Saturday, July 20, 2002

De farabutes, mequetrefes, embarazadas y homosexuales


Por Osvaldo Bayer
Sí, fue una información muy argentina. Esa que leímos por Internet los que estamos lejos. Menem y Patti, candidatos a presidente y gobernador. Y los dos sonrientes, aplaudidos por su cohorte de conocidos. Dios los cría y el dios argentino los junta. Un farabute y un mequetrefe, diría Caras y Caretas en los años treinta. Un ex preso de Don Torcuato y un torturador, diría un sociólogo exacto. Un contrabandista de armas y un maldito de la bonaerense, diría un periodista sin miedos. Y el lector miró la foto con los dos sonrientes y pellizcándose, dijo: ésta es la Argentina futura. La de siempre pero futura. Si ganan se hará la reivindicación tan esperada y el teniente general Videla pasará a ser titular de la Secretaría de Derechos Humanos. ¿Demasiada imaginación? No, una salida histórica como la llamaría Hadad. Y todos marcharíamos al Tedéum de acción de gracias, con presencia de cardenales y obispos, donde se leería una esquela de felicitación de George doubleiú. (Y por voto unánime de las Cámaras se aprobaría dar el título de “Héroe de Malvinas” al teniente general Galtieri y una indemnización vitalicia.) Y por supuesto crear el “Día del Nonato” tal cual lo proyectó, con gesto altruista, el presidente Menem para censurar definitivamente a los defensores de la despenalización del aborto. Y para todos los militares, una indemnización por obediencia debida.
La ironía se va volviendo triste porque el temor va aumentando, es decir que lo que se dice como una pulla electoral, se convierte en realidad.
Pero empezamos ya el retroceso definitivo adaptándonos definitivamente al modelo mundial. Teniendo a Menem y a Patti nos globalizaremos en forma rasante, pasaremos a ser un país serio, entre los predilectos del poder real. Tendremos dos especializados: el que arrasó con todo y a quien le brillan los ojos cuando tiene la picana en mano.
Pero no todo da lugar al pesimismo. Ese día, cuando vimos la foto de los dos salvadores abrazándose los hombros, se produjo aquí en Alemania algo que nos dice que pese al cuadro fantasmagórico que nos presenta el mundo hoy, se prenden luces, nacen flores en los desiertos, se oyen voces de protesta aun en los cuarteles. Se produjo algo inusitado, que nadie lo hubiese creído: el Partido Demócrata Cristiano alemán, ultraconservador, nombró como candidata a secretaria de la Familia, la Mujer y el Niño, a una joven, de apenas 28 años, soltera, con un hijo de cuatro años y embarazada en este momento del segundo hijo. ¿Cómo, los conservadores que además se llaman cristianos reconocen a una mujer soltera con hijos como encargada de los asuntos familiares de toda Alemania? ¿Cómo dice? Parece un chiste alemán. Pero no, fue una resolución seria. Claro, por supuesto hubo una institución que se opuso a muerte y se hizo la indignada: los cardenales y obispos católicos se dirigieron al Partido Demócrata Cristiano para que no usaran más la C en su sigla –CDU–, que la eliminaran. ¿Por qué? Porque habían faltado a los principios cristianos al aceptar a una soltera embarazada (es decir, en pecado) como secretaria de Familias. ¡Qué principios! Qué santa indignación. Para ser madre hay que tener el papelito oficial de casada. Si no se cae en pecado mortal. Con este destemplado veredicto de los príncipes católicos, la población se sintió mancillada, principalmente las mujeres. En una encuesta que hicieron los diarios, el 85 por ciento de la población dio su entusiasta apoyo a la soltera embarazada. Hay más amor, a veces, en las uniones desprendidas que en aquéllas con papelito legal y bendición papal, es decir, con la bendición del obispo con bonete. Para mayor simpatía, la soltera embarazada futura secretaria de Estado –si triunfa en las elecciones– es bella. El amor es bello y embarazado, señores curas católicos.
Pero hete aquí que, esta vez los ministros de la religión tuvieron mala suerte. En esos días se descubrieron tres nuevos casos de pedofilia entre los curas católicos. Era la gota que hizo rebalsar el vaso, después de los casos de los curas católicos norteamericanos que habían abusado de niños, ahora se venía a levantar el velo en algo que siempre se tuvo escondido. En Alemania, para no hablar de los demás países de Europa donde los mismos delitos guardan una aproximada proporción, han sido condenados por la Justicia sacerdotes y monjes por abusar o violar chicos entre 4 y 12 años y niñas entre 8 y 14 años. Casi todas las víctimas han sido monaguillos o menores que concurrían a la doctrina para tomar la comunión. Justo el día en el que los cardenales protestaban por el nombramiento de la joven soltera embarazada como secretaria de Familia, la Justicia daba a conocer que en el obispado de Mainz se había iniciado una causa contra un sacerdote que había abusado sexualmente de un adolescente durante años.
La pregunta es, hasta cuándo la Iglesia va a seguir con su política de castidad obligatoria para con sus monjes y sacerdotes. En eso Lutero fue un benefactor cuando permitió el casamiento de sus pastores y la formación de familias. La irracional castidad de hombres de por vida lleva –con las libertades que se va tomando la vida moderna– a una existencia de autocastigos que puede conducir no sólo a los actos solitarios sino a las violaciones de quienes no saben defenderse. En vez de abrir la vida del amor a los religiosos, se los obliga a la simulación. ¿Cómo se devuelve la salud mental a las víctimas de tales violaciones por parte de los denominados representantes de Dios? ¿Acaso rezando?
Otro golpe sufrió en esta semana el oscurantismo cuando la Corte Suprema de Alemania Federal aprobó definitivamente la ley de reconocimiento legal al matrimonio de homosexuales, con los mismos derechos que los matrimonios de hombre y mujer. Con esto se dio un gran paso adelante de terminar con ilegalidades y ocultismos. Todo a la luz del día y en reconocimiento de que los homosexuales no son “degenerados”. La ley fue llevada adelante por socialdemócratas y verdes, contra la oposición de los demócratas cristianos. En Irán, todavía los homosexuales son condenados a muerte, como en la Edad Media se hacía en los países católicos. Por fin se vencieron oscurantismos y preconceptos. Un paso adelante en este país como ya ha ocurrido en otros países europeos.
Pero otro mal momento ha vivido la jerarquía católica: un núcleo de mujeres que trabajan en las iglesias se proclamaron sacerdotisas, con el mismo derecho que los curas. Con la pregunta: ¿Por qué las mujeres no? ¿Acaso los hombres son más sabios y santos? Los cardenales y los obispos se han puesto sus bonetes y han comenzado a elaborar el castigo. Pero a esa corriente no la van a poder frenar más.
Lo mismo ya ocurrió con el aborto hasta que, finalmente, los principales países europeos aprobaron leyes sabias que tienen en cuenta no sólo al derecho a la vida del concebido sino también al de la mujer embarazada. Por eso fue tan ridícula la propuesta de Carlos Menem, después de visitar al Papa, de establecer el Día del Nonato. Los problemas se solucionan, o se buscan solucionar, en el diálogo y en la comprensión de los problemas de todos y no con teorías oscurantistas. Ni con prohibiciones ni con picanas eléctricas, señores candidatos. Con el consenso, con la libertad y con la dignidad para todos.



Friday, July 19, 2002


LOS VISITANTES DEL DR. LAVAGNA

PASEN Y VEAN

El 22 de julio estarán en Buenos Aires, prestos a hacer sus recomendaciones sobre la economía y las finanzas argentinas. Qué se puede esperar de esta comisión de notables. Las expectativas del gobierno y de los bancos. El enésimo round entre Economía y el Banco Central. Los deseos del Fondo. Temas clave: corralito y sistema bancario.

El sueño del más polémico economista norteamericano, Rudiger Dornbusch, parece que comienza a cumplirse. El 22 de julio arribará a Buenos Aires una comisión de cuatro expertos en política monetaria que analizará la crisis argentina y elaborará recomendaciones tanto al gobierno como al FMI para hallar alguna solución a los problemas financieros y bancarios del país. ¿Serán D'Artagnan y los tres mosqueteros o los cuatro jinetes del Apocalipsis?
Todo indica que el paso de los notables por Argentina será breve. Apenas rondará las 48 horas. El gobierno toma la visita como una gota de agua en el desierto: por primera vez desde que asumió hay una señal concreta de que la crisis argentina ingresó a la agenda mundial. Y el solo hecho de que la comisión esté integrada por miembros ajenos al plantel del FMI ya es valorado como un triunfo.
Sin embargo, los pergaminos de los economistas seleccionados no invitan a pensar que sus propuestas serán más heterodoxas que las que acostumbra plantear el Fondo. El escocés Andrew Crockett, por ejemplo, fue técnico del organismo financiero y directivo de la OCDE, la organización económica de los países ricos. Es visto como uno de los posibles sucesores de Horst Köhler al frente del FMI, especialmente por la Reserva Federal estadounidense que, como se sabe, no es amiga de seguir asistiendo a los países que hasta no hace poco recibían la denominación de emergentes. Actual director general del Banco de Ajuste de Basilea -encargado de fijar desde Suiza las regulaciones para los bancos centrales del mundo-, su máxima es la disciplina del mercado. Apoya el libre flujo de actividades financieras, siempre y cuando exista un banco central sólido y con capacidad de control de todas las transacciones. Crockett no sólo fue, desde la primera hora, un objetor de la convertibilidad, sino también de cómo se terminó con ella. "Se tuvo un plan de entrada, pero nunca uno de salida", sentenció.
Luis Ángel Rojo, bautizado por la prensa de su España natal como "El Guardián de los Precios", es tal vez el más pintoresco de los cuatro. Este hombre de 68 años no sólo obtuvo una especie de Oscar al mejor gobernador de bancos centrales europeos, sino que también fue designado como miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Se sumó a la comisión gracias a la expresa gestión del premier español José María Aznar, cuyo país es uno de los que poseen mayores intereses bancarios en Argentina. Durante su mandato como gobernador del Banco Central español entre 1992 y 2000 redujo la tasa de interés al 5 por ciento y guió a su gobierno en tres direcciones: reducir el déficit, ajustar el gasto público y favorecer la apertura de los sectores protegidos.
El inglés John Crow, acérrimo defensor de la flotación cambiaria, presidió durante la década del 80 el Banco Central de Canadá, uno de los países que integran el G-7. En su gestión, para superar los problemas inflacionarios, estableció una fuerte disciplina fiscal y monetaria para frenar la suba de precios. Cumplió con su objetivo: logró reducir el índice inflacionario anual al 2 por ciento.
De los cuatro, Johannes Tietmeyer es el hombre más cercano a Köhler y, por lejos, el más escéptico con el futuro de Argentina. Ex presidente del Bundesbank alemán y uno de los máximos impulsores del euro, es tan ferviente católico como militante de la ortodoxia monetaria. Mientras participaba de la integración monetaria del Viejo Continente, el germano fue categórico: "Estoy en contra de las intervenciones excesivas de los estados bajo formas de ayuda o regulaciones. Los estados deben aprender a autolimitarse".
¿Qué se puede esperar, entonces, de la comisión de notables? Köhler, en un comunicado oficial del FMI, señaló que los expertos "aconsejarán al gobierno y al FMI" estudiar "un anclaje monetario para controlar la inflación y otros aspectos institucionales, como la independencia del BCRA, componentes críticos para un programa de estabilización fuerte y amplio". Pero el comunicado no fue explícito en lo que, seguro, será la mayor preocupación de los notables: cómo reconstruir el sistema bancario. Y la reconstrucción no será posible si no se encuentra primero alguna salida para el corralito.
Otros visitantes del FMI, Anoop Singh y John Thornton, ya habían recomendado "liberar" el corralito con un bono compulsivo y no intervenir en el mercado de cambios. El equipo de Roberto Lavagna, en cambio, se resiste a tomar esas medidas. Asegura que devendrían en una estampida inflacionaria y en una huida impredecible del dólar. Por eso aspira a que los expertos autoricen a recibir depósitos en dólares, pero con garantías de cobro en el exterior.
El Banco Central, en cambio, es más escéptico en relación con los aportes que pueda hacer esta comisión. Más bien apuesta a un sinceramiento del sistema bancario. Su presidente, Aldo Pignanelli -un hombre de suma confianza del presidente Eduardo Duhalde-, manifestó que el sistema bancario está concentrado y, por ende, sobredimensionado: "El 40 por ciento de los bancos -dijo- maneja el 80 por ciento del negocio". Por lo visto, ante la visita de los notables emergerá la ya clásica interna entre el Central y Economía. Mientras que Pignanelli asegura que hará "todo lo que la comisión recomiende", en Economía subrayan que los notables sólo harán recomendaciones no vinculantes. Si bien por lo bajo admiten que cumplirlas es el único camino para mantener un puente con el FMI.
"Los expertos realzarán un sentido de ortodoxia y prudencia bancarias. Discutirán un nuevo sistema financiero, pero no traerán ideas como la implementación de garantías en el exterior o anclajes fijos del tipo de cambio. Ninguna de esas ocurrencias pasa por la cabeza de esta gente", opina José Carlos Jaime, economista y antiguo conocedor de los miembros de la comisión (trabajó con Crockett). Un ex funcionario del Ministerio de Economía ligado a la negociación de la deuda externa, que trató con los futuros visitantes, coincide con Jaime. Señala, además, que la comisión traerá un preinforme basado en datos proporcionados por el FMI. "El ministro tiene fuertes esperanzas, porque esta visita puede convertirse en el catalizador de un acuerdo con el FMI. También puede salvarles la cara a varios: si recomiendan el bono compulsivo, el gobierno se despegará de la paternidad de la idea. Pero habrá que ver si es el momento político para implementarla."
Luis García Martínez, miembro de la Academia de Ciencias Económicas y ex asesor de la Asociación de Bancos de Argentina, conoce muy bien el pensamiento de la City. Asegura que la comisión no despierta el mayor entusiasmo entre los banqueros. "Puede ser que recomienden la implantación compulsiva de bonos para salir del corralito, pero éste es un gobierno muy débil. Es una ingenuidad creer que se pagará un gran costo político sólo porque lo digan los expertos."
El consultor de empresas José Luis Espert prefiere subrayar por qué esta comisión es una buena alternativa para el FMI. "Mientras el gobierno busca prestigio, el Fondo sabe que si no llega a un acuerdo y Argentina entra en default con él, el organismo se descapitalizaría y quedaría mal parado frente a la administración Bush, que nunca simpatizó con el organismo. Ésta es una manera de no dar por cerradas las negociaciones."
Uno de los economistas más críticos con la comisión es Claudio Lozano, miembro de la CTA. Asegura que sólo demuestra que el gobierno no tiene posibilidad de llevar a cabo una política económica sin acordar con el FMI. "Entonces -dice- transfiere el poder. El panel de notables más bien parece un conjunto de gerentes extranjeros llamados a controlar la economía argentina. Sólo servirá para trasladarle a la sociedad mayor deuda pública y a los ahorristas el costo de la crisis financiera. Se entregará a la banca extranjera el rediseño del sistema. Duhalde ha cedido a los beneficiarios de la etapa pasada la definición de los términos para salir de la crisis."
Los notables vienen marchando. Pero no son los únicos. La semana pasada pisó Buenos Aires Otto Reich, enviado por la administración Bush para reclamar un plan económico "sólido y sustentable". No sólo eso, también se animó a trazar un perfil de cómo debería ser el próximo presidente. El 1º de agosto, a su vez, arribará el todopoderoso secretario del Tesoro Paul O'Neill, el más crítico a los paquetes de ayuda financiera. Vendrá ya con el informe de los notables bajo el brazo y después de visitar Brasil. Probablemente sea él quien tenga la última palabra. ¿Será ésta la profecía de Dornbusch, cuando dijo a 3 puntos que Argentina debía entregar el manejo de su economía a manos extranjeras?





Andrew Crocket
Escocés de nacimiento, es el actual gerente general del Banco de Ajuste de Basilea, encargado de fijar las normas que regulan a los bancos centrales del mundo. También participó del FMI y de la OCDE.
Su máxima disciplina es el mercado. Apoya el libre flujo financiero si existe un banco central con capacidad de control.

Johannes Tietmeyer

Dirigió en los 90 el Bundesbank alemán. Fue uno de los mayores impulsores del euro. De los cuatro, es el más cercano a Köhler.
De formación monetarista ordodoxa, se opone a las intervenciones de los estados bajo forma de ayuda o de regulaciones. Es el más escéptico en relación al futuro argentino.

Luis ángel Rojo

Ex gobernador del Banco Central de España entre 1992 y 2000. Integra la comisión por expreso pedido del primer ministro de su país, José María Aznar.
Guió a su gobierno en tres direcciones: reducción del déficit, ajuste del gasto público y apertura de sectores protegidos.

John Crow

El economista inglés presidió el Banco Central de Canadá en la década del 80, cuando ese país tenía importantes problemas inflacionarios. Llegó a bajar el índice al dos por ciento anual.
Acérrimo defensor de la flotación cambiaria, en su gestión estableció una fuerte disciplina fiscal y monetaria.






MITO Y NATURALEZA EN LA SOCIEDAD GLOBAL

AUTOR: JORGE CONTI


Ideas tomadas de una entrevista al arquitecto y filósofo Paul Virilio en el mes de noviembre del año pasado.

-El atentado de Sarajevo en 1914 encendió la primera guerra mundial. Los atentados a las Torres Gemelas prepararon la primera guerra de la globalización.

-Los filmes de guerra durante la década de los ’40 marcan un acoplamiento entre la industria del cine y la Segunda Guerra Mundial.


-El cine catástrofe es contemporáneo de los atentados del Septiembre Negro en Jordania durante 1979 y de los atentados de los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972.


-Hiroshima y Nagasaki cambiaron la guerra tradicional hacia la guerra nuclear. Los atentados a las Torres Gemelas dejaron atrás los parámetros de la guerra nuclear para pasar a una guerra de lo accidental integral.


-El crack de la Bolsa en 1930 hizo estallar la Gran Depresión en Norteamérica. La caída del índice Nasdaq en el 2000 hizo caer la llamada “nueva economía” basada en la informática. Los atentados del 11 de septiembre provocaron el crack de Wall Street e hicieron caer la nueva estrategia del Pentágono.


-Para hacer la guerra antes se necesitaban municiones, ahora también hacen falta imágenes; antes había un frente de combates, ahora hay un frente mediático; antes había una logística del poder de fuego, ahora hay también una logística de la percepción, una logística mediática que alimenta a la población de violencia.

Paul Virilio concluía con que estamos siendo devorados por los dominios de la ambigüedad, dejándonos llevar hacia una especie de confusión permanente entre atentado y accidente. Por eso sentimos que nunca se nos dice la verdad, que jamás sabremos cuál fue la causa de la caída del Airbus en Queens después del atentado a las Torres Gemelas. ¿Fue un atentado terrorista?. ¿Fue un accidente aéreo?. Hay una guionización de la guerra, por eso el Pentágono llama como asesores a guionistas cinematográficos de Hollywood. La ficción es más verdadera que la realidad.
Gastón Bachelard dijo que “toda imagen tiene un destino de agigantamiento”. Franz Kafka escribió que “las palabras anticipan acciones futuras”. Por fin la superpotencia había tomado nota: vamos hacia lo que Virilio llamaba en esa nota “un tercer horizonte”, el horizonte del accidente integral.
El terrorismo es una contribución a ese horizonte. A partir de ahora todos los accidentes podrían ser considerados atentados y todos los atentados podrían presentarse como accidentes. La guerra se ha convertido en algo aleatorio, como antes lo eran las catástrofes naturales y los sismos.
Cuando terminé de leer aquella entrevista creí comprender que los políticos, los presidentes de las multinacionales, sus accionistas, los operadores de Bolsa, los banqueros, nunca tuvieron oportunidad de entender lo que ha pasado. Que no estaban en condiciones. Que tendrían que haber leído a Bachelard y a Kafka pero no como entretenimiento de fin de semana. Y que tendrían que haber tomado en serio la ficción, porque toda ficción está queriendo decirnos algo, es una señal.
A ocho meses de aquella lectura, el plan de George Bush contra el terrorismo confirma la condición aleatoria que Virilio atribuía a la guerra y nos pone ante la imprevisible y latente amenaza de una catástrofe natural, un tornado, un sismo, un incendio de bosques, una inundación. El cataclismo puede caer sobre nosotros desde donde menos lo esperamos. Como escribe el historiador Paul Kennedy (“Clarín”, 18.07.02) no hay hacia dónde escapar. Hemos regresado al pensamiento mágico-primitivo y, como al paisano del poema de Francisco Madariaga, “es el borde de la ciencia lo que nos hace temblar”. La sensación de que “algo incomprensible va a ocurrir”.



El “frente mediático” del que habla Virilio no es solamente el nuevo complemento del frente de combate, también se ha trasladado a la política y reviste la misma condición enigmática de la “naturaleza”.
Duhalde no se atrevió a garantizar los resultados de su política ante la confiscación de los depósitos y dijo ante los medios de prensa “si no, que sea lo que Dios quiera”. Lo indescifrable estaba allí amenazante, la economía era una fatalidad, un ser en estado de naturaleza.
Sabemos que Reutemann vio “algo”. Nunca supimos qué. No lo diría jamás. Sin embargo, el espantoso pecado de haberse atrevido siquiera a mencionar lo “tabú” hizo que a los pocos días se retractara: “no vi nada”. Materia de la ritualidad mediática, lo innombrable abandonaba el ámbito de la razón y retrocedía al lugar del enigma, recuperado por los dominios de la ambigüedad.
“Habrá un magnicidio”, dijo la esposa del gobernador Kirschner que le dijo monseñor Karlic. Nuevamente la realidad confundida con la ficción, la misma aleatoriedad que obligó al escritor Frederick Forsyth a aclarar que el autor del atentado contra Jacques Chirac “no era como el Chacal”. El vaticinio cayó sobre la contienda política del peronismo con los tintes sombríos de los presagios: “habrá un magnicidio”. La “logística de la percepción” se había puesto en marcha.
“No lo nombren más a Menem” claman por teléfono espantados oyentes a los programas de radio. La “logística de la percepción” tiene sus reglas, como la logística del poder de fuego las tiene para la guerra. Erradicada de la razón, la política ha entrado en el reino de la mitología: si no nombramos a los poderes demoníacos, éstos no se harán presentes.
Si el “el pensamiento único” ha destronado al pensamiento crítico, no es extraño que la política se confunda cada vez más con la superstición.



NADAR DE NOCHE

Por Carlos Polimeni
Aparecen al caer la noche, cuando la ciudad empieza a ensayar sus rutinas de descanso. Caminan rápido y con la mirada gacha, sombras entre las sombras de las calles más oscuras, un océano que navegan a contramano, esquivando autos, camiones, colectivos, patrulleros, ambulancias. Hay algo de furtivo en su trabajo, pero nadie los persigue. Los recolectores clandestinos de residuos, esa nueva subclase social generada por la crisis, se apuran para ganarles de mano a los recolectores oficiales de residuos, que vienen en camión, con compactadores, luciendo uniformes e implementos. La Armada Brancaleone del Hambre ha aprendido de a poco su oficio, dictado por la necesidad, que siempre ha sido maestra. Sus componentes revisan las bolsas con gestos mansos y tranquilos, para no ser traicionados por los vidrios. Guardan en bolsos diferenciados el resultado de su labor. No comen en el mismo sitio donde trabajan. Muchas veces los grupos son familias enteras, en que hay roles dictados por el tamaño, la fortaleza física, la resistencia. Los niños son casi siempre los más activos: a veces, para ellos, todo parece un juego. Mirar esos niños a los ojos es una tarea demoledora.
El ciudadano común mira a la Armada Brancaleone del Hambre con una mezcla de incredulidad y culpa. Estas personas que se alimentan de su basura, que viven de sus residuos, que vuelven útil lo que en el Cuarto B era inútil, no son una fuerza invasora, sino una de las expresiones más rotundas y expresivas de la crisis argentina. Son los excluidos del mercado, las estadísticas de pobreza y marginación hechas personas de carne y hueso, con sueños y pasado, con pelos y señales. La televisión los descubrió, más vale tarde que nunca, e hizo todos sus rictus de asombro. Las imágenes, desde las más compasivas (Alfredo Leuco lagrimeando en la madrugada de Puerto Madero ante unos adolescentes que comen hamburguesas heladas) a las más cínicas (Chiche Gelblung invitándolos a su piso, y entrevistándolos munido de guantes blancos) siempre golpearon fuerte: en este país, cuya producción de alimentos podría satisfacer once veces las necesidades de su población, miles y miles de personas viven de la basura de otros. En esta ciudad, que sigue soñándose con derecho la París de América latina, hay niños salvándose de la muerte por hambre masticando las sobras de la comida de otros. La revista Gente investigó este mundo, hace pocas semanas: llegó a la conclusión de que sus huestes son manipuladas por mafias. Buenísimo. En la dictadura también investigó el tema de los desaparecidos. Llegó a la conclusión de que estaban fuera del país, haciendo campañas contra él.
Las imágenes de la Armada Brancaleone del Hambre no son nuevas: las colas de hambrientos en las puertas de las casas de comida rápida y los restaurantes fueron unas de las imágenes más recurrentemente utilizadas durante los años ‘90 a la hora de mostrar el otro lado de la supuesta estabilidad económica. Lo que es nuevo es la multiplicación por miles de los que buscan con afán aquello que sus compatriotas desechan, ese ejército oscuro y desharrapado que recuerda a los ciudadanos que hay gente que no protesta por sus plazos fijos, que no participa de asambleas, que no discute sobre el miedo escénico de Reutemann, porque está pensando en qué barrio desembocará esta noche su hambre. Gente que aprendió que en San Telmo y Barracas a veces deberá disputar las bolsas a los perros callejeros. Que en zonas de Palermo hay vecinos sensibles que ponen las sobras de comida en bolsas transparentes, para que la labor del que viene hurgando sea más fácil. Que en Barrio Norte hay demasiados hambrientos detrás del mismo objetivo, por lo que quizá convenga Almagro. Que en Núñez a los vigiladores privados los pone nerviosos el ajetreo nocturno. Que en los restaurantes del centro hay que esperar hasta la medianoche.
Pero a pesar de los pesares, hay algo maravilloso y heroico en la convicción con que estos miles de argentinos exigen una mirada respetuosa. El ciudadano que mira a esos peregrinos del hambre desde su congoja debería sentir que de algún modo esa forma de organización social –como la de los centenares de pibes que se ganan la vida haciendo malabarismos en los semáforos– está reemplazando otras formas de subsistencia que muy probablemente serían violentas. Que en algún punto ese ejército de gente expresa a una mayoría social que se niega a robar para subsistir, que por ahora prefiere humillarse a delinquir. “Existen dos maneras de concebir el mundo”, escribió hace demasiado Armando Tejada Gómez. “Una salvarse solo, arrojar ciegamente a los demás de la barca. Y la otra es el destino de salvarse con todos.” Salvarse con todos equivale hoy a trabajar para subir al barco, donde antes estuvieron y al que tienen derecho, a los miles y miles de iguales que nadan a contramano en la noche oscura de las ciudades.


Thursday, July 18, 2002

¿DÓNDE ESTÁ LA CIVILIZACIÓN?

AUTOR: JORGE CONTI

A mediados de marzo del 2001 la prensa internacional denunció como un acto de barbarie la demolición de los Budas de Bamiyán, esculpidos en la pared de una montaña rocosa de Hindu Kush. Era cierto. Fue una demostración de barbarie.
El mulá Muhammed Omar, máxima autoridad musulmana de Afganistán y el ministro de cultura talibán, Qadratullah Jamal, que era a Muhammed Omar lo que Göering a Hitler, dinamitaron esa herencia cultural afgana y sólo se preocuparon por la dificultad técnica de demoler esculturas que formaban parte de la montaña. Algo así como la preocupación de Himmler ante la dificultad de asesinar, cremar y procesar industrialmente a seis millones de judíos, con el mayor ahorro de tiempo y menor costo posible.
El mundo conoció las razones de esta cuidadosa hecatombe: los Budas fueron suprimidos para evitar prácticas del pecado de idolatría, motivo infinitamente repetido por todas las religiones a lo largo de la historia de la humanidad, cuando se trata de justificar devastaciones culturales o crímenes de lesa humanidad.
El gobierno de los talibanes se había distinguido por la barbarie retrógrada de su programa, confinando a las mujeres a la más abyecta servidumbre, prohibiendo todas las manifestaciones del arte, de la información y del pensamiento y sometiendo a la flagelación pública, a la amputación y a la pena de muerte a un pueblo aislado, hambriento y enfermo, en medio de las sequías, la guerra civil y la pobreza. Era útil al gobierno talibán que las esculturas preislámicas fueran consideradas como culpables de todas las desgracias que llueven sobre los afganos.
El secretario de las Naciones Unidas, Kofi Annan, y el director general de la UNESCO, Koichiro Matsuura, trataron de detener la catástrofe enviando al delegado Pierre Lafrance, mientras que 55 países de la Organización para la Conferencia Islámica envió una delegación a Afganistán para demostrar que la demolición de las esculturas es contraria al Islam. Los talibanes no se convencieron.
Irán, India y Sri Lanka, así como varias instituciones privadas como el Metropolitan Museum de Nueva York, ofrecieron remover las esculturas ofensivas para los talibanes y albergarlas en sus respectivos territorios. Los talibanes dijeron que no. Les estaban proponiendo quedarse sin el subterfugio más eficaz para justificar su política vesánica.
El 12 de marzo el mundo vio por televisión las fotos de la explosión que derribó las esculturas. Afganistán estaba a salvo del pecado, aunque no de la miseria, la enfermedad, el totalitarismo fundamentalista y la muerte. El mundo entero condenó el acto vandálico.
Pero ¿no fue esta condena un poco hipócrita?. La barbarie ¿era propiedad exclusiva de los talibanes?.
No vale la pena recordar al Papa que hizo cubrir con pintura las obras de Miguel Angel, para protegernos de la desnudez de sus personajes. Ni de las inmemoriales e innumerables prohibiciones y destrucciones de obras de arte y de libros científicos por la Inquisición.
El recientemente extinguido siglo XX ¿fue un modelito de conciencias candorosas?.
En 1902 Inglaterra desató la masacre de la guerra de los boers porque los residentes ingleses en Transvaal exigían a Londres el reconocimiento de los derechos civiles y la explotación de las minas de oro.
En 1903 EEUU forzó la independencia de Panamá, para quedarse con el negocio del canal con el apoyo de los “marines”.
En 1904 Japón declaró la guerra a Rusia por el territorio de Manchuria, mientras Francia y España se repartían Marruecos como si fuera una masita. Ese es el año en el que Teodoro Roosvelt anunció la política norteamericana del garrote para intervenir a su antojo en Latinoamérica y cuidar los intereses de los EEUU en esta región. Y vaya si la cumplieron. Eso si, desclasificando documentos de Estado cada veinte años, para pedir disculpas.
La guerra del 14, ese infierno de cuatro años entre las ratas y el barro de las trincheras, ¿no empezó porque EEUU y Europa querían sacar tajada del problema de los Balcanes?. ¿Cuántas vidas y obras de arte se perdieron en esa guerra?. ¿Y cuántas en la Segunda Guerra Mundial, que fue consecuencia de la primera?. ¿No destruyó Hitler la Bauhaus que, fundada por Walter Gropius, se había expandido por todo el mundo como el más importante movimiento cultural del siglo?.
¿No saqueó Occidente la propiedad cultural de Egipto, a partir del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón por Howard Carter en 1922?. ¿Stalin no confinó y asesinó a los artistas que no adherían al “realismo socialista”?. ¿Cuántos cineastas creadores e inteligentes como Orson Welles condenó Hollywood al ostracismo?. ¿No ordenó Franco el fusilamiento de Federico García Lorca?. Aparte de los cientos de miles de vidas, ¿cuántas obras de la tradición cultural japonesa se perdieron en Hiroshima y Nagasaki?



Todavía me estoy preguntando qué quedó de la tradición pictórica, musical, teatral y poética de China después de la “revolución cultural” de Mao. O de las culturas aborígenes en Latinoamérica. O de lo que hubiera podido escribir el poeta Ezra Pound, si no fuera porque los EEUU lo pasearon en una jaula y lo silenciaron acusado de fascismo.
La cultura de la globalización produjo no solamente la crisis de la cultura, sino también un subproducto de descarte: la cultura de la crisis, “fast food” con el que se pretende desplazar y subsumir a las culturas tradicionales.
No puedo enumerar los innumerables fanáticos e inquisidores argentinos que desterraron las esculturas de Lola Mora e individual o corporativamente se han dedicado a prohibir o agredir con bombas obras de teatro, películas y pinturas.
Habría que recordar con nombre y apellido al fundamentalista que hizo quitar de la exhibición pública los desnudos de la gran artista de la fotografía Anne Marie Heinrinch. A los que indujeron a la justicia a prohibir el film “Je vous salut Marie” y a los que hicieron lo mismo con “Kindergarden” de Polanco. Por estos días esa misma sabandija de sótano está amenazando al actor Fernando Peña por la obra teatral que tiene en cartel. ¿Y qué hacemos con el alcalde de Nueva York, que el año pasado suprimió el presupuesto de un Museo a causa de una exposición que según él ofendía a la moral?.
Como señaló en su aguda nota el actor y director inglés Terry Jones, los bombardeos norteamericanos e ingleses sobre Afganistán superaron con creces el número de muertes inocentes del atentado a las Torres Gemelas y al Pentágono, sin que por eso lograran encontrar al criminal Osama Ben Laden.
Pero mientras tanto, los norteamericanos están empezando a notar que –al miedo constante a un posible atentado– se suma ahora la paranoia que acecha tras los planes de seguridad interna que propone George Bush y para cuya ejecución pide al Congreso poderes especiales.
No se trata solamente de la creación de un nuevo organismo de más de 200.000 hombres que peinarán todo el territorio norteamericano a la caza de ilegales sospechosos. También de una nueva credencial nacional de identidad, idea que tradicionalmente ha repugnado a los estadounidenses, y una propuesta de organización preventiva piramidal de la sociedad, desde las más altas autoridades hasta el último vecino de pueblo, a quienes se declara responsables de la vigilancia y la denuncia de sospechosos.
Las reservas democráticas y liberales del pueblo norteamericano les habrán hecho recordar los desgraciados años de macarthismo, en los que el miedo y la incertidumbre empujaba a unos y a otros a denunciarse entre sí.
Mientras tanto, el mundo ha visto en los últimos días a un neonazi intentar el asesinato de Chirac, un atentado en Noblús contra un colectivo israelí, un atentado suicida en TelAviv con seis muertos y decenas de heridos, las sangrientas operaciones de Sharon contra los palestinos, la profanación de 150 tumbas en el cementerio islámico de Buenos Aires, las renuncias de 222 alcaldes en Colombia a causa de las amenazas de las FARC y el récord de violencia política argentina en el último semestre. Con incidentes y agresiones verbales y físicas.
Todas y cada una de estas barbaridades se han cometido en nombre de las más santas, justas, legítimas y loables causas. Tiempo atrás leí una nota en la que el autor afirmaba que es mentira que Dios no exista o que haya muerto: Dios se ha escondido, decía, aterrorizado por las enormidades que está cometiendo la especie humana.
La pregunta es cuántos ocultan un enano talibán en su blanca almita. Es curioso que en la India convivan, hasta en la ciudad sagrada de Ashmer y en los días de culto, católicos, budistas, confucianos y musulmanes. Y se permita el acceso a todos. El mismo país cuyo gobierno llegó a amenazar con utilizar la bomba atómica en su último conato de conflicto.

¿Dónde está, realmente, la civilización?.





































Wednesday, July 17, 2002



EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS
AUTOR: JORGE CONTI


“Así es: todos recuerdan el mantra final de Kurtz pero, tal vez, la frase más interesante en de “El corazón de las tinieblas” es aquella que dice: “Estaba escrito que yo debería ser leal a la pesadilla de mi elección”. De eso trata la novela de Conrad: de la elección de las pesadillas en los albores de un nuevo siglo que propondría muchas pesadillas para elegir, en la figura de varios Homo Kurtz –síntoma que abarca a los obvios Hitler o Jim Jones o Stalin o Charles Manson; pero también roza las figuras de, por ejemplo, Oppenheimer, Walt Disney, Kurt Cobain y Hannibal Lecter– iluminados y enloquecidos por la potencia encandilante de sus visiones”. (Rodrigo Fresán, “Página/12”, 14.07.02).

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“¡Qué progresos están haciendo!. En la Edad Media me hubieran quemado a mí. Hoy se conforman con quemar mis libros”. (Sigmund Freud, 1936).

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Siglo XX, Berlín 1933

La noche del 23 de mayo ha caído sobre la ciudad. Por las calles que desembocan en la Opernplatz llegan columnas de jóvenes uniformados portando estandartes y antorchas. Cantan “Deutschland, Deutschland, Über Alles in der Welt” y se van concentrando en torno a una tarima sobre la que han colocado un fascistol con un gran micrófono encima y del que cuelga una bandera roja con una cruz gamada en el centro.
Un amplio espacio circular, en el que se ve una alta pila de leños, separa la tarima de las escuadras formadas. Alrededor, una multitud aguarda expectante. Una orden parte el aire en dos: el doctor Goebbels acaba de descender de un auto y ocupa su lugar en la tribuna. Saluda desde ahí con el rígido brazo derecho en alto, la multitud ruge “Sieg Heil” y luego hace silencio. La voz nerviosa, culta y metálica del doctor Goebbels se escucha por los altoparlantes.
Experto en discursos, declara la muerte de la cultura burguesa y su reemplazo por una cultura aria y nacional. El pensamiento y el arte deben reflejar el espíritu del nuevo hombre alemán, su voluntad de poder y su disposición a la lucha. La multitud enardece. Un oberscharführer se adelanta portando una antorcha y enciende los leños.
Los jóvenes uniformados, toda la exaltada multitud, comienzan a arrojar libros al fuego. Arden los libros de Sigmund Freud, de Theodor Lessing, de Walter Gropius, de Ernst Toller, de Albert Einstein, de Walter Benjamín, de Hermann Broch, de Hermann Hesse, de Thomas Mann, de Heinrich Mann, de Georg Trakl, de Franz Boas. Arde la obra de los escritores, poetas, dramaturgos, filósofos, críticos, científicos, arquitectos y editores del repertorio cultural de la vida alemana. Y las llamas se alzan sobre una Europa que pronto sería el gran anfiteatro de un drama sangriento.

Siglo XX, Argentina 1980

En la ventosa y gris mañana del 30 de agosto los vecinos de Sarandí, provincia de Buenos Aires, observan la llegada de grandes camiones volcadores acompañados por vehículos de la Policía Federal y un nutrido contingente de uniformados.
Los camiones estacionan en un baldío y descargan un millón quinientos mil libros y fascículos publicados por el Centro Editor de América Latina. Han sido secuestrados de la editorial por orden del juez federal de La Plata, mayor retirado De La Serna. La gente entra prudentemente en sus casas y espían desde las ventanas, desde atrás de las puertas entornadas. En el país reina el terror.
El vecindario ve cómo las fuerzas policiales rocían con nafta la inmensa pila de libros y le prende fuego. La hoguera ardió durante muchas horas antes de que las obras quedaran reducidas a cenizas.
Ardieron escritores, poetas, dramaturgos, ensayistas, sociólogos, antropólogos, científicos, investigadores universitarios, historiadores, colecciones enteras de ciencias y de historia y enciclopedias. Cuando todo hubo terminado, las fuerzas policiales se retiran.
Ha terminado la persecución iniciada dos años antes con el secuestro y desaparición de empleados y autores de la editorial, persecución que siguió con un “juicio antisubversivo” contra su fundador y director José Boris Spivacow.

La historia debajo de la historia

Escribe Rodrigo Fresán que “El corazón de las tinieblas”, la novela de Joseph Conrad, es “como Moby Dick –y por más que abunden los seguidores de Conrad que luchan por una lectura pura y no metafórica– otro de esos pesadillescos libros/ símbolo donde la trama es, voluntaria o involuntariamente, la tenue excusa para revelar la verdadera historia debajo de la historia, el revés oscuro de la oscura trama”.
Ayer se cumplieron ocho años de la muerte de Boris Spivacow.
En la Argentina hubo que luchar mucho para que “el revés oscuro de la trama” pudiera ser revelado por la verdadera historia y aún queda mucho por revelar. Boris Spivacow creó la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba) en 1958. No hay en toda la historia de América Latina un proyecto editorial de esa dimensión.
Fue una colosal empresa de difusión cultural que abarcó todo el continente latinoamericano, con grandes tiradas a precios populares y que llegó a vender más de cien mil ejemplares semanales. Cubrió prácticamente todo el territorio con sus stands callejeros, inauguró oficinas y salones de venta en todas las capitales y difundió la historia, la ciencia y la cultura en colecciones que abarcaban la política, la literatura, la poesía, el teatro, la ciencia, el arte y las humanidades, así como los principales autores nacionales y extranjeros.
Su obsesión era el lector masivo. En pleno “boom” editorial argentino, Spivacow mantuvo contra viento y marea su idea de que cuanto más bajo el precio de sus ediciones, más lectores tendría. Estudiantes universitarios, secundarios y primarios, catedráticos, docentes, maestros, profesionales, empleados y obreros accedieron a la cultura universal gracias a su audacia.
Cuando la dictadura de Juan Carlos Onganía irrumpió en las universidades nacionales con la tristísima “noche de los bastones largos”, Boris Spivacow renunció a la dirección de Eudeba. No soportó que un ignorante cualquiera, encumbrado al poder solo por el mérito de la fuerza y un estúpido fanatismo, le impusiera criterios editoriales.
Entonces lanzó el Centro Editor de América Latina, reproduciendo el mismo milagro. Aparte de las más heterogéneas e invalorables colecciones de libros, publicó “Capítulo”, una colección en fascículos semejante a la que en Eudeba había publicado bajo el título “Libros del Siglo y Medio”, acompañada por ediciones populares de los clásicos nacionales.
Una generación entera se formó leyendo esas obras de la literatura argentina. Pero no bastaba con la estúpida, inútil y retrógrada dictadura de Onganía. Además tenían que llegar Videla y sus secuaces. El pensamiento humanista de Spivacow les era intolerable. Una sociedad culta, lectora y pensante les era inadmisible. El Centro Editor de América Latina había repetido la difusión y promoción de la lectura y del saber que veinte años antes había cumplido Eudeba y por ese solo hecho estaba condenado.
El terrorismo de Estado arrasó con la economía, con las instituciones y con la cultura. Boris Spivacow fue puesto a disposición del poder ejecutivo y juzgado como subversivo, su empresa cerrada y los libros quemados.
La catástrofe continúa en 1988, con la pérdida del hábito de la lectura y la aparición de nuevos soportes para contenidos que antes eran patrimonio exclusivo de los libros, como Internet y el libro digital. La hiperinflación y las políticas menemistas hicieron el resto. La apertura indiscriminada de mercados barrió con la industria editorial argentina. Se encareció el libro. La frivolidad reemplazó a la política, al pensamiento y al conocimiento. Se glorificó la farándula y se difundió una superficialidad grosera y barata como sucedáneo de la alegría, que lamentablemente encontró campo fértil en una sociedad sometida a la desocupación, a la pobreza y a la marginalidad.
Compramos un concepto“light” de la vida, la negación del pensamiento profundo, la mezcla de superstición e irracionalidad de la llamada “new age”, su invitación a incorporarse a la “era de acuario”, las operaciones mágicas de los curanderos, adivinadores del “tarot”, cultores de “I Ching”, sanadores, brujas, “pais” umbandas y cuanto disparate pudiera servir para manipular a la gente alejándola de la razón y del pensamiento crítico.
Del lodazal de esa década la sociedad argentina emergió empobrecida, fragmentada y frívola, inclinada a reír con la mera grosería y la superficialidad. A Menem le sucedió De La Rúa, flanqueado por el grupo “sushi” y Darío Lopérfido, ése sinuoso personaje que llegó a la cultura porque, según dijo, esa inclinación “atraía a las muchachitas de barrio Belgrano”.
Sin embargo, el espíritu humanista que encarnó Boris Spivacow, igualador través de la educación y del acceso a la cultura, no se ha perdido. Está presente como una herencia en la Fería del Libro de Buenos Aires y en las ferias del libro que proliferan cada vez más en pueblos y ciudades del país. Está presente en las librerías que siguen empecinadamente abiertas a pesar de la dictadura del mercado. Y está presente en una mirada y un pensamiento argentinos que siento despertar del largo marasmo que nos ha sumergido en la última década.




































LA SOMBRA DE CORLEONE

Por Luis Sicilia

Que profunda debe ser la decadencia política argentina que los personajes que
ocupan el escenario electoral, además de ser siempre los mismos, no sobresalen
por sus propuestas sino por sus falencias y, en algunos casos, por sus
prontuarios. No se salva casi nadie y eso es peligroso, porque lo que está en
juego es la paz de los argentinos y la ejecución de un proyecto que saque al
país del borde del abismo. Con este telón de fondo y como si se tratara de un
acto emblemático, Carlos Menem puso en marcha su campaña a la precandidatura
presidencial acompañado del comisario Luis Patti, un centurión de la mano dura
en el territorio bonaerense. El ex presidente se siente seguro sin Reutemann en
carrera y con un De la Sota sin carisma nacional. El forúnculo en la nariz del
ex presidente se llama Rodríguez Saa, un personaje proclive a la ridiculez que
amenaza con ir por fuera del PJ, blandiendo el discurso del único peronismo por
el cual sienten nostalgia los peronistas: el de la justicia social. Y las cosas
han cambiado tanto en el país que ya nadie recuerda los consejos del viejo
general para quien todo el que sacare los pies del plato -y el puntano amenaza
con hacerlo- es un traidor al movimiento. La otra guerra que deberán librar
tanto Rodríguez Saa como Menem será más complicada porque los adversarios son de
temer, en primer lugar esa especie de Juana de Arco excedida de peso, Lilita
Carrió, que podría seducir al sector independiente. Con todo, todavía es muy
temprano para hablar de resultados electorales en una argentina donde el común
de la gente pone en duda la posibilidad de llegar a las urnas en los plazos
establecidos. El renunciamiento de Reutemann ya fue, entre otras cosas porque el
santafesino presintió que la pelea entre Duhalde y el riojano amenaza con poner
al descubierto el estilo Don Corleone de la política criolla. Una vez más, el
aparatismo (o el peso de la nomenclatura) impregna la acción de un PJ que hace
agua, una especie de nave escoreada sin puerto a la vista. Falta el caudillo
carismático, el líder capaz de meter a todos los gatos en la misma bolsa para
que se reproduzcan sin hacer correr la sangre. Menem cree poder cargar con esa
tarea, pero la memoria de las víctimas está muy entera como para que ello
ocurra.
¿Por donde va a pasar la polarización entre Menem y el otro (o la otra)? Los
que sueñan con un debate alrededor de cuestiones éticas están embretados en una
visión infantil de la política. La clave está en la sobrevivencia de las
personas, en el trabajo, la comida, la salud y la seguridad. No se trata de la
receta maniquea de que todo pasa por el bolsillo, pero ocurre que los bolsillos
están a punto de estallar. Los duhaldistas piensan que, borrado Reutemann, el
hombre es José Manuel de la Sota. Y ponen todas sus fichas en el cordobés. Los
menemistas responden que el presidente tiene que dar un paso al costado y no
meterse en la interna del partido. Si Menem gana esa interna -responden en la
Casa Rosada- el peronismo perderá las elecciones presidenciales. Ambos tienen
razón.
En estos días llegan a Buenos Aires personajes y misiones de los Estados
Unidos, con el propósito de monitorear los alcances de la crisis. Una misión
técnica del Fondo auscultará el sistema financiero y el plan monetario, como se
sabe impugnado por el organismo financiero internacional. Duhalde confía en los
resultados que arrojará la visita del secretario del Tesoro norteamericano, Paul
O´Neill, un duro que se cansó de maltratar a la Argentina y de advertir que no
habría más fondos para los países en crisis, como la Argentina, a costa de "los
plomeros y carpinteros norteamericanos". El tupé de esta gente llega al extremo
de proponer reemplazar a los funcionarios locales por un equipo de banqueros
extranjeros, o comité de asesores, en general relacionados a la banca y el
capital financiero estadounidense. Estos visitantes traen un puñal bajo el
poncho: la Argentina carece de gente capaz de gobernarla, es un estado fracasado
al que corresponde tutelar de cabo a rabo. Se trata de un país incapaz de poner
la casa en orden, inmerso en una corrupción estructural de imprevisibles
consecuencias y capaz de contagiar al subcontinente, piensan y lo dicen. En este
punto vale la pena recordar lo dicho en estos días por el embajador argentino en
la OEA, Rodolfo Gil, que no pertenece, precisamente al progresismo nacional:
"Más allá de los fenomenales errores que nosotros hemos cometido por ignorancia
y ambiciones políticas desmedidas de algunos, existe tanto una clara paternidad
del FMI en el pensamiento económico que guió al desastre del que estamos
desesperadamente tratando de emerger, como un claro padrinazgo en las
operatorias económicas llevadas adelante por más de una década".



Sunday, July 14, 2002

Joseph Stiglitz: el economista que pateó el tablero
Entrevista con la periodista Maria Seone



Desde el corazón mismo del sistema, Joseph Stiglitz se ha convertido en el más duro crítico de las políticas del FMI. Académico gran parte de su vida, estrecho asesor del presidente Clinton, número dos del Banco Mundial en 1997, el año en que tembló el sudeste asiático y Premio Nobel de Economía en 2001, Stiglitz acusa al Fondo de causar desempleo, analfabetismo y hambre. Y explicó -en una larga entrevista telefónica- por qué las recetas del FMI no sirven para reconstuir países en crisis como la Argentina y Brasil.

-El discurso dominante hoy en la Argentina insiste en que "o se acuerda con el FMI o nos caemos del mundo", una suerte de expulsión al infierno. ¿Es así? ¿Hay una sola alternativa o se trata de una falsa opción?

-El argumento de que no hay más que una alternativa es básicamente falaz. Argentina tiene otras alternativas. Y les voy a dar tres ejemplos que demuestran que se puede tomar un rumbo independiente. Malasia, en plena crisis, dijo al FMI: No queremos ayuda. Vamos a hacer exactamente lo contrario de lo que ustedes recomiendan: controles de capitales, política fiscal y de gasto y vamos a mantener las tasas de interés bajas. Resultado: se recuperaron muy rápido y hoy están en una mejor posición. Todas las cosas terribles que el FMI dijo que pasarían si no seguían sus indicaciones nunca sucedieron. Incluso, a pesar de que su historia en derechos humanos no es la mejor del mundo hay un enorme interés de inversión externa en Malasia. El segundo ejemplo es lo que hizo Rusia después de "defaultear". El Kremlin reconoció que la mayor parte del dinero que el FMI le prestaría a Rusia sería para pagar a las instituciones financieras internacionales. Sabían que estos organismos no querían tener una pérdida grande en sus libros. El Fondo dejó bien claro que no estaba dispuesto a hacer grandes concesiones. Rusia negoció bien con el Fondo, obtuvo el dinero y devaluó, cosa que el FMI le había dicho que no hiciera. Y comenzó a crecer precisamente porque devaluó la moneda. El tercer ejemplo es el más exitoso: China. Siguió un rumbo muy diferente: tiene controles de capital, no privatizó muy rápido. Hizo todo a su modo. Y como le fue bien obtuvo más inversión extranjera directa que ningún otro país del mundo, fuera de Estados Unidos.

-Rusia y China tienen un tamaño y un poder que Argentina no tiene para decirle "no" al FMI. Y nosotros tal vez fuimos demasiado lejos con las concesiones...

-La cuestión fundamental para Argentina hoy no es el dinero de afuera. Yo no soy el único que lo piensa. Economistas con visiones muy diferentes a las mías coinciden conmigo, como Martin Feldstein que escribió un artículo titulado "Argentina no necesita al FMI" en Wall Street Journal. En el caso de que Argentina logre complacer al Fondo y consiga más dinero, la mayor parte de esa plata va a ir a parar al FMI, al Banco Interamericano de Desarrollo y al Banco Mundial. No ayudará a Argentina en absoluto. Porque el dinero externo oficial no es el que va a ayudar a las empresas argentinas a empezar a producir más. Y eso es lo que hace falta ahora: los sectores productivos tienen que poder producir bienes y exportarlos.

-¿Y cómo se hace para empezar a producir sin dinero?

-Es necesario obtener un poco de nafta para hacer arrancar el motor. Y gran parte de eso puede venir a través de créditos a la exportación. Cuando México volvió a poner en marcha su economía no fue el dinero del FMI lo que cambió las cosas. Lo que restableció la economía fue el comercio y el dinero que fue a financiar las exportaciones que obtuvieron de empresas estadounidenses. Lo que hace que una economía se recupere es que las empresas empiecen a producir.

-Siempre volvemos al mismo punto, México recibió dinero pero Argentina...

-Insisto. La cuestión no es solamente tener el dinero sino ponerlo en el lugar indicado. El dinero tiene que ir a las empresas para financiar su producción. Pero el dinero del FMI no va a las empresas. Lo que les conviene es dinero del Banco de Desarrollo, necesitan que el dinero financie la actividad crediticia para volver a poner en marcha los bancos, necesitan dinero para créditos para el comercio, y necesitan que vayan inversores para impulsar la inversión. A ustedes no les conviene el dinero que entra y sale del país.

-La otra gran preocupación es Brasil. Muchos culpan de la inestabilidad a un contagio de la crisis argentina, otros al temor de que Lula sea electo presidente.

-Que es otra manifestación de la inestabilidad que generan los flujos de capitales a corto plazo. Brasil es una clara muestra de las dificultades que enfrentan los países al verse expuestos a esos flujos que pueden ser muy desestabilizadores. Los países ricos pueden resistirlo. A los pobres les resulta más difícil. Lo bueno es que se está empezando a entender que es un problema aunque todavía no se conozca la solución ni se sepa qué hacer al respecto. Pero hay que observar la realidad: India y China no abrieron sus mercados de capitales y son los países que han mostrado una mayor estabilidad y que mejor atravesaron las crisis financieras mundiales.

-EEUU dijo que no va a yudar a Brasil. Hay quienes creen que detrás de esta indiferencia hay una estrategia: si se profundiza la crisis y colapsa el Mercosur será más fácil para EEUU imponer el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). ¿Puede haber un designio detrás de eso?

-No, no creo que entiendan suficientemente bien lo que pasa como para que se les ocurra una idea inteligente de ese tipo (se ríe). Obviamente hay desde hace tiempo preocupación por el liderazgo de Brasil en el Mercosur y por la competencia de ese bloque con el ALCA. Eso es definitivamente así. Pero no creo que EEUU se arriesgue a desestabilizar América Latina para lograr ese objetivo. Si fuera así, estaría en contradicción con la nueva política agrícola estadounidense que, por su proteccionismo, generó una unión de América Latina en contra del ALCA. Si lo que esa sospecha sugiere fuera así habría que admitir que EEUU está teniendo una estrategia incoherente muy peculiar.

-En Wall Street hay quienes hablan del "default" de Brasil a fin de año. ¿En ese caso, está toda América Latina en peligro? ¿Puede haber una crisis financiera global?

-No creo. Los mercados de capitales están mucho más diversificados que antes. Cuando Argentina cayó no hubo impacto en los mercados financieros globales. Pudieron resistirla, porque la vieron venir y pudieron ajustarse. Por otro lado, en la totalidad de los mercados financieros globales, América Latina representa un porcentaje muy pequeño. Ahora bien, hace diez años se hablaba de la globalización, el triunfo del capitalismo al estilo norteamericano que barrería el mundo. Hoy, nadie muestra ese entusiasmo. Y eso tiene consecuencias para el rumbo de la ideología global, para el mercado global. La crisis en América latina por sí misma no va a ser un factor de desestabilización importante pero sí la suma de esta crisis con otras que tienen lugar al mismo tiempo como el escándalo de Enron y Worldcom que derivó en una crisis de confianza en esas instituciones.

-¿Estas crisis pueden ser signos de que el capitalismo mundial entró en otra fase?

-Sí. Obviamente, cada década es distinta. En los 70 fue la crisis del petróleo; en los 80, los excesos de derecha de Thatcher y Reagan; en los 90 la globalización. Y ahora estamos empezando a darnos cuenta de algunos de los excesos de los 90 y estamos pagando el precio. Con suerte podremos adoptar una perspectiva más equilibrada, que reconozca cuál debe ser el rol de los gobiernos y el de los mercados.

-En los países ricos hay claramente una mayor intervención del Estado. ¿En esta nueva fase habría menos poder para los mercados y más protección estatal?

-Sí. Creo que se reconocerán más los problemas que aparecen, la necesidad de normas contables, de mejor información; habrá que dejar una regulación opresiva, rediseñarla para mejorar los mercados.

-En su libro Ud. deja claro que los errores del FMI provienen de decisiones políticas. ¿Qué sectores influyen y sacan provecho de esas decisiones?

-Hay algunos casos en los que puede hablarse de errores de criterio. Yo lo que planteo es que los errores son tendenciosos. El FMI sistemáticamente se preocupa más por la inflación que por el desempleo porque su lógica va en esa dirección. Lo que yo trato de hacer comprender es que el Fondo se inclina demasiado hacia la contracción y esto provoca caída de la economía, pérdida de empleos, deterioro o interrupción de la educación y un incremento peligroso de la desnutrición. El Fondo conmina: No deben dejar de cumplir con la deuda. Deben honrar sus acuerdos. Pero resulta que cumplir con el contrato de crédito significaba romper con otro acuerdo igualmente importante, el contrato social de un gobierno con su pueblo: mantener empleos para los trabajadores, garantizarles seguridad social.

-Cuesta creer que el FMI sea inocente cuando recomienda esas medicinas que empeoran la salud como en el caso de la Argentina, a la que presiona con la austeridad fiscal cuando hay una profunda recesión. Es obvio que la receta no es buena.

-Exactamente. Prácticamente todos los economistas estarían de acuerdo con eso. Sobre todo porque el estado de las finanzas de Argentina no era tan malo como trató de describirlo el Fondo. De hecho, si usted mira la relación déficit-PBI no era tan alta según la mayoría de los criterios.

-¿Si Meryll Lynch fue a juicio por dar malas recomendaciones o un médico puede ser condenado por mala praxis se podría juzgar y condenar al FMI por errores que provocan el hambre de millones?

-Es cierto. Una de mis principales críticas es que el Fondo como asesor económico debería plantear cuáles son las alternativas, cuáles son los impactos en diferentes grupos, cuáles son los riesgos y las incertidumbres y dejar que el país tome las decisiones. El FMI pretende dictar una política particular, pretende que haya una sola política, pretende estar más seguro sobre los efectos de esa política de lo que en realidad está. Esa es una función inapropiada para un asesor.

-Otra crítica al FMI es que algunos de sus miembros están vinculados a los grandes bancos o a las grandes industrias. Esto es "conflicto de intereses".

-En Estados Unidos tenemos fuertes restricciones para lo que denominamos "puertas giratorias". Para evitar el conflicto de intereses, si alguien trabajó en una institución pública no puede hacerlo en una privada hasta que no hayan pasado cinco años. Pero el Fondo no está suficientemente atento, ni a la apariencia ni a la realidad, a estos conflictos de intereses.

-Esas políticas que generan miseria mundial, tarde o temprano, vuelven como un boomerang contra los países ricos: inmigraciones masivas, aumento del terrorismo, enfermedades epidémicas. ¿Cuando el FMI o EEUU toman esas decisiones ven sólo las ganancias a corto plazo o calculan también las consecuencias y amenazas que pueden venir a largo plazo?

-No representan necesariamente el interés de EEUU. Representan más bien el interés a corto plazo de grupos particulares dentro de EE.UU. Por ejemplo Indonesia. Había mucha gente en la Casa Blanca y, especialmente, en el Departamento de Estado preocupada porque el FMI y el Tesoro estaban imponiendo políticas excesivamente austeras que desestabilizarían el país y por ende, la región y la estabilidad global. Y estaban acertados. El Tesoro fue excesivamente miope, no midió las consecuencias.

-¿Esos grupos particulares tan influyentes son siempre los mismos o son unos en el caso de Indonesia, otros en el caso de Rusia, de la Argentina?

-Son distintos grupos de lobby. Pero no se puede poner todo en la misma bolsa. Por ejemplo, las cuentas bancarias secretas offshore. Hay mucha gente en Wall Street que no aprueba estas cuentas y condena la falta de transparencia. Y hay otra cantidad de gente, también en Wall Street, que supo aprovechar los ahorros clandestinos de efectivo, la plata del lavado de dinero, y que usaron su poder para ejercer presión. Hasta el 11 de setiembre, la Casa Blanca se resistió a las corrientes que impulsaban la reducción o directamente la apertura de ese secreto bancario. Es importante comprender que la comunidad financiera no es un bloque homogéneo.

-Pero los que ganan la pulseada son siempre los mismos. ¿Cómo se pueden frenar fuerzas tan poderosas?

-Hay mucha bibliografía que apoya ese punto de vista. El problema es que los que se benefician se hacen oír mucho más que la gran mayoría que se perjudica. En esto la prensa tiene un rol fundamental. Es importante que la gente sepa lo que pasa. Hay que tratar de movilizar un espectro amplio de opinión pública. Porque una vez que se moviliza puede llegar a cambiar las cosas considerablemente.

-En su libro Ud. dice que la ciencia económica puede hacer mucho por los pobres.

-Por eso la democratización es tan importante. Si hay debates y discusiones sobre las distintas alternativas, cuando éstas se dan a conocer, ahí la gente dice: Ajá, esta política tiene tales consecuencias... Ummm... A ver esta otra y así la gente puede elegir con su voto cuál le parece mejor.

-Normalmente los economistas hablan en jerga y después sentencian: "Esto es lo mejor para nuestro país".

-Por eso tan importante como que los economistas planteen las alternativas es que la sociedad civil exija escuchar cuáles son para poder elegir las que la beneficien. Tiene que haber más compromiso. No decir: Esto es muy complicado, se lo dejamos a los expertos. Porque los expertos que eligen son siempre de la comunidad financiera y ven el mundo desde su punto de vista. Dicen: Confíen en nosotros. Claro, siempre desde su perspectiva, que no siempre coincide con lo que elegiría la mayoría.

-¿Y que hacemos con el miedo al FMI?

-Ya le dije: primero, reconocer que lo que va a atraer a los inversores a la larga es el éxito. Y el crecimiento. No se atrae inversores cuando hay depresión. Y si el FMI le aconseja tener depresión no le va a servir para nada