidos, y los que mandan, y los que obedecen, y también el mismísimo Saddam Hussein... ¡todos! ¿Quién sufre, que yo no me requeme?, clamaba San Pablo. Todos debemos orar, pero cada quien debe también hacer lo suyo, lo propio... ¿Acaso no habrá algún Parlamento, algunas Cámaras, algún Congreso o algunos políticos que sean capaces y a quienes corresponda frenar la locura de esta guerra?