Saturday, July 06, 2002


RED SOLIDARIA
Un modelo para reflexionar
La distinción de las Naciones Unidas a la Red Solidaria.



Una organización argentina sin fines de lucro, la Red Solidaria, ha sido distinguida por las Naciones Unidas por sus servicios humanitarios de emergencia, entre 650 instituciones semejantes de 150 países. El galardón Best Prastices (Mejores Prácticas) la convierte en modelo ejemplar que el organismo internacional recomendará para su aplicación en diferentes lugares del mundo donde las emergencias sociales, individuales o colectivas, requieran de apoyos que el Estado no está en condiciones de prestar. La Red nació en 1995 por iniciativa de cinco amigos sensibles a las necesidades ajenas y con un espíritu comunitario que dignifica a nuestra sociedad. Sus promotores pusieron en marcha intuitivamente un sistema de colaboraciones al que sumaron voluntarios que hoy integran 200 organizaciones, apelando para la eficiencia de sus servicios a los medios de comunicación, algunos de los cuales convirtieron sus colaboraciones en misiones estables, estableciendo nexos entre quienes necesitan ayuda imprescindible de diferente naturaleza y los que pueden prestarla.
Una peculiaridad esencial de la Red Solidaria consiste en no recibir donaciones de bienes o dinero, sino que el eje de sus servicios humanitarios es acercar a los necesitados hasta quienes están dispuestos para ayudarlos.
Más de 2.300 voluntarios en núcleos urbanos y comunidades rurales e indígenas del país, a los que se suman otros ocasionales que acuden en las grandes emergencias, robando tiempo a sus tiempos, integran una institución que por su complejidad debió encarar diferentes planes para manejar su singular estructura funcional eficientemente.
Ejemplo de ello son los programas orientadores de la comunidad y los de preparación profesional para satisfacer los fines específicos de solidaridad, incluidos cursos de posgrados que se hallan en preparación. Por la cátedra del Instituto Pedro Poveda han pasado hasta hoy 800 personas para capacitarse en cultura solidaria, un rubro docente hasta hace poco inédito, y del que la mención de sus detalles requeriría un espacio considerable.
Basta conocer que, por ejemplo, la demanda para ayudar a la construcción de una modesta vivienda, suele generar aportes humanitarios que permiten levantar muchas más. Así también la constitución de comedores y atender su mantenimiento, o acceder a la atención médica de alto costo de la minoridad sin recursos.
Este modelo de eficiencia no es un solitario lunar blanco que se recorta ocasionalmente en nuestra sociedad en crisis, aunque sí una muestra mayor de calidad humana dentro de un sistema privado de voluntariado. Una urdimbre de servicios humanitarios donde conviven decenas de grandes y medianas organizaciones no gubernamentales -las famosas ONG- que recuperan todos los días para el país la calidad de un solidarismo que el Estado ineficiente dejó de cultivar.
El factor que las dinamiza es el espíritu de una sociedad libre que trata por sí misma de superar el largo fracaso de poderes públicos que finalmente hizo crisis y lo puso en evidencia. No siempre es advertido ese potencial argentino, especialmente por aquellos que, pese a la experiencia, demandan pertinazmente para el Estado la administración de los servicios públicos, despreciando la iniciativa privada.
Esta demostración, como tantas otras en las que no se repara adecuadamente, y un poder político eficiente y acorde con los recursos del país que la encauce con gestiones y prestaciones indelegables, conjugan el sistema de vida que la gran mayoría de los argentinos demanda, cansados de un estéril debate ideológico que, para colmo, deben financiar.
















DECLINAR DEL PRINCIPIO DE EXCELENCIA

JOSÉ LUIS ABELLÁN
José Luis Abellán es presidente del Ateneo de Madrid.



A principios del siglo XX se inició en Europa una tendencia a explicar lo superior por lo inferior. Así, los altos ideales del espíritu se explicaban como una sublimación de los bajos instintos (psicoanálisis); los modelos de la organización socio-política no eran sino expresión superestructural de una infraestructura económica (marxismo); los derechos de la vida frente a la razón (vitalismo) culminaron en una justificación de la 'acción directa' y de los estados de fuerza (totalitarismos). El proceso se presentaba como una saludable 'desmitificación' de la cultura y de los hombres que la representaban en función de un humanitarismo nivelador e igualitario que redundaba en beneficio solidario de la humanidad compartida.

El hecho es que se abrió la compuerta a un camino de degradación que culmina en un creciente declinar del principio de excelencia de consecuencias pavorosas, como trataré de mostrar aquí. El proceso encontró una fácil vía de acceso y desarrollo en una mala comprensión del sistema democrático. Hoy nadie discute que la democracia es el sistema legítimo de gobierno a la altura de nuestro tiempo. Afortunadamente, eso parece una opinión universalmente consensuada y tan aceptada que se pretende extrapolar a actividades ajenas al área política. En el mundo científico es evidente que una ley física no puede establecerse como resultado de la votación mayoritaria de los ciudadanos, sino como consecuencia de criterios contrastados de experimentación establecidos en un contexto de neutralidad axiológica. En el ámbito de la religión, que implica una adhesión cordial e irracional del individuo, tampoco puede establecerse una determinada verdad religiosa sobre la base de la mayoría de creyentes en tal o cual iglesia o credo. Algo parecido ocurre en el mundo artístico o en el de la cultura; aunque en ellos sí se dan evidentemente criterios axiológicos, el valor de una obra de arte no se establece por votación mayoritaria de los espectadores, sino como consecuencia de una depuración en el tiempo por la conciencia crítica de la humanidad. He aquí tres universos -ciencia, religión, cultura- que no pueden estar al albur del criterio democrático regido en exclusividad por la ley de las mayorías y minorías. Ni una ley física ni el valor de una obra de arte puede establecerse por votación mayoritaria, por muy masiva que esa votación sea.

Y, sin embargo, las avanzadas técnicas del marketing así hacen que ocurra en numerosas ocasiones. Se acepta como valor sumo lo que ha sido debidamente publicitado, promocionado, distribuido y, al fin, vendido. Una mayoría de compradores, pagando un alto precio por algo, acaba dotándole de un valor que en sí mismo no tiene. Éste es el criterio del mercado, que acaba confundiendo precio y valor.

La derrota del comunismo en el país que lo encarnaba por excelencia ha acabado colocando al mercado como protagonista de nuestra vida social y política, impregnando al resto de las actividades humanas. Todo se compra y todo se vende. Hemos perdido conciencia de valores imponderables, que dan sentido a nuestra vida, y están más allá de toda rentabilidad. Se confunde precio y valor, con el consiguiente declinar del principio de excelencia.

La vinculación entre democracia y economía ha hecho bajar los niveles de exigencia. Se trata de llegar a la mayor cantidad de gente posible, lo que implica una descendencia en la calidad. Una mayor audiencia en TV, por ejemplo, supone rebajar el nivel y empobrecer la oferta. Esa misma dinámica se ha impuesto en el resto de las esferas sociales, incluyendo la educación: tenemos una enseñanza obligatoria hasta los dieciséis años, pero el hecho concreto es que los estudiantes llegan cada vez peor preparados a la Universidad. El bajón generalizado de la cultura es constatable: el vocabulario de los jóvenes es cada vez más pobre, el trato a los profesores se ha hecho insolente, los modos de cortesía rayan en la grosería, el nivel de autoexigencia roza el mínimo, se busca lo fácil, lo cómodo, lo que no requiere esfuerzo...

Ese imperio del mercado ha acabado con el 'Estado de bienestar' como máxima realización de la socialdemocracia. Ésta había conseguido corregir los excesos del mercado, mediante una redistribución de bienes y servicios, a favor de las clases menos favorecidas, pero el aumento de la longevidad por un lado, y la disminución de la natalidad, por otro, han desequilibrado el sistema: el exceso de gasto que produce el aumento de las clases pasivas no puede sufragarse con una disminución creciente de la población activa.

Esta descripción de la crisis del 'Estado de bienestar' se hace más sombría cuando comprobamos que lo que ha entrado en bancarrota es el sistema de civilización que habíamos heredado. Fuimos educados en un mundo donde el trabajo como contrapartida del capital, ocupaba un lugar neurálgico dentro del sistema, y hoy nos encontramos con que el trabajo industrial lo realizan las máquinas con la ayuda de muy pocos trabajadores, que se limitan a apretar botones y hacer conexiones. Antes se hablaba de la 'explotación del hombre por el hombre'; hoy nos encontramos con masas de excluidos que ocupan los márgenes del sistema. Nos encaminamos a una 'cultura del ocio', pero los trabajadores todavía hablan del 'derecho de huelga' sin darse cuenta de que los empresarios no les necesitan. Antes se hablaba de la 'lucha de clases' -y todavía lo hacen algunos- sin que nos hayamos dado cuenta de que el 'proletariado' ha desaparecido -al menos, en el sentido clásico de la expresión-. Estamos necesitando con urgencia un nuevo vocabulario y otras categorías para el análisis de la realidad.

Vuelvo a insistir en lo que he dicho otras veces. Estamos en una 'mutación histórica' de consecuencias incalculables. En esta situación necesitamos pensadores y expertos de primer orden, talentos nuevos e inéditos que hagan frente a la gravedad de la crisis. Superar el estado de 'mercadería' en que nos encontramos; volver a construir e implantar valores, reivindicando el principio de excelencia, que desde hace tanto tiempo dejó de tener vigencia entre nosotros.




JUEGO LIMPIO

Por Mario Wainfeld

El chiste viene de lejos y puede aplicarse a cualquier dictadura o democracia imperfecta. La memoria de este cronista lo ubica en Sudáfrica, en tiempos de rígido apartheid. Un líder revolucionario negro está preso, por razones perversas y discriminatorias. Hay enormes presiones internacionales para su liberación, que llevan al gobierno a decir que está dispuesto a concederle la libertad si se somete a una probation. El planteo hace disminuir la tensión... hasta que se conoce cuál es la probation. El líder revolucionario deberá combatir a finish con un león como si fuera en un circo romano, ante un estadio lleno, incluso con su propia hinchada, para que todo sea honesto. Si sobrevive, quedará libre. Se arma el escenario, comienza la lucha. El hombre es joven y ágil, alentado por sus partidarios demuestra que sabe moverse. Elude una y otra vez al león, en algún momento le tira arena a los ojos, le encaja algún patadón. Pasan los minutos, el hombre domina psicológicamente a la bestia a la que sigue golpeando y mortificando. De pronto, desde el palco oficial, las autoridades deciden cambiar las reglas: la pelea es despareja, hay que equilibrar. Se cava un pozo, se entierra al hombre, sólo su cabeza queda afuera. Se reanuda la brega. Se le abre la jaula al león que había sido retirado por un rato. El felino, furioso, sale a todo lo que da dirigido a donde está su rival. Este, prevenido, gira la cabeza, la mueve apenas y, en un rapto de feroz inspiración, le arranca los testículos de un mordisco. Hay rugidos de dolor, el león se encoge como un feto. Desde el palco oficial surge un grito unánime, dirigido al líder popular: “Tramposo, hijo de puta ¡peleá limpio!”.
Un sistema democrático es, en otras cosas, un conjunto de reglas que propenden a que haya juego limpio. Un sistema democrático en una sociedad capitalista concentrada como la argentina no genera desde el vamos juego limpio ciento por ciento. Hay varios escollos. El primero, de lejos, es la relación entre los poderes fácticos, empezando por los económicos. La plata descompensa la política y el financiamiento de los partidos políticos es un factor permanente de mala fe. El segundo es el poder del oficialismo: quien gobierna tiene recursos materiales y simbólicos de los que carece la oposición. Estos datos enturbian cualquier democracia, ni qué decir las de estas pampas.
Pero, por si fuera poco, los oficialismos de distinto tono son especialistas en alterar las reglas de juego en su propio beneficio, como los gobernantes de nuestro chistecito. El Pacto de Olivos derivó en una Constituyente en la que estaba prohibido discutir lo esencial y envició la política nacional. Desde entonces, peronismo y radicalismo estuvieron mucho más próximos a ser dos alas de un mismo partido que dos contendientes (lo que se demostró cada vez que hubo que votar de consuno cualquier vejamen a la libertad o la propiedad de los argentinos) pero todo fue presentado de modo capcioso, tramposo, como si hubiera competencia y hasta alternancia.
La representatividad de los gobernantes se esmeriló al extremo por sus pésimos desempeños, por el burdo incumplimiento de las promesas y de los contratos implícitos con los ciudadanos. Para redondear, se produjo una auténtica revolución subversiva: dos gobiernos incautaron depósitos bancarios y además mataron gente en la calle en represalia ante movilizaciones populares. Muy bajo cala en representatividad el gobierno de Eduardo Duhalde que en esta semana convocó a elecciones, un juego esencial en la democracia, pero que por sus características tienden a evocar el combate con el león, también reglamentado por el gobierno.
Hablamos de la decisión de fijar fecha de elecciones anticipadas sólo para presidente y vice. Decisión que –no vaya a ser cuestión, total estamos en familia– no fue documentada en incómodos decretos o leyes. El escenario que propone el Gobierno es el de un sucesor que gobierne en pasmosa debilidad seis meses con el actual Congreso, ámbito desacreditado si los hay. Y en el que los peronistas y los radicales cuentan con más legisladores que los que tendrían si hubiera elecciones de renovación. Casi una sentencia de muerte a plazo fijo para quien gane las elecciones si no es oficialista. Casi una pelea con el león.
Para ponerle la cereza al postre los legisladores de uno y otro partido, en importante mayoría, se aferran a la letra de la Constitución para permanecer en sus bancas. Un fervor legalista que estuvo ausente cuando confiscaron los depósitos, decretaron el estado de sitio y votaron sandeces inconstitucionales como el déficit cero o la pesificación asimétrica.
El radicalismo, que teme a las urnas que se supone eran su razón de ser, casi no tiene fisuras a la hora de defender sus derechos corporativos. En el PJ hay más división: varios integrantes del Ejecutivo (algunos aseguran que el propio Presidente), Carlos Reutemann, Felipe Solá, Néstor Kirchner y José Manuel de la Sota quieren la renovación de todos los mandatos. La decisión del gobernador santafesino de ayer (ver página 3) ilustra que está decidido a avanzar en ese sentido.
Los demás gobernadores justicialistas pidieron renovación total de mandatos, si que con cautela, en el documento que le entregaron el miércoles a Eduardo Duhalde. Los gobernadores, los presidenciables.., no es casual. Se trata de las figuras de más predicamento del oficialismo, incluyendo a su principal presidenciable. Son los que tienen (o creen tener) futuro. Quieren seguir en política y están dispuestos a cambiar algo.
Los más irreductibles son los que ocupan las bancas. Quieren prolongar la cuenta regresiva de sus privilegios y fueros. Quieren postergar el regreso a sus lejanas provincias, a la bronca de sus vecinos, al desprestigio cotidiano de cara a quienes los votaron.
La democracia local está en severo riesgo, a tal punto que las próximas elecciones tienen el tono de ser su última oportunidad, siendo optimistas. La irresponsabilidad institucional del Gobierno que convoca a una competencia muy distante del juego limpio abreva, queda dicho, en dos fuentes, su propia conveniencia y la defensa corporativa de los intereses de un conjunto de malos legisladores que deberían tener la dignidad de ofrecer sus renuncias pero que están para la chiquita. Una actitud que tiene exasperante paralelismo con la de los integrantes de la Corte Suprema que defienden su lugar a costa de la paz social.
Para quienes integran la oposición la situación es peliaguda. Aceptar el convite tal cual implica, sobre todo para Elisa Carrió –principal competidora según las encuestas– un riesgo virtual pero temible: el de ganar para quedar pintada frente a un Legislativo hostil, salvaje y sin nada que perder. O dejar a quienes desdeñan al actual oficialismo sin boletas que los representen. El abstencionismo intransigente que, recuperando la verba yrigoyenista, propugna la diputada chaqueña, puede ser una formidable herramienta para intentar mejorar el escenario pero también puede servir para vaciar aún más a la democracia. Se trata de un tema arduo, que requiere elaboración, debate, análisis colectivos bien profundos. El voto bronca, se lo llame como se lo llame, y así se conduzca desde alguna fuerza política determinada (lo que no ocurrió en octubre de 2001) tal vez no alcance para cambiar la política y –acaso– ni para contener a los descontentos.
Los modos de la lid, abstención o participación, están abiertos a debates. El firmante de esta columna, ante una polémica que considera no dilucidada, parte de la base de que en general la tribuna quiere participación y no solo abstención. Pero todo está por verse y en estado de asamblea en una sociedad convulsionada.
La oposición política está condenada a jugar en el circo que otros armaron. Otros que serán capaces de denunciar trampa, sobre todo si van perdiendo. Condenan a millones a la desocupación y luego gritan ¡trampa! si hacen piquetes en vez de huelgas. Matan de hambre a los trabajadores, los dejan en abrumadora disparidad con los empresarios y gritan ¡trampa! cuando ocupan las calles en vez de confinar el conflicto gremial al lugar de trabajo, donde están perdidos. Vacían de contenido a la democracia, se igualan todos manoseaos en el mismo lodo y luego dicen que quienes quiebran las reglas de juego son los que reclaman que se vayan todos.
Con estos bueyes hay que arar. Los gobiernos de por acá arman las competencias para que sólo sean un simulacro, para que el león se coma al hombre. Habrá que ver si los que están en contra serán capaces de aglutinar las agallas, la destreza, la suerte y la tribuna adicta que les permitan cambiar la historia.



Gen ética
FEDERICO MAYOR ZARAGOZA

Federico Mayor Zaragoza es profesor de Bioquímica de la Universidad Autónoma y presidente de la Fundación Cultura de Paz.

Desde el origen de los tiempos se ha planteado al raciocinio humano el conflicto entre lo factible y lo admisible, entre el uso correcto o inadecuado (incluso perverso) del conocimiento. El conocimiento siempre es positivo. Su aplicación puede no serlo. Desde siempre: un martillo, por ejemplo, puede emplearse como arma 'blanca' en lugar de percutir sobre el cincel o sobre un clavo. Por ello, si bien fue la bioética el gran protagonista de la emergencia social de este tema, por las delicadas y controvertidas cuestiones que planteaba, los principios éticos universales deben aplicarse a todas las ciencias. La puesta en práctica de saberes y técnicas que pueden, por su impacto global o concreto, afectar aspectos esenciales del ser humano, debe guiarse por unas pautas bien establecidas y reconocidas a escala planetaria.

Hace una veintena de años intervine en un simposio organizado por Unesco, que tuvo lugar en Barcelona, sobre Manipulaciones genéticas y derechos humanos, en el que se trataba ya de definir los límites e interfases propios de los impresionantes progresos efectuados en biología molecular y genética, y las repercusiones de toda naturaleza que podrían derivarse si se utilizaban indebidamente. Una conclusión muy expresiva e inteligible fue que, en principio, para superar obstáculos a la fertilidad, por ejemplo, podían realizarse manipulaciones con los genes, pero no en los genes, ya que el genoma es un patrimonio personal, con una secuencia o 'lectura' determinada, que conduce a cada ser humano único. En el excelente congreso sobre Ética y medicina, organizado en el Instituto de Estudios Avanzados de Valencia por Santiago Grisolía y coordinado por Francisco Vilardell, en marzo de 1987, planteé, en una conferencia que llevaba el mismo título que el presente artículo, la necesidad de profundizar en conceptos tales como 'personalización', 'individualización', 'embriogénesis' o proceso que lleva desde la fecundación al embrión, y la evolución de éste al feto. Citaba a los profesores Diego Gracia, Lacadena, Gafo, Zubiri..., que, desde distintos ángulos, habían reflexionado sobre materias fronterizas y vidriosas, iluminando perfiles que no deben traspasarse sin conocer a fondo las distintas facetas y, en su caso, adoptar las cautelas pertinentes.

Ya entonces quedó muy claro, en las distintas contribuciones al congreso, que era imprescindible precisar el significado de términos que, utilizados impropiamente, podrían desvirtuar completamente los complejos temas que se trataba de abordar y esclarecer. Cuanto más confusa y complicada es una cuestión, mayor exigencia conceptual, mayor concreción en el significado de las palabras. De otro modo, podría suceder lo que luego referiré: los gobernantes, los parlamentarios, los medios de comunicación y, a fin de cuentas, los ciudadanos en su conjunto, se verían inmersos en un vendaval de noticias científicamente inexactas, objeto de conjeturas cuando no de tergiversaciones interesadas, que preocupan innecesariamente a todos ellos y alteran la apacibilidad de su vida cotidiana, ya suficientemente convulsa por otros motivos.

En 1991, a la vista de los excepcionales descubrimientos realizados en el desciframiento 'del lenguaje de la vida', y alarmado por la posible tentación -en la que Hitler y sus secuaces habían fracasado cuando sólo disponían de los procedimientos de la genética mendeliana- de predeterminar las características de seres humanos, establecí, con el acuerdo de la Organización del Genoma Humano, un Comité Mundial de Bioética para analizar las múltiples dimensiones de un problema que suscitaba una extraordinaria atención en todo el mundo. Presidido por la jurista francesa Noëlle Lenoir, el Comité elaboró la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, que fue unánimemente aprobada por la Conferencia General de la Unesco en noviembre de 1997 y refrendada, también unánimemente, por la Asamblea General de las Naciones Unidas un año más tarde. Su artículo undécimo reza así: 'No deben permitirse las prácticas que sean contrarias a la dignidad humana, como la clonación con fines de reproducción de seres humanos. Se invita a los Estados y a las organizaciones internacionales competentes a que cooperen para identificar estas prácticas y a que adopten en el plano nacional o internacional las medidas que corresponda, para asegurarse de que se respetan los principios enunciados en la presente declaración'.

Que nadie, pues, se llame a engaño: está bien establecido, con el apoyo de todos los países del mundo sin excepción y de todas las comunidades científicas, que la clonación humana no debe aplicarse a efectos reproductivos. Quizás fuera factible, pero la humanidad ha decidido que no es admisible éticamente, que atenta gravemente a la dignidad de la especie humana y al patrimonio genético de cada persona, que nadie tiene el derecho de modificar, diseñar, preestablecer.

Por ello me parece intolerable que se publique con gran estruendo mediático que un ginecólogo italiano, cuyo único mérito para su notoriedad es la provocación y el anuncio de la transgresión de las normas convenidas, está llevando a cabo la 'gestación' de seres clonados, sin que la justicia italiana -a falta de un código de justicia mundial- anuncie en unas horas que ha actuado como procede con este aprendiz de doctor Mengele del siglo XXI. Todos los países deberán disponer de los órganos de asesoramiento -sobre todo, parlamentario- que les ilustren en temas de esta índole. A su vez, si existiera -como es apremiante que suceda- una Organización de las Naciones Unidas reforzada y respetada, las transgresiones a escala internacional hallarían también la rápida solución exigible.

Hay que partir de una base: la comunidad científica merece confianza. En 1974, Paul Berg, gran biólogo molecular norteamericano, pidió, en el 'grito de Asilomar' (porque en esta ciudad californiana tenía lugar una reunión mundial de microbiología), que nunca se realizaran experiencias que pudieran conducir a la transformación de bacterias inocuas en patógenas. Han pasado los años suficientes para concluir que estas posibilidades no se han llevado a la práctica y que, en cambio, han sido muchos los beneficios que se han derivado (nuevos antibióticos, etc.) del mejor conocimiento de la bioquímica y genética microbianas.

Tenemos que realizar un esfuerzo de permanente interacción con los medios de comunicación para evitar contribuir a la confusión y, particularmente, no crear expectativas que, muy probablemente, no se cumplan. Para ello, como adelantaba anteriormente, debemos utilizar escrupulosamente la terminología. El ejemplo más espectacular en la actualidad, que ha hecho correr ríos de tinta y hacer declaraciones total o parcialmente incorrectas o desmesuradas desde muchas instancias, es el de las llamadas 'células madre embrionarias'. Al utilizar indebidamente la palabra 'embrionarias' -es decir, procedentes de o pertenecientes a un embrión- se ha desencadenado, con razón,

una polémica tan acalorada como innecesaria. Porque no son células embrionarias, sino derivadas de células de la masa interna de blastocitos tempranos procedentes de cigotos (es decir, óvulos fecundados), mucho antes de que se adquieran algunas de las primerísimas 'señales' de organización embrionaria. Además, estos blastocitos se hallan en condiciones de inviabilidad, ya que no se anidan natural ni artificialmente. En efecto, en el proceso de embriogénesis no tiene sentido aseverar que el principio y el producto son los mismos, que la semilla es igual al fruto, que la potencia es igual a la realidad. El cigoto posee el potencial de diferenciarse escalonadamente en embrión, pero no la potencialidad, la capacidad autónoma y total para ello.

En el año 2002, en la séptima sesión del Comité Internacional de Bioética de la Unesco, Alexander McCall Smith y Michel Revel concluyen: 'Una parte importante en el debate ético sobre la utilización de estas células para la investigación científica terapéutica reposa sobre esta cuestión: ¿qué es el embrión? Si el embrión es un ser humano (o una persona), no debemos hacerle nada que no debiéramos hacer a un ser humano. Si, por el contrario, no es más que un conjunto de células humanas, las condiciones restrictivas son considerablemente menores'.

Son muchas y muy interesantes las contribuciones recientes sobre esta pregunta crucial. Pedro Laín Entralgo, anticipándose mediante la reflexión a esta cuestión, había ya escrito en El cuerpo humano, hablando de la especiación del cigoto, lo que sigue: 'El cigoto humano no es todavía un hombre; la condición humana sólo puede ser atribuida al naciente embrión cuando sus diversas partes se han constituido en esbozos unívocamente determinados a la morfogénesis de los aparatos y órganos del individuo adulto, lo cual comienza a ocurrir con la gastrulación y la formación de las hojas blastodérmicas y, de modo más explícito, con la aparición de la llamada cresta neural... En suma: el cigoto humano no es un hombre, un hombre en acto, y sólo de manera incierta y presuntiva puede llegar a ser un individuo humano'.

Por tanto, serenidad y cada uno a lo suyo. Lenguaje más preciso por parte de los científicos y mayor precaución y reflexión en otros círculos (los religiosos incluidos) antes de pronunciarse sobre temas muy concisos ajenos a su ámbito y preparación. Decir que un cigoto es un ser humano es reducir un largo proceso de diferenciación y 'humanización' a una simplificación arbitraria. Por otra parte, aludir en esta controversia a la 'defensa de la vida' constituye una aseveración en la que todos estarán de acuerdo, pero que elude los aspectos esenciales de la difícil cuestión que se debate.

Los científicos no deben adoptar -rodeados de interrogantes- posiciones dogmáticas en unos campos de múltiples irisaciones conceptuales y, menos aún, en los que entran de lleno en la filosofía y teología. Inversamente, como el papa Juan Pablo II tuvo ocasión de proclamar con toda claridad refiriéndose a Galileo, no corresponde a las autoridades eclesiásticas pronunciarse sobre temas propios de las ciencias experimentales.

Conocer la Declaración Universal del Genoma Humano y observarla, porque lo que debía prohibirse se ha prohibido; abordar aquellos aspectos que surjan o que requieran ulterior deliberación; mantener una estrecha relación e intercambio de opiniones en los comités científicos especializados, sin dejarse arrastrar por soluciones que esquivan, con un grado de cinismo inadmisible, los 'espacios de discusión', pero guardan las apariencias, como pretendía Belarmino con Galileo. En este caso, se utilizarían las células madre 'embrionarias' procedentes de 'líneas extranjeras', suministradas, a veces y para más inri, por firmas comerciales. O se contribuiría a la investigación en la Unión Europea utilizando modalidades experimentales prohibidas aquí... Recuerdo el caso de aquel país europeo que, presionado por las manifestaciones ciudadanas, decidió no producir energía de fisión nuclear... que importa, desde entonces y del mismo origen, de países vecinos.

'Hablando se entiende la gente'. Hablemos sin gesticular en temas de esta naturaleza antes de adoptar posturas inapropiadas y contraproducentes. Todos del lado de la vida, empezando por estos veinticuatro mil seres humanos que se mueren a chorros cada día, en el olvido y la marginación, de hambre sencillamente. Ésta sí que es una 'bomba sucia'. Por cierto, en algunos medios de los países más preocupados por las 'células madre' esta noticia cotidiana no ha sido siquiera mencionada cuando, hace unos días, se celebró en Roma la cumbre de la FAO. Un mundo que invierte cada día dos mil millones de dólares en armas no tiene recursos para evitar la muerte por inanición. O la existencia de los 'niños de la calle'. O de los niños-soldado. O de las adolescentes prostituyéndose en las esquinas de los barrios más adinerados. Todos ellos son, sin lugar a duda, seres humanos. ¿Argumento demagógico? No. No es demagogia. Es saber observar, como decía Rousseau, lo que vemos cada día en nuestro entorno, en nuestra circunstancia. Es una cuestión de consciencia, de conciencia.

Friday, July 05, 2002


Gen ética

FEDERICO MAYOR ZARAGOZA

Federico Mayor Zaragoza es profesor de Bioquímica de la Universidad Autónoma y presidente de la Fundación Cultura de Paz.

Desde el origen de los tiempos se ha planteado al raciocinio humano el conflicto entre lo factible y lo admisible, entre el uso correcto o inadecuado (incluso perverso) del conocimiento. El conocimiento siempre es positivo. Su aplicación puede no serlo. Desde siempre: un martillo, por ejemplo, puede emplearse como arma 'blanca' en lugar de percutir sobre el cincel o sobre un clavo. Por ello, si bien fue la bioética el gran protagonista de la emergencia social de este tema, por las delicadas y controvertidas cuestiones que planteaba, los principios éticos universales deben aplicarse a todas las ciencias. La puesta en práctica de saberes y técnicas que pueden, por su impacto global o concreto, afectar aspectos esenciales del ser humano, debe guiarse por unas pautas bien establecidas y reconocidas a escala planetaria.

Hace una veintena de años intervine en un simposio organizado por Unesco, que tuvo lugar en Barcelona, sobre Manipulaciones genéticas y derechos humanos, en el que se trataba ya de definir los límites e interfases propios de los impresionantes progresos efectuados en biología molecular y genética, y las repercusiones de toda naturaleza que podrían derivarse si se utilizaban indebidamente. Una conclusión muy expresiva e inteligible fue que, en principio, para superar obstáculos a la fertilidad, por ejemplo, podían realizarse manipulaciones con los genes, pero no en los genes, ya que el genoma es un patrimonio personal, con una secuencia o 'lectura' determinada, que conduce a cada ser humano único. En el excelente congreso sobre Ética y medicina, organizado en el Instituto de Estudios Avanzados de Valencia por Santiago Grisolía y coordinado por Francisco Vilardell, en marzo de 1987, planteé, en una conferencia que llevaba el mismo título que el presente artículo, la necesidad de profundizar en conceptos tales como 'personalización', 'individualización', 'embriogénesis' o proceso que lleva desde la fecundación al embrión, y la evolución de éste al feto. Citaba a los profesores Diego Gracia, Lacadena, Gafo, Zubiri..., que, desde distintos ángulos, habían reflexionado sobre materias fronterizas y vidriosas, iluminando perfiles que no deben traspasarse sin conocer a fondo las distintas facetas y, en su caso, adoptar las cautelas pertinentes.

Ya entonces quedó muy claro, en las distintas contribuciones al congreso, que era imprescindible precisar el significado de términos que, utilizados impropiamente, podrían desvirtuar completamente los complejos temas que se trataba de abordar y esclarecer. Cuanto más confusa y complicada es una cuestión, mayor exigencia conceptual, mayor concreción en el significado de las palabras. De otro modo, podría suceder lo que luego referiré: los gobernantes, los parlamentarios, los medios de comunicación y, a fin de cuentas, los ciudadanos en su conjunto, se verían inmersos en un vendaval de noticias científicamente inexactas, objeto de conjeturas cuando no de tergiversaciones interesadas, que preocupan innecesariamente a todos ellos y alteran la apacibilidad de su vida cotidiana, ya suficientemente convulsa por otros motivos.

En 1991, a la vista de los excepcionales descubrimientos realizados en el desciframiento 'del lenguaje de la vida', y alarmado por la posible tentación -en la que Hitler y sus secuaces habían fracasado cuando sólo disponían de los procedimientos de la genética mendeliana- de predeterminar las características de seres humanos, establecí, con el acuerdo de la Organización del Genoma Humano, un Comité Mundial de Bioética para analizar las múltiples dimensiones de un problema que suscitaba una extraordinaria atención en todo el mundo. Presidido por la jurista francesa Noëlle Lenoir, el Comité elaboró la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, que fue unánimemente aprobada por la Conferencia General de la Unesco en noviembre de 1997 y refrendada, también unánimemente, por la Asamblea General de las Naciones Unidas un año más tarde. Su artículo undécimo reza así: 'No deben permitirse las prácticas que sean contrarias a la dignidad humana, como la clonación con fines de reproducción de seres humanos. Se invita a los Estados y a las organizaciones internacionales competentes a que cooperen para identificar estas prácticas y a que adopten en el plano nacional o internacional las medidas que corresponda, para asegurarse de que se respetan los principios enunciados en la presente declaración'.

Que nadie, pues, se llame a engaño: está bien establecido, con el apoyo de todos los países del mundo sin excepción y de todas las comunidades científicas, que la clonación humana no debe aplicarse a efectos reproductivos. Quizás fuera factible, pero la humanidad ha decidido que no es admisible éticamente, que atenta gravemente a la dignidad de la especie humana y al patrimonio genético de cada persona, que nadie tiene el derecho de modificar, diseñar, preestablecer.

Por ello me parece intolerable que se publique con gran estruendo mediático que un ginecólogo italiano, cuyo único mérito para su notoriedad es la provocación y el anuncio de la transgresión de las normas convenidas, está llevando a cabo la 'gestación' de seres clonados, sin que la justicia italiana -a falta de un código de justicia mundial- anuncie en unas horas que ha actuado como procede con este aprendiz de doctor Mengele del siglo XXI. Todos los países deberán disponer de los órganos de asesoramiento -sobre todo, parlamentario- que les ilustren en temas de esta índole. A su vez, si existiera -como es apremiante que suceda- una Organización de las Naciones Unidas reforzada y respetada, las transgresiones a escala internacional hallarían también la rápida solución exigible.

Hay que partir de una base: la comunidad científica merece confianza. En 1974, Paul Berg, gran biólogo molecular norteamericano, pidió, en el 'grito de Asilomar' (porque en esta ciudad californiana tenía lugar una reunión mundial de microbiología), que nunca se realizaran experiencias que pudieran conducir a la transformación de bacterias inocuas en patógenas. Han pasado los años suficientes para concluir que estas posibilidades no se han llevado a la práctica y que, en cambio, han sido muchos los beneficios que se han derivado (nuevos antibióticos, etc.) del mejor conocimiento de la bioquímica y genética microbianas.

Tenemos que realizar un esfuerzo de permanente interacción con los medios de comunicación para evitar contribuir a la confusión y, particularmente, no crear expectativas que, muy probablemente, no se cumplan. Para ello, como adelantaba anteriormente, debemos utilizar escrupulosamente la terminología. El ejemplo más espectacular en la actualidad, que ha hecho correr ríos de tinta y hacer declaraciones total o parcialmente incorrectas o desmesuradas desde muchas instancias, es el de las llamadas 'células madre embrionarias'. Al utilizar indebidamente la palabra 'embrionarias' -es decir, procedentes de o pertenecientes a un embrión- se ha desencadenado, con razón,

una polémica tan acalorada como innecesaria. Porque no son células embrionarias, sino derivadas de células de la masa interna de blastocitos tempranos procedentes de cigotos (es decir, óvulos fecundados), mucho antes de que se adquieran algunas de las primerísimas 'señales' de organización embrionaria. Además, estos blastocitos se hallan en condiciones de inviabilidad, ya que no se anidan natural ni artificialmente. En efecto, en el proceso de embriogénesis no tiene sentido aseverar que el principio y el producto son los mismos, que la semilla es igual al fruto, que la potencia es igual a la realidad. El cigoto posee el potencial de diferenciarse escalonadamente en embrión, pero no la potencialidad, la capacidad autónoma y total para ello.

En el año 2002, en la séptima sesión del Comité Internacional de Bioética de la Unesco, Alexander McCall Smith y Michel Revel concluyen: 'Una parte importante en el debate ético sobre la utilización de estas células para la investigación científica terapéutica reposa sobre esta cuestión: ¿qué es el embrión? Si el embrión es un ser humano (o una persona), no debemos hacerle nada que no debiéramos hacer a un ser humano. Si, por el contrario, no es más que un conjunto de células humanas, las condiciones restrictivas son considerablemente menores'.

Son muchas y muy interesantes las contribuciones recientes sobre esta pregunta crucial. Pedro Laín Entralgo, anticipándose mediante la reflexión a esta cuestión, había ya escrito en El cuerpo humano, hablando de la especiación del cigoto, lo que sigue: 'El cigoto humano no es todavía un hombre; la condición humana sólo puede ser atribuida al naciente embrión cuando sus diversas partes se han constituido en esbozos unívocamente determinados a la morfogénesis de los aparatos y órganos del individuo adulto, lo cual comienza a ocurrir con la gastrulación y la formación de las hojas blastodérmicas y, de modo más explícito, con la aparición de la llamada cresta neural... En suma: el cigoto humano no es un hombre, un hombre en acto, y sólo de manera incierta y presuntiva puede llegar a ser un individuo humano'.

Por tanto, serenidad y cada uno a lo suyo. Lenguaje más preciso por parte de los científicos y mayor precaución y reflexión en otros círculos (los religiosos incluidos) antes de pronunciarse sobre temas muy concisos ajenos a su ámbito y preparación. Decir que un cigoto es un ser humano es reducir un largo proceso de diferenciación y 'humanización' a una simplificación arbitraria. Por otra parte, aludir en esta controversia a la 'defensa de la vida' constituye una aseveración en la que todos estarán de acuerdo, pero que elude los aspectos esenciales de la difícil cuestión que se debate.

Los científicos no deben adoptar -rodeados de interrogantes- posiciones dogmáticas en unos campos de múltiples irisaciones conceptuales y, menos aún, en los que entran de lleno en la filosofía y teología. Inversamente, como el papa Juan Pablo II tuvo ocasión de proclamar con toda claridad refiriéndose a Galileo, no corresponde a las autoridades eclesiásticas pronunciarse sobre temas propios de las ciencias experimentales.

Conocer la Declaración Universal del Genoma Humano y observarla, porque lo que debía prohibirse se ha prohibido; abordar aquellos aspectos que surjan o que requieran ulterior deliberación; mantener una estrecha relación e intercambio de opiniones en los comités científicos especializados, sin dejarse arrastrar por soluciones que esquivan, con un grado de cinismo inadmisible, los 'espacios de discusión', pero guardan las apariencias, como pretendía Belarmino con Galileo. En este caso, se utilizarían las células madre 'embrionarias' procedentes de 'líneas extranjeras', suministradas, a veces y para más inri, por firmas comerciales. O se contribuiría a la investigación en la Unión Europea utilizando modalidades experimentales prohibidas aquí... Recuerdo el caso de aquel país europeo que, presionado por las manifestaciones ciudadanas, decidió no producir energía de fisión nuclear... que importa, desde entonces y del mismo origen, de países vecinos.

'Hablando se entiende la gente'. Hablemos sin gesticular en temas de esta naturaleza antes de adoptar posturas inapropiadas y contraproducentes. Todos del lado de la vida, empezando por estos veinticuatro mil seres humanos que se mueren a chorros cada día, en el olvido y la marginación, de hambre sencillamente. Ésta sí que es una 'bomba sucia'. Por cierto, en algunos medios de los países más preocupados por las 'células madre' esta noticia cotidiana no ha sido siquiera mencionada cuando, hace unos días, se celebró en Roma la cumbre de la FAO. Un mundo que invierte cada día dos mil millones de dólares en armas no tiene recursos para evitar la muerte por inanición. O la existencia de los 'niños de la calle'. O de los niños-soldado. O de las adolescentes prostituyéndose en las esquinas de los barrios más adinerados. Todos ellos son, sin lugar a duda, seres humanos. ¿Argumento demagógico? No. No es demagogia. Es saber observar, como decía Rousseau, lo que vemos cada día en nuestro entorno, en nuestra circunstancia. Es una cuestión de consciencia, de conciencia.



Gen ética

FEDERICO MAYOR ZARAGOZA

Federico Mayor Zaragoza es profesor de Bioquímica de la Universidad Autónoma y presidente de la Fundación Cultura de Paz.

Desde el origen de los tiempos se ha planteado al raciocinio humano el conflicto entre lo factible y lo admisible, entre el uso correcto o inadecuado (incluso perverso) del conocimiento. El conocimiento siempre es positivo. Su aplicación puede no serlo. Desde siempre: un martillo, por ejemplo, puede emplearse como arma 'blanca' en lugar de percutir sobre el cincel o sobre un clavo. Por ello, si bien fue la bioética el gran protagonista de la emergencia social de este tema, por las delicadas y controvertidas cuestiones que planteaba, los principios éticos universales deben aplicarse a todas las ciencias. La puesta en práctica de saberes y técnicas que pueden, por su impacto global o concreto, afectar aspectos esenciales del ser humano, debe guiarse por unas pautas bien establecidas y reconocidas a escala planetaria.

Hace una veintena de años intervine en un simposio organizado por Unesco, que tuvo lugar en Barcelona, sobre Manipulaciones genéticas y derechos humanos, en el que se trataba ya de definir los límites e interfases propios de los impresionantes progresos efectuados en biología molecular y genética, y las repercusiones de toda naturaleza que podrían derivarse si se utilizaban indebidamente. Una conclusión muy expresiva e inteligible fue que, en principio, para superar obstáculos a la fertilidad, por ejemplo, podían realizarse manipulaciones con los genes, pero no en los genes, ya que el genoma es un patrimonio personal, con una secuencia o 'lectura' determinada, que conduce a cada ser humano único. En el excelente congreso sobre Ética y medicina, organizado en el Instituto de Estudios Avanzados de Valencia por Santiago Grisolía y coordinado por Francisco Vilardell, en marzo de 1987, planteé, en una conferencia que llevaba el mismo título que el presente artículo, la necesidad de profundizar en conceptos tales como 'personalización', 'individualización', 'embriogénesis' o proceso que lleva desde la fecundación al embrión, y la evolución de éste al feto. Citaba a los profesores Diego Gracia, Lacadena, Gafo, Zubiri..., que, desde distintos ángulos, habían reflexionado sobre materias fronterizas y vidriosas, iluminando perfiles que no deben traspasarse sin conocer a fondo las distintas facetas y, en su caso, adoptar las cautelas pertinentes.

Ya entonces quedó muy claro, en las distintas contribuciones al congreso, que era imprescindible precisar el significado de términos que, utilizados impropiamente, podrían desvirtuar completamente los complejos temas que se trataba de abordar y esclarecer. Cuanto más confusa y complicada es una cuestión, mayor exigencia conceptual, mayor concreción en el significado de las palabras. De otro modo, podría suceder lo que luego referiré: los gobernantes, los parlamentarios, los medios de comunicación y, a fin de cuentas, los ciudadanos en su conjunto, se verían inmersos en un vendaval de noticias científicamente inexactas, objeto de conjeturas cuando no de tergiversaciones interesadas, que preocupan innecesariamente a todos ellos y alteran la apacibilidad de su vida cotidiana, ya suficientemente convulsa por otros motivos.

En 1991, a la vista de los excepcionales descubrimientos realizados en el desciframiento 'del lenguaje de la vida', y alarmado por la posible tentación -en la que Hitler y sus secuaces habían fracasado cuando sólo disponían de los procedimientos de la genética mendeliana- de predeterminar las características de seres humanos, establecí, con el acuerdo de la Organización del Genoma Humano, un Comité Mundial de Bioética para analizar las múltiples dimensiones de un problema que suscitaba una extraordinaria atención en todo el mundo. Presidido por la jurista francesa Noëlle Lenoir, el Comité elaboró la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, que fue unánimemente aprobada por la Conferencia General de la Unesco en noviembre de 1997 y refrendada, también unánimemente, por la Asamblea General de las Naciones Unidas un año más tarde. Su artículo undécimo reza así: 'No deben permitirse las prácticas que sean contrarias a la dignidad humana, como la clonación con fines de reproducción de seres humanos. Se invita a los Estados y a las organizaciones internacionales competentes a que cooperen para identificar estas prácticas y a que adopten en el plano nacional o internacional las medidas que corresponda, para asegurarse de que se respetan los principios enunciados en la presente declaración'.

Que nadie, pues, se llame a engaño: está bien establecido, con el apoyo de todos los países del mundo sin excepción y de todas las comunidades científicas, que la clonación humana no debe aplicarse a efectos reproductivos. Quizás fuera factible, pero la humanidad ha decidido que no es admisible éticamente, que atenta gravemente a la dignidad de la especie humana y al patrimonio genético de cada persona, que nadie tiene el derecho de modificar, diseñar, preestablecer.

Por ello me parece intolerable que se publique con gran estruendo mediático que un ginecólogo italiano, cuyo único mérito para su notoriedad es la provocación y el anuncio de la transgresión de las normas convenidas, está llevando a cabo la 'gestación' de seres clonados, sin que la justicia italiana -a falta de un código de justicia mundial- anuncie en unas horas que ha actuado como procede con este aprendiz de doctor Mengele del siglo XXI. Todos los países deberán disponer de los órganos de asesoramiento -sobre todo, parlamentario- que les ilustren en temas de esta índole. A su vez, si existiera -como es apremiante que suceda- una Organización de las Naciones Unidas reforzada y respetada, las transgresiones a escala internacional hallarían también la rápida solución exigible.

Hay que partir de una base: la comunidad científica merece confianza. En 1974, Paul Berg, gran biólogo molecular norteamericano, pidió, en el 'grito de Asilomar' (porque en esta ciudad californiana tenía lugar una reunión mundial de microbiología), que nunca se realizaran experiencias que pudieran conducir a la transformación de bacterias inocuas en patógenas. Han pasado los años suficientes para concluir que estas posibilidades no se han llevado a la práctica y que, en cambio, han sido muchos los beneficios que se han derivado (nuevos antibióticos, etc.) del mejor conocimiento de la bioquímica y genética microbianas.

Tenemos que realizar un esfuerzo de permanente interacción con los medios de comunicación para evitar contribuir a la confusión y, particularmente, no crear expectativas que, muy probablemente, no se cumplan. Para ello, como adelantaba anteriormente, debemos utilizar escrupulosamente la terminología. El ejemplo más espectacular en la actualidad, que ha hecho correr ríos de tinta y hacer declaraciones total o parcialmente incorrectas o desmesuradas desde muchas instancias, es el de las llamadas 'células madre embrionarias'. Al utilizar indebidamente la palabra 'embrionarias' -es decir, procedentes de o pertenecientes a un embrión- se ha desencadenado, con razón,

una polémica tan acalorada como innecesaria. Porque no son células embrionarias, sino derivadas de células de la masa interna de blastocitos tempranos procedentes de cigotos (es decir, óvulos fecundados), mucho antes de que se adquieran algunas de las primerísimas 'señales' de organización embrionaria. Además, estos blastocitos se hallan en condiciones de inviabilidad, ya que no se anidan natural ni artificialmente. En efecto, en el proceso de embriogénesis no tiene sentido aseverar que el principio y el producto son los mismos, que la semilla es igual al fruto, que la potencia es igual a la realidad. El cigoto posee el potencial de diferenciarse escalonadamente en embrión, pero no la potencialidad, la capacidad autónoma y total para ello.

En el año 2002, en la séptima sesión del Comité Internacional de Bioética de la Unesco, Alexander McCall Smith y Michel Revel concluyen: 'Una parte importante en el debate ético sobre la utilización de estas células para la investigación científica terapéutica reposa sobre esta cuestión: ¿qué es el embrión? Si el embrión es un ser humano (o una persona), no debemos hacerle nada que no debiéramos hacer a un ser humano. Si, por el contrario, no es más que un conjunto de células humanas, las condiciones restrictivas son considerablemente menores'.

Son muchas y muy interesantes las contribuciones recientes sobre esta pregunta crucial. Pedro Laín Entralgo, anticipándose mediante la reflexión a esta cuestión, había ya escrito en El cuerpo humano, hablando de la especiación del cigoto, lo que sigue: 'El cigoto humano no es todavía un hombre; la condición humana sólo puede ser atribuida al naciente embrión cuando sus diversas partes se han constituido en esbozos unívocamente determinados a la morfogénesis de los aparatos y órganos del individuo adulto, lo cual comienza a ocurrir con la gastrulación y la formación de las hojas blastodérmicas y, de modo más explícito, con la aparición de la llamada cresta neural... En suma: el cigoto humano no es un hombre, un hombre en acto, y sólo de manera incierta y presuntiva puede llegar a ser un individuo humano'.

Por tanto, serenidad y cada uno a lo suyo. Lenguaje más preciso por parte de los científicos y mayor precaución y reflexión en otros círculos (los religiosos incluidos) antes de pronunciarse sobre temas muy concisos ajenos a su ámbito y preparación. Decir que un cigoto es un ser humano es reducir un largo proceso de diferenciación y 'humanización' a una simplificación arbitraria. Por otra parte, aludir en esta controversia a la 'defensa de la vida' constituye una aseveración en la que todos estarán de acuerdo, pero que elude los aspectos esenciales de la difícil cuestión que se debate.

Los científicos no deben adoptar -rodeados de interrogantes- posiciones dogmáticas en unos campos de múltiples irisaciones conceptuales y, menos aún, en los que entran de lleno en la filosofía y teología. Inversamente, como el papa Juan Pablo II tuvo ocasión de proclamar con toda claridad refiriéndose a Galileo, no corresponde a las autoridades eclesiásticas pronunciarse sobre temas propios de las ciencias experimentales.

Conocer la Declaración Universal del Genoma Humano y observarla, porque lo que debía prohibirse se ha prohibido; abordar aquellos aspectos que surjan o que requieran ulterior deliberación; mantener una estrecha relación e intercambio de opiniones en los comités científicos especializados, sin dejarse arrastrar por soluciones que esquivan, con un grado de cinismo inadmisible, los 'espacios de discusión', pero guardan las apariencias, como pretendía Belarmino con Galileo. En este caso, se utilizarían las células madre 'embrionarias' procedentes de 'líneas extranjeras', suministradas, a veces y para más inri, por firmas comerciales. O se contribuiría a la investigación en la Unión Europea utilizando modalidades experimentales prohibidas aquí... Recuerdo el caso de aquel país europeo que, presionado por las manifestaciones ciudadanas, decidió no producir energía de fisión nuclear... que importa, desde entonces y del mismo origen, de países vecinos.

'Hablando se entiende la gente'. Hablemos sin gesticular en temas de esta naturaleza antes de adoptar posturas inapropiadas y contraproducentes. Todos del lado de la vida, empezando por estos veinticuatro mil seres humanos que se mueren a chorros cada día, en el olvido y la marginación, de hambre sencillamente. Ésta sí que es una 'bomba sucia'. Por cierto, en algunos medios de los países más preocupados por las 'células madre' esta noticia cotidiana no ha sido siquiera mencionada cuando, hace unos días, se celebró en Roma la cumbre de la FAO. Un mundo que invierte cada día dos mil millones de dólares en armas no tiene recursos para evitar la muerte por inanición. O la existencia de los 'niños de la calle'. O de los niños-soldado. O de las adolescentes prostituyéndose en las esquinas de los barrios más adinerados. Todos ellos son, sin lugar a duda, seres humanos. ¿Argumento demagógico? No. No es demagogia. Es saber observar, como decía Rousseau, lo que vemos cada día en nuestro entorno, en nuestra circunstancia. Es una cuestión de consciencia, de conciencia.



Gen ética
FEDERICO MAYOR ZARAGOZA

Federico Mayor Zaragoza es profesor de Bioquímica de la Universidad Autónoma y presidente de la Fundación Cultura de Paz.

Desde el origen de los tiempos se ha planteado al raciocinio humano el conflicto entre lo factible y lo admisible, entre el uso correcto o inadecuado (incluso perverso) del conocimiento. El conocimiento siempre es positivo. Su aplicación puede no serlo. Desde siempre: un martillo, por ejemplo, puede emplearse como arma 'blanca' en lugar de percutir sobre el cincel o sobre un clavo. Por ello, si bien fue la bioética el gran protagonista de la emergencia social de este tema, por las delicadas y controvertidas cuestiones que planteaba, los principios éticos universales deben aplicarse a todas las ciencias. La puesta en práctica de saberes y técnicas que pueden, por su impacto global o concreto, afectar aspectos esenciales del ser humano, debe guiarse por unas pautas bien establecidas y reconocidas a escala planetaria.

Hace una veintena de años intervine en un simposio organizado por Unesco, que tuvo lugar en Barcelona, sobre Manipulaciones genéticas y derechos humanos, en el que se trataba ya de definir los límites e interfases propios de los impresionantes progresos efectuados en biología molecular y genética, y las repercusiones de toda naturaleza que podrían derivarse si se utilizaban indebidamente. Una conclusión muy expresiva e inteligible fue que, en principio, para superar obstáculos a la fertilidad, por ejemplo, podían realizarse manipulaciones con los genes, pero no en los genes, ya que el genoma es un patrimonio personal, con una secuencia o 'lectura' determinada, que conduce a cada ser humano único. En el excelente congreso sobre Ética y medicina, organizado en el Instituto de Estudios Avanzados de Valencia por Santiago Grisolía y coordinado por Francisco Vilardell, en marzo de 1987, planteé, en una conferencia que llevaba el mismo título que el presente artículo, la necesidad de profundizar en conceptos tales como 'personalización', 'individualización', 'embriogénesis' o proceso que lleva desde la fecundación al embrión, y la evolución de éste al feto. Citaba a los profesores Diego Gracia, Lacadena, Gafo, Zubiri..., que, desde distintos ángulos, habían reflexionado sobre materias fronterizas y vidriosas, iluminando perfiles que no deben traspasarse sin conocer a fondo las distintas facetas y, en su caso, adoptar las cautelas pertinentes.

Ya entonces quedó muy claro, en las distintas contribuciones al congreso, que era imprescindible precisar el significado de términos que, utilizados impropiamente, podrían desvirtuar completamente los complejos temas que se trataba de abordar y esclarecer. Cuanto más confusa y complicada es una cuestión, mayor exigencia conceptual, mayor concreción en el significado de las palabras. De otro modo, podría suceder lo que luego referiré: los gobernantes, los parlamentarios, los medios de comunicación y, a fin de cuentas, los ciudadanos en su conjunto, se verían inmersos en un vendaval de noticias científicamente inexactas, objeto de conjeturas cuando no de tergiversaciones interesadas, que preocupan innecesariamente a todos ellos y alteran la apacibilidad de su vida cotidiana, ya suficientemente convulsa por otros motivos.

En 1991, a la vista de los excepcionales descubrimientos realizados en el desciframiento 'del lenguaje de la vida', y alarmado por la posible tentación -en la que Hitler y sus secuaces habían fracasado cuando sólo disponían de los procedimientos de la genética mendeliana- de predeterminar las características de seres humanos, establecí, con el acuerdo de la Organización del Genoma Humano, un Comité Mundial de Bioética para analizar las múltiples dimensiones de un problema que suscitaba una extraordinaria atención en todo el mundo. Presidido por la jurista francesa Noëlle Lenoir, el Comité elaboró la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, que fue unánimemente aprobada por la Conferencia General de la Unesco en noviembre de 1997 y refrendada, también unánimemente, por la Asamblea General de las Naciones Unidas un año más tarde. Su artículo undécimo reza así: 'No deben permitirse las prácticas que sean contrarias a la dignidad humana, como la clonación con fines de reproducción de seres humanos. Se invita a los Estados y a las organizaciones internacionales competentes a que cooperen para identificar estas prácticas y a que adopten en el plano nacional o internacional las medidas que corresponda, para asegurarse de que se respetan los principios enunciados en la presente declaración'.

Que nadie, pues, se llame a engaño: está bien establecido, con el apoyo de todos los países del mundo sin excepción y de todas las comunidades científicas, que la clonación humana no debe aplicarse a efectos reproductivos. Quizás fuera factible, pero la humanidad ha decidido que no es admisible éticamente, que atenta gravemente a la dignidad de la especie humana y al patrimonio genético de cada persona, que nadie tiene el derecho de modificar, diseñar, preestablecer.

Por ello me parece intolerable que se publique con gran estruendo mediático que un ginecólogo italiano, cuyo único mérito para su notoriedad es la provocación y el anuncio de la transgresión de las normas convenidas, está llevando a cabo la 'gestación' de seres clonados, sin que la justicia italiana -a falta de un código de justicia mundial- anuncie en unas horas que ha actuado como procede con este aprendiz de doctor Mengele del siglo XXI. Todos los países deberán disponer de los órganos de asesoramiento -sobre todo, parlamentario- que les ilustren en temas de esta índole. A su vez, si existiera -como es apremiante que suceda- una Organización de las Naciones Unidas reforzada y respetada, las transgresiones a escala internacional hallarían también la rápida solución exigible.

Hay que partir de una base: la comunidad científica merece confianza. En 1974, Paul Berg, gran biólogo molecular norteamericano, pidió, en el 'grito de Asilomar' (porque en esta ciudad californiana tenía lugar una reunión mundial de microbiología), que nunca se realizaran experiencias que pudieran conducir a la transformación de bacterias inocuas en patógenas. Han pasado los años suficientes para concluir que estas posibilidades no se han llevado a la práctica y que, en cambio, han sido muchos los beneficios que se han derivado (nuevos antibióticos, etc.) del mejor conocimiento de la bioquímica y genética microbianas.

Tenemos que realizar un esfuerzo de permanente interacción con los medios de comunicación para evitar contribuir a la confusión y, particularmente, no crear expectativas que, muy probablemente, no se cumplan. Para ello, como adelantaba anteriormente, debemos utilizar escrupulosamente la terminología. El ejemplo más espectacular en la actualidad, que ha hecho correr ríos de tinta y hacer declaraciones total o parcialmente incorrectas o desmesuradas desde muchas instancias, es el de las llamadas 'células madre embrionarias'. Al utilizar indebidamente la palabra 'embrionarias' -es decir, procedentes de o pertenecientes a un embrión- se ha desencadenado, con razón,

una polémica tan acalorada como innecesaria. Porque no son células embrionarias, sino derivadas de células de la masa interna de blastocitos tempranos procedentes de cigotos (es decir, óvulos fecundados), mucho antes de que se adquieran algunas de las primerísimas 'señales' de organización embrionaria. Además, estos blastocitos se hallan en condiciones de inviabilidad, ya que no se anidan natural ni artificialmente. En efecto, en el proceso de embriogénesis no tiene sentido aseverar que el principio y el producto son los mismos, que la semilla es igual al fruto, que la potencia es igual a la realidad. El cigoto posee el potencial de diferenciarse escalonadamente en embrión, pero no la potencialidad, la capacidad autónoma y total para ello.

En el año 2002, en la séptima sesión del Comité Internacional de Bioética de la Unesco, Alexander McCall Smith y Michel Revel concluyen: 'Una parte importante en el debate ético sobre la utilización de estas células para la investigación científica terapéutica reposa sobre esta cuestión: ¿qué es el embrión? Si el embrión es un ser humano (o una persona), no debemos hacerle nada que no debiéramos hacer a un ser humano. Si, por el contrario, no es más que un conjunto de células humanas, las condiciones restrictivas son considerablemente menores'.

Son muchas y muy interesantes las contribuciones recientes sobre esta pregunta crucial. Pedro Laín Entralgo, anticipándose mediante la reflexión a esta cuestión, había ya escrito en El cuerpo humano, hablando de la especiación del cigoto, lo que sigue: 'El cigoto humano no es todavía un hombre; la condición humana sólo puede ser atribuida al naciente embrión cuando sus diversas partes se han constituido en esbozos unívocamente determinados a la morfogénesis de los aparatos y órganos del individuo adulto, lo cual comienza a ocurrir con la gastrulación y la formación de las hojas blastodérmicas y, de modo más explícito, con la aparición de la llamada cresta neural... En suma: el cigoto humano no es un hombre, un hombre en acto, y sólo de manera incierta y presuntiva puede llegar a ser un individuo humano'.

Por tanto, serenidad y cada uno a lo suyo. Lenguaje más preciso por parte de los científicos y mayor precaución y reflexión en otros círculos (los religiosos incluidos) antes de pronunciarse sobre temas muy concisos ajenos a su ámbito y preparación. Decir que un cigoto es un ser humano es reducir un largo proceso de diferenciación y 'humanización' a una simplificación arbitraria. Por otra parte, aludir en esta controversia a la 'defensa de la vida' constituye una aseveración en la que todos estarán de acuerdo, pero que elude los aspectos esenciales de la difícil cuestión que se debate.

Los científicos no deben adoptar -rodeados de interrogantes- posiciones dogmáticas en unos campos de múltiples irisaciones conceptuales y, menos aún, en los que entran de lleno en la filosofía y teología. Inversamente, como el papa Juan Pablo II tuvo ocasión de proclamar con toda claridad refiriéndose a Galileo, no corresponde a las autoridades eclesiásticas pronunciarse sobre temas propios de las ciencias experimentales.

Conocer la Declaración Universal del Genoma Humano y observarla, porque lo que debía prohibirse se ha prohibido; abordar aquellos aspectos que surjan o que requieran ulterior deliberación; mantener una estrecha relación e intercambio de opiniones en los comités científicos especializados, sin dejarse arrastrar por soluciones que esquivan, con un grado de cinismo inadmisible, los 'espacios de discusión', pero guardan las apariencias, como pretendía Belarmino con Galileo. En este caso, se utilizarían las células madre 'embrionarias' procedentes de 'líneas extranjeras', suministradas, a veces y para más inri, por firmas comerciales. O se contribuiría a la investigación en la Unión Europea utilizando modalidades experimentales prohibidas aquí... Recuerdo el caso de aquel país europeo que, presionado por las manifestaciones ciudadanas, decidió no producir energía de fisión nuclear... que importa, desde entonces y del mismo origen, de países vecinos.

'Hablando se entiende la gente'. Hablemos sin gesticular en temas de esta naturaleza antes de adoptar posturas inapropiadas y contraproducentes. Todos del lado de la vida, empezando por estos veinticuatro mil seres humanos que se mueren a chorros cada día, en el olvido y la marginación, de hambre sencillamente. Ésta sí que es una 'bomba sucia'. Por cierto, en algunos medios de los países más preocupados por las 'células madre' esta noticia cotidiana no ha sido siquiera mencionada cuando, hace unos días, se celebró en Roma la cumbre de la FAO. Un mundo que invierte cada día dos mil millones de dólares en armas no tiene recursos para evitar la muerte por inanición. O la existencia de los 'niños de la calle'. O de los niños-soldado. O de las adolescentes prostituyéndose en las esquinas de los barrios más adinerados. Todos ellos son, sin lugar a duda, seres humanos. ¿Argumento demagógico? No. No es demagogia. Es saber observar, como decía Rousseau, lo que vemos cada día en nuestro entorno, en nuestra circunstancia. Es una cuestión de consciencia, de conciencia.



¿De qué está hablando Menem?
Por Hugo Gambini Para LA NACION

Con la mejor de sus sonrisas, Carlos Saúl Menem suele aparecer en programas periodísticos de televisión abierta postulándose como candidato excluyente para resolver los graves problemas argentinos. "Yo soy el único que sabe hacerlo, no hay ningún otro que pueda resucitar a la Argentina", nos dice con la modestia que lo caracteriza. Enseguida comienza a recitar sus estrofas más conocidas, intentando convencernos de que durante su gobierno los argentinos saltamos de la pobreza a la prosperidad. "Le dimos trabajo a la gente, bajamos la desocupación, hicimos la revolución productiva", alega con desparpajo, aprovechando la actitud contemplativa de sus entrevistadores.
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Curiosamente, ningún periodista se animó hasta ahora a aclararle en esas entrevistas, mirándolo a los ojos, que las cifras dicen otras cosas. Si le mostraran los datos publicados por el Indec durante su gobierno, se le demostraría que no nos dejó en tal prosperidad. Pero parece que no hay mucho interés en desmentirlo. Tal vez por temor reverencial, nadie se atreve a decirle: "Doctor, con todo respeto, su gobierno no bajó la desocupación, la trajo. Pasó del 7,1 por ciento en 1989 al 15 que nos dejó en 1999. ¿De qué disminución nos está hablando?"
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Ocurre que cuando Menem alude a una supuesta baja del desempleo, siempre parte del 18 por ciento que había en 1995. Por eso dice: "Cuando dejé el gobierno estábamos en el 12, o sea que habíamos bajado el 6 por ciento la desocupación". Es gracioso que no recuerde haber asumido el poder en el 89 ni que aquel récord de desocupación sea enteramente suyo. O tal vez prefiera jugar con la candidez de los televidentes, haciéndoles creer que ese 18 por ciento lo heredó de otro gobierno. Aunque, como él dice, "la gente no come vidrio".
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Y tampoco es cierto que nos dejara el 12 por ciento. En 1999 la desocupación era del 15: más del doble de lo que encontró al llegar al poder. Como decía aquel eslogan suyo: "Menem lo hizo".
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No está de más recordar que a principios de 1995, al acercarse las elecciones, desautorizó una medición del Indec que computaba el 12 por ciento de desocupación y se atrevió a decir que la cifra oficial "es un poco mentirosa". Insistía en que el porcentaje real "no pasa del 8 ó 9 por ciento". Después, cuando las evidencias lo volvieron a la realidad, fue peor, pues a fin de ese año tuvo que admitir que el Indec se había quedado corto: el desempleo ya trepaba al 18 por ciento. Pero les echó la culpa a los mexicanos. "Es el tequila", sentenció.
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Menem suele ufanarse diciendo que bajó el gasto público. Por eso es importante que quienes acceden a una entrevista con él lleven consigo las cifras oficiales de su gestión. Eso permitiría responderle: "No es así, doctor. Con todo respeto, durante su primer período el gasto público se incrementó en el 143 por ciento y en el segundo aumentó el 36,5 por ciento más".
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Sería muy interesante verle la cara si se le dijera: "El que más gastó fue usted, doctor. Aquí está el presupuesto de Presidencia y, fíjese, de 703 millones de dólares en 1995 usted lo subió a 3285 millones en 1999. ¡Los multiplicó por 4,6! ¿De qué baja está hablando?"
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Todas éstas son cifras que difundió su propio Ministerio de Economía, por Internet, en vísperas de la entrega del poder. Nunca tan cierto aquello de "Menem lo hizo".
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Pobres y ricos .
Qué gran oportunidad se perdieron los recientes entrevistadores de Menem de exhibir ante las cámaras los informes producidos en 1999 por el Indec, FIEL o la Fundación Mediterránea, para repreguntarle con las cifras en la mano: "¿Cuándo fue que bajó la pobreza, doctor? Porque usted dejó la misma brecha entre ricos y pobres que había traído la hiperinflación de 1989. Acá están los indicadores de estas entidades y las tres coinciden en que la distancia se amplió más todavía. Dicen que en 1989 el diez por ciento más rico de la población ganaba 23 veces lo que percibía el diez por ciento más pobre, y que cuando usted se fue, en 1999, había subido a 24. O sea que durante sus dos gobiernos, con todo respeto, los pobres no disminuyeron, doctor, aumentaron".
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Es curioso que en medio de tanto periodismo agresivo, en que la televisión no deja diputado, senador ni ministro con cabeza, cuando hay oportunidad de dialogar con el ex presidente nadie pueda, o no quiera, demostrarle que nos está mintiendo. Menem no ignora que las cifras de la deuda externa además de oficiales son harto conocidas, pero se le permite alterarlas alegremente. "Recibimos una deuda externa de 90.000 millones de dólares y la dejamos en 120.000 millones", suele dibujar en el aire, como si tuviera una autorización celestial para modificar la historia. Pero, claro, si nadie muestra los datos delante de él, todo está bien. Aunque no lo esté.
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Es bueno preguntarse por qué la audacia televisiva no llega hasta el olimpo riojano. ¿No se le puede corregir un pequeño desfase de 53.000 millones de dólares? Porque sería tan simple decirle: "Señor, con todo respeto, aquí están los números oficiales y señalan que usted recibió en 1989 una deuda de 63.000 millones, no de 90, y cuando se fue la dejó en 147.000, no en 120. Su incremento fue del 130 por ciento. O sea que usted también ostenta el récord de aumento de la deuda externa desde que volvió la democracia".
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Menem suele quejarse de que los periodistas no dicen la verdad sobre su gestión de gobierno. Es la clásica proyección psicológica del que le endilga su falsedad al otro. Lástima que los números no lo ayuden. Ahora ha decidido adjudicarse una nueva proeza, que le era desconocida, y desde su sillón palaciego se regocija proclamando: "Hicimos 74.000 obras públicas". Admitamos que en el secundario puede haber llevado previa matemática, pero a dividir se aprende en la escuela primaria. Si gobernó diez años y medio (exactamente 3087 días), para hacer semejante cantidad de obras tendría que haber comenzado e inaugurado diariamente no menos de veinte, porque eso es lo que da la cuenta. ¿No merece entonces que alguien le repregunte de qué obras habla?
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Las cifras de la gestión de Menem están asentadas en libros oficiales, en informes técnicos de organismos internacionales, en bancos privados, en archivos periodísticos y -lo más importante- en las mentes ciudadanas. Sus dichos, sus promesas y sus desmentidos quedaron registrados en todos los diarios. Pero como es sabido que el paso del tiempo debilita la memoria, tal vez se podría armar una carpeta con todos los datos, para que algún periodista se la entregase, con todo respeto, frente a las cámaras.
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En cambio, si no se trata de un problema de memoria es porque el ex presidente está apelando a un viejo ardid de su maestro, el cual, según los auditorios, era capaz de relatar distintas versiones de un mismo episodio como le resultaran convenientes. Aquel gran prestidigitador de nuestra política también dibujaba cifras en el aire, porque descontaba que nadie se atrevería a desmentirlo. Si es así, a éste, su mejor discípulo, sólo le falta guiñar el ojo.
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Hugo Gambini es periodista.
PAOLA CECCONI


PROLIFERACIÓN DE APLICACIONES ESPÍAS

¿DE DÓNDE VENIMOS? ¿A DÓNDE VAMOS?



La publicidad sigue inundando la Red. Pero esta vez la popularidad viene de la mano de las llamadas "scumware", "thiefware" o "spyware"; aplicaciones espías que se instalan en la computadora del usuario sin su consentimiento y sin ningún tipo de aviso. Por lo general vienen incorporadas a programas FreeWare (gratis), ingresan en el disco rígido y se dedican a modificar las páginas web visitadas por los usuarios: subrayan links o reemplazan banners por otros.

Asimilada a un virus, pero con fines publicitarios, la aplicación "scumware" cambia sin permiso el contenido de un sitio de Internet. "Spyware" es una pequeña aplicación que envía datos de la computadora del usuario a otra exterior (generalmente de empresas de publicidad). El auténtico nombre es "adware" (ADvertissing Supported SoftWARE) y, aunque tiene una mecánica muy parecida a los troyanos, no es lo mismo porque al tener instalada esta aplicación el usuario no corre peligro de que le manipulen su computadora. "Scumware" lo que hace es enviar datos de la máquina del navegante, pero no modificar su disco.

Muchas versiones de Windows traen esta clase de elementos instalados desde su inicio. Por otro lado, muchos de los programas que se bajan de Internet también los contienen. Son programas conocidos y de empresas confiables. Pero se caracterizan por registrar nuevos hábitos y enviarlos -sin el consentimiento del navegante- al sitio de los creadores del software. Por eso los usuarios deben tener cuidado al utilizar la Web. El hecho de que un programa sea gratis no implica que no ocasione problemas adicionales.

Hay varias versiones de "scumware". FlashTrack y TopText son las más populares. Muchas de estas aplicaciones son stand-alone: desinstalarlas no afecta el funcionamiento del programa que originalmente las instaló (por ejemplo, el programa de intercambio de archivos AudioGalaxy). Otras, en cambio, son componentes fundamentales de los programas instalados y, por lo tanto, si son removidas el programa original deja de funcionar (tal es el caso del administrador de descarga de software Go!Zilla).


PROTOTIPO DE SCUMWARE

FlashTrack saltó a la fama gracias a las protestas de los usuarios de Google, quienes se quejaban porque cada vez que hacían una búsqueda recibían ventanas pop-up de publicidades relacionadas con la temática solicitada. Ante las numerosas acusaciones que lo involucraban el famoso buscador aseguró no ser el responsable de campañas publicitarias. Y no mentía. Poco después se supo que el autor era nada más ni nada menos que el software publicitario FlashTrack, una aplicación que reconoce 50 idiomas.

FlashTrack es la última novedad de una larga lista de "scumware". Sin que el navegante lo sospeche esta aplicación queda instalada en su computadora y pone en funcionamiento un mecanismo que se dedica a rastrear su actividad en 27 buscadores diferentes. El objetivo consiste en enviar avisos publicitarios vinculados con los intereses del usuario. De ahí que algunos internautas que utilizan motores de búsqueda en lugar de respuestas reciban publicidades en ventanas emergentes pop-under o pop-up. (Ver notas anteriores "La avalancha")


HAZTE FAMA

La otra famosa aplicación es TopText -de la compañía eZula-, que viene con algunos programas de intercambio de archivos como KaZaA y BearShare. Estos programas funcionan normalmente pero afectan otras funciones de las máquinas de los usuarios. Al instalarlos millones de navegantes han dado permiso para que en sus computadoras la empresa estadounidense eZula agregue el TopText.

Una vez que se encuentra en la máquina esta aplicación se dedica a examinar cada web que el navegante visita y la contrasta con una base de datos que reside en las computadoras de la compañía creadora del programa: eZula. Si en la web que el usuario está visitando el programa encuentra una palabra que está en esa base de datos, automáticamente la convierte en un enlace que lleva a la web de un anunciante de eZula, quien obviamente pagó para aparecer ahí. Esto quiere decir que sobre las palabras que le parecen significativas TopText genera enlaces que el webmaster original no deseó incluir. El programa desvía la búsqueda llevando al cibernauta a un sitio que incluye el mismo tema que él estaba buscando pero que pertenece a uno de los anunciantes de eZula.

A su vez, y para colmo, si en la página original existen palabras seleccionadas que sí tienen enlaces, el TopText los cambia y coloca vínculos a sus anunciantes, y no a quienes el propietario de la web haya querido enlazar. Por último, el programa modifica las páginas que el internauta visita y remarca con amarillo las keywords (palabras claves) relacionadas con los anunciantes de eZula.

El resultado del accionar de TopText consiste, entonces, en páginas llenas de hipervínculos que parecen haber sido generadas por el dueño del sitio pero que, en realidad, pertenecen a un tercero. Esto perjudica, por un lado, a los creadores de la página donde el usuario iba a dirigirse originalmente y, por el otro, al propio navegante, a quien se le modifica el destino de su búsqueda.


AUNQUE NO LO VEAMOS

El primero en la lista de utilidades "scumware" fue Microsoft, con sus famosos SmartTags, que convertían palabras o nombres de empresas en enlaces. Estos enlaces abrían ventanas pop, que eran controladas por los creadores de los SmartTags, y se podían realizar en todo tipo de páginas, tanto personales como comerciales. Luego de una oposición masiva Microsoft rechazó la implementación de los SmartTags en su Windows XP.

Otra aplicación de este tipo es, por ejemplo, el sistema de WebBlaster de Assoziations-blaster, que no sólo crea enlaces sino que además introduce una ventana pop-up que tapa el contenido de la página. Una violación absoluta al diseño original. Por su parte, Goodi también es del tipo "scumware", aunque no modifica tanto la página como lo hacen otras aplicaciones, ya que instala un marco debajo del navegador. Además, identifica palabras en el contenido de la web para avisarle al usuario que existen ciertos enlaces.

Finalmente, quien despertó la ira de muchos webmasters fue Gator, de la compañía Gator. Esta aplicación reemplazaba los banners de las páginas originales por otros de sus clientes. Además, permitía guardar las contraseñas que se usaban en la web, e incluía el Offer Compañon, una aplicación que estudia los hábitos del usuarios y les envía luego publicidad relacionada con sus gustos. Algo similar a un programa que realiza recomendaciones de compra.

Gator también se distribuye sin avisar de sus peculiaridades junto a programas como AudioGalaxy o Go!Zilla. Por otro lado, resulta imposible desinstalarlo: si el usuario lo inhabilita, Gator logra reconfigurar Windows para ejecutarse en cada inicio. De todas formas, en cuanto a la imposición de banners de empresas con las que firma acuerdos, Gator terminó su metodología de reemplazo para no tener problemas legales.


BUSCAR LA CURA

En el sitio http://scumware.com se explica claramente qué tipo de programas contienen scum y qué correcciones son necesarias para evitar esos engaños y para seguir usando los programas sin perjuicios adicionales. Porque, además, eliminar estas aplicaciones parece a veces traer más inconvenientes que otra cosa. Para FlashTrack, por ejemplo, ni el procedimiento tradicional de Windows para quitar programas, ni la versión actual de Ad-aware (detector de software publicitario) dieron resultados a quienes hicieron el intento. De todas formas, el antivirus McAfee, que clasifica al programa como un troyano, sirve para este caso, y se basa en un método eficaz y sencillo: buscar en el disco rígido un archivo con el nombre FTAPP.DLL y eliminarlo. De esta forma el usuario puede dar por finalizada su relación con FlashTrack.

En cuanto a TopText, a diferencia de FlashTrack, las últimas versiones de Ad-aware lo detectan sin muchos problemas, y pueden bajarse en forma gratuita de http://www.lavasoft.de. Una vez instalado, el usuario debe pedirle que revise todos los discos rígidos de su computadora. En el caso de encontrar "spyware" aparecerá una lista con el o los nombres de las aplicaciones y la compañías productoras. Go!Zilla, por su parte, incluyó en las nuevas versiones una advertencia para el usuario, que aparecerá en la pantalla antes de dar comienzo a la instalación.

Por último, si el usuario quiere instalar un programa pero duda de lo que éste pueda traer escondido, en el sitio http://www.spychecker.com se puede bajar -de forma gratuita- Spychecker, que permite la búsqueda de dicho programa en una base de datos que contiene información sobre aplicaciones espías.


ABSURDA LEGALIDAD

Si bien es verdad que la instalación de "spyware" es -en algún punto- legal, lo cierto es que estas nuevas técnicas de anuncios infringen los derechos de los consumidores y violan las leyes de propiedad, al cambiar el contenido y el diseño de un sitio Web. De hecho, por esa razón las compañías que las distribuyen se defienden con el argumento de que el usuario autoriza la instalación cuando acepta el Acuerdo de Licencia del Usuario Final (EULA). Sin embargo, es sabido que prácticamente nadie lee este contrato, ya que suele ser muy extenso y demasiado técnico para el usuario común. Es, justamente, en esa actitud desinteresada del usuario en la que se basan las mencionadas compañías para imponer sus programas intrusos. Los que desarrollaron estas aplicaciones dicen, además y a su favor, que sirven para conocer los gustos de los clientes, lo cual es verdad. El problema es que no piden autorización para llevar a cabo esas prácticas abusivas.

Gracias a este sistema se puede lucrar con cualquier página web. Se la deforma y se utiliza su publicidad sin el permiso del propietario legal del sitio y, por supuesto, sin pagarle ni un centavo a aquél dueño. No hay leyes que legislen esta situación. Así, el derecho de autor pasa absolutamente desapercibido. Ahora, ¿qué sucede -por ejemplo- cuando el perjuicio económico es realmente importante? ¿Qué pasa con un comerciante al que su competidor lo llenó de publicidad en su propia página? Sólo para citar un caso: en el sitio de una conocida gaseosa se podría hacer que clickeando en la palabra clave "bebida" se vaya a un anuncio de la competencia. La Ley lo ampararía. Con este tipo de aplicaciones no sólo se amenaza el derecho de autor, sino también el de la libre competencia: ¿qué puede esperar el creador de una página web al poner enlaces en su sitio, si millones de potenciales visitas lo van a ver de otra manera, si millones de usuarios verán su creación de una forma en la que no fue hecha?

Actualmente compañías como Microsoft y eZula cuentan con una increíble impunidad jurídica. De hecho, hoy en día un editor de software no está obligado siquiera -desde el punto de vista legal- a corregir los errores reconocidos y documentados, sean o no voluntarios. De ahí que cualquier empresa que desarrolle software sea libre de vender lo que quiera sin importarle las consecuencias. En este caso, como en tanto otros, la comunidad cibernética necesita de la sanción de una ley que proteja ciertos derechos: los del autor, pero también los del usuario.

Paola Cecconi


COMPAÑÍAS DESARROLLADORAS DE "SPYWARE".

Entre las empresas más conocidas se encuentran:

ADSERVER
http://www.adserver.com

GATOR
http://www.gator.com

EZULA
http://www.ezula.com

GOHIP
http://www.gohip.com

REAL NETWORKS
http://www.realnetworks.com

COMET CURSOR
http://www.cometcursor.com

CYDOOR
http://www.cydoor.com

DOUBLECLICK
http://www.doubleclick.net

WEBFERRET
http://www.webferret.com

WEBHANCER
http://www.webhancer.com









LA SOMBRA DEL MAL
Por Luis Sicilia

Según el senador Eduardo Duhalde, Estados Unidos tiene la actitud que tiene con
la Argentina- fría, distante, confusa- porque su gobierno prioriza temas más
graves en otros lugares del mundo donde están en juego el flujo de petróleo
para occidente, el posible uso de armas atómicas en conflictos que puedan
suceder entre la India y Pakistán, y las amenazas del fundamentalismo islámico y
el terrorismo.
En realidad lo que absorbe la atención de Bush en estos días son los casos de
corrupción que involucran a las principales empresas de ese país, por miles de
millones de dólares. El imperio no se derrumbará por ello porque entre otras
cosas descargará el peso de esa crisis sobre los países entrampados en el modelo
global, entre ellos la Argentina.
Duhalde sabe que Bush no lo quiere y que por diversas vías le hizo saber que
debe convocar a elecciones una vez que se reinicien las conversaciones con el
Fondo. Ese habría sido el mensaje que le trajeron de Washington el canciller
Carlos Ruckauf primero y el ministro Lavagna después. Para mayor contrariedad,
una mano peluda le armó la tragedia de los piqueteros muertos, algo semejante a
encender la mecha de una bomba social de imprevisibles consecuencias.
En ese escenario, sobrevuela una sombra inquietante: la figura de su enemigo
Carlos Menem, empeñado en volver a la Casa Rosada con el respaldo de la derecha
republicana, que lo considera su hijo, putativo. Esas andanzas del riojano
están generando cambio de lealtades , desplazamientos de hombres e intereses en
la endiablada interna del PJ. Con ese trasfondo Duhalde llegó a decir que la
muerte de los piqueteros era parte de un complot destinado a sacarlo ya del
interinato presidencial. Animados por esa visión de los hechos, entre los
colaboradores más cercanos del presidente la teoría de la conspiración se
corporizó en algunas figuras emblemáticas de la derecha peronista, donde tiene
marquesina de lujo el hombre de la risa eterna, a quien le atribuyen una
repentina aproximación a la tienda del ex presidente.
La situación argentina es tan critica que excede el contexto de un calendario
electoral. En un país donde según las principales encuestas, Gallup entre
ellas, ocho de cada diez personas no adhieren a ningún partido ni líder
político, resulta de ciencia ficción hablar de votos y candidatos.
Si el gobierno insiste con el argumento conspirativo y no le mete mano al
conflicto social, con soluciones puntuales que le pongan un corralito al hambree
y el desempleo, la calle se lo va a cobrar y con creces. Su pretención de seguir
siendo el gran caudillo bonaerense se le está viniendo abajo. Es justamente en
la provincia de Buenos Aires donde el desempleo ronda el 30 por ciento, con una
fuerte suba cotidiana en el conurbano. En los primeros cinco meses del año la
caída promedio de los salarios llegó al 21, 6 por ciento y si la evolución de
los precios en constante alza por efectos de la devaluación se mantiene en los
términos actuales, la pérdida del poder adquisitivo de la gente llegaríia a ser,
a fin de año, del 46 por ciento.
Duhalde cree que recuperó la sonrisa del Fondo, que le aflojó la soga aunque lo
mantiene de pie sobre el banquito. Se pone furioso cuando le dicen que Menem
quiere volver. El riojano es su pesadilla, aunque siempre subyace en el fondo de
la noche la certeza de que entre ambos no existen contradicciones antagónicas.
De última, en la lucha por el poder siempre se puede negociar una y otra vez .
Al presidente le entusiasma la idea de frenarlo a Menem dejándole el campo
electoral preparado a Carlos Reutemann, en su opinión el único peronista capaz
de unificar al movimiento y llevarlo al sillón de Rivadavia. La otra pesadilla
del senador tiene que ver con lo que está ocurriendo en el interior de la
policía bonaerense, cuya interna aparece extramente mimetizada con la del PJ .





Vencer el hambre, ¿una utopía?

Por Jacques Diouf (*)

La indiferencia de los países ricos ante la cumbre de la FAO, llevada a cabo en Roma del 10 al 13 de este mes, que terminó en un fracaso, pone seriamente en duda los compromisos para reducir el hambre tomados en la cumbre de 1996. Veinticuatro mil personas mueren a diario por la falta de comida (*)


"Tenía que ser la cumbre de la acción y, como estaba previsto, fue la asamblea de las palabras. Tras cuatro días de discursos por parte de los representantes de 183 naciones, la segunda reunión mundial para la lucha contra el hambre y la desnutrición concluyó en un resonante fracaso. Durante las 80 horas que duró en encuentro, murieron 72 mil famélicos en el mundo". El encabezado del artículo de un prestigioso corresponsal (1) lo dice todo: a los países ricos, de los cuales solo dos estuvieron representados en la reunión por sus máximas autoridades (el español José María Aznar, en su calidad de presidente en ejercicio de la Unión Europea, y el italiano Silvio Berlusconi, por el país anfitrión) no les importa en absoluto el problema del hambre en el mundo. Jacques Diuf, director de la FAO, reconoció que no se logró establecer acuerdos para obtener los 24 mil millones de dólares necesarios para reducir a la mitad el número de 800 millones de hambrientos del planeta.
A pesar de la abundancia de víveres, más de 800 millones de personas siguen yéndose a dormir con el estómago vacío; miles de niños mueren a diario como consecuencia directa o indirecta del hambre y de la subalimentación crónica. En momentos en que las riquezas acumuladas en el mundo permiten mantener abierta la esperanza, la pregunta sigue siendo la misma: ¿se acabará con el hambre?
Por cierto, se registraron algunos avances en la lucha contra el hambre: durante el siglo XX la producción de alimentos aumentó a un ritmo más sostenido que la población mundial, que llegó a ser más del doble. Sin embargo, la desigualdad de acceso a la alimentación y a los medios de producción sigue impidiendo a millones de seres humanos gozar del derecho más fundamental: el de alimentarse según sus necesidades. Y queda mucho por hacer para garantizar a todo el mundo una alimentación sana y nutritiva. En noviembre de 1996, los representantes de 186 países y de la Comunidad Europea -112 de los cuales estaban representados por sus jefes de Estado o de gobierno- colocaron un primer jalón, en ocasión de la Cumbre Mundial de la Alimentación. Se habían fijado un objetivo a la vez ambicioso y modesto: reducir al menos a la mitad el número de personas subalimentadas antes de 2015.
Sin embargo, a pesar de las resoluciones y del impacto mediático de la cumbre de 1996, el problema del hambre en el mundo -una mancha en la conciencia de la humanidad- persiste y hasta se agrava en ciertas regiones. Las cifras son elocuentes: el número de personas subalimentadas en todo el mundo está estimado en 777 millones en los países en desarrollo; 27 millones en los países en transición y 11 millones en los países desarrollados.

Prioridad a la agricultura

La subalimentación es muy común entre los niños de la mayoría de los países en desarrollo, y es particularmente grave en el África sub-sahariana y en el sudeste asiático. Cerca de 156 millones de niños de menos de cinco años son víctimas de desnutrición proteino-energética, y unos 177 millones sufren de retraso en su crecimiento, señal de subalimentación. Cerca del 17% de los recién nacidos de los países en vías de desarrollo evidencian un retraso en su crecimiento intrauterino, clara prueba de subalimentación de las mujeres embarazadas.
¿Se alcanzará algún día el objetivo fijado en 1996? La persistencia del hambre en un mundo de abundancia -a veces, de opulencia-, ¿no requiere de nuevas iniciativas mundiales? ¿Cómo hacer para mobilizar mejor una voluntad política sin fallas y recursos suplementarios para vencer la plaga? Es el desafío de la "Cumbre mundial de la alimentación: cinco años después", que reunió del 10 al 13 de junio en Roma, a jefes de Estado y de gobierno, responsables de organizaciones internacionales intergubernamentales y no-gubernamentales, dirigentes de instituciones internacionales de financiamiento y representantes del sector privado.
En julio de 2001, en Génova, Italia, la cumbre del G8 (2), donde la FAO fue invitada, confirmó que el principal objetivo de una estrategia común de reducción de la pobreza sigue siendo el acceso a una alimentación adecuada y el desarrollo rural. Todos los esfuerzos deben centrarse en la reactivación de la productividad agrícola, más aun teniendo en cuenta que la ayuda brindada a ese sector constituye una parte no despreciable de la ayuda pública al desarrollo. Así, deberá acentuarse fundamentalmente el apoyo a las políticas agrícolas nacionales y a la formación de técnicos agronómicos. Al respecto, el G8 respaldó en particular la cooperación Sur-Sur, que juega un papel central en la transferencia de tecnologías adaptadas a las condiciones socioeconómicas en que trabajan los campesinos pobres, respetando al mismo tiempo las exigencias ecológicas (3). El G8 decidió además dar prioridad a las regiones más afectadas, en particular el África sub-sahariana y el sur de Asia.
La agricultura constituye un elemento clave, pues la subsistencia de la mayoría de los mal alimentados depende de dicha área de actividades. En 1999, el 60% de la población total de los países en desarrollo vivía en zonas rurales, a la vez que la parte de la agricultura en la mano de obra total era también cercana al 60%. En muchos países con elevada tasa de sub-alimentación, la agricultura representa más del 25% del Producto Nacional Bruto (PNB) y garantiza, directa o indirectamente, la subsistencia del 70% de los pobres y de las personas que sufren de inseguridad alimenticia. Por otra parte, la mayoría de las personas carenciadas que viven en zonas urbanas provienen del campo, donde ya no pueden asegurar la subsistencia de su familia.
Por lo tanto, será necesario invertir aun más en ese sector de actividad. Lamentablemente, muchos países en desarrollo no destinan al mismo recursos suficientes, a pesar de tratarse del motor de su economía. Y los países desarrollados, al igual que las instituciones financieras internacionales, redujeron la ayuda consagrada a ese sector. Sólo en 1999 las subvenciones atribuidas por los miembros de la Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico (OCDE) a su propia agricultura, se estimaban en 361.000 millones de dólares, es decir, el 1,4% del PNB total. Esas cifras son considerables, sobre todo comparadas con la ayuda oficial otorgada a la agricultura de los países pobres, que sólo fue de 7.400 millones de dólares en 1998. Esos datos ponen en evidencia que los campesinos de los países industrializados reciben ayuda por un monto 48 veces superior al destinado a los agricultores de los países pobres. Esta situación, aunque sea acorde con las disposiciones de los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) incita a interrogarse sobre la equidad de estos últimos.
El costo económico del hambre es exorbitante, tanto para los individuos como para las sociedades. El hambre lleva a la enfermedad y a la muerte; obliga a las familias a gastar sus escasos recursos en atención sanitaria; limita las capacidades de aprendizaje de los niños; disminuye la productividad e impide a las personas explotar sus capacidades naturales; frena el crecimiento económico y deja a las naciones sin medios para alcanzar un nivel de desarrollo aceptable. Según un reciente estudio, el Producto Bruto Interno (PBI) por habitante en África sub-sahariana, que no supera los 800 dólares anuales, sin desnutrición hubiera podido situarse entre 1.000 y 3.500 dólares en 1990.
Otro problema de envergadura es el Sida, que se propaga rápidamente en las zonas rurales de los países en desarrollo. La epidemia amenaza la seguridad alimentaria y compromete la capacidad de producción. Las cifras son terroríficas: desde 1985 la enfermedad cobró la vida de unos siete millones de trabajadores agrícolas en los veinticinco países más afectados de África. Otros dieciséis millones podrían morir desde ahora hasta el 2020, debido a lo cual algunos países podrían perder hasta una cuarta parte de su mano de obra agrícola.
La lucha contra el hambre en el mundo no es solamente un imperativo moral: representa además un factor benéfico para la economía y la seguridad de todas las sociedades. En efecto, el hambre es muchas veces no el resultado, sino la causa de conflictos y de disturbios civiles, e influye directamente sobre el éxodo rural y la emigración. Una persona con hambre es capaz de lo peor.
En consecuencia, la comunidad internacional debe concebir la erradicación del hambre en cualquier punto del globo como parte integrante de los imperativos de solidaridad planetaria, y debe adoptar todas las disposiciones necesarias para cumplir con sus obligaciones al respecto. Las naciones industrializadas deben fundamentalmente dar una mayor financiación, facilitar la transferencia de tecnologías apropiadas, reducir la deuda externa, abrir sus mercados, evitar el dumping de bienes excedentarios y garantizar términos de intercambio equitativos. En cuanto a los países en vías de desarrollo, deben destinar una parte suficiente de su presupuesto a ayudar a los agricultores pobres, poner en marcha políticas que favorezcan la producción agrícola, y especialmente el dominio del agua; estimular las inversiones privadas locales y mejorar el acceso a la propiedad de la tierra, a los insumos, al conocimiento, a los mercados y al crédito, en particular para las mujeres.
No existe ninguna panacea contra el hambre y la subalimentación, y las soluciones no son simples. Sin embargo, es posible lograr resultados si los Estados y la comunidad internacional transforman sus compromisos en acciones concretas. La batalla será difícil, pero con el apoyo de la opinión pública y de las personas de buena fe y de buena voluntad de todo el mundo, el derecho humano más elemental -el derecho a la alimentación- puede y debe convertirse en realidad.



1 Julio Argañaraz, "Terminó en un fracaso la cumbre mundial contra el hambre", Clarín, Buenos Aires, 14-6-02.
2 El G-8 comprende a Estados Unidos, Canadá, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Japón y Rusia.
3 Roland-Pierre Paringaux, "Cooperation Sud-Sud au Sénégal", Le Monde diplomatique, París, marzo de 2001.


(*)Director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).