Saturday, June 22, 2002

EL ENVEJECIMIENTO DE UNA NACION
De todos los males modernos, el desprecio por la vida es él más alarmante.
Hoy se dice que la Argentina es la Nación más vieja del continente latinoamericano, porque carga precisamente con la mayoría de gerontes.
Para no entrar en los beneficios archiconocidos de la tercera edad, hoy el ser senil, es cosa muy fácil en él cono sur americano y mucho más para los políticos actuales, que al parecer han hecho de la longevidad, al menos en las instituciones republicanas, una cuestión personal y eterna.
Simplemente con la depresión del sistema de salud, de la previsión social y la educación, los pueblos envejecen antes de la cuenta.
Pero a este se le agregan otros problemas, como el crecimiento demográfico que ha disminuido a cifras incompatibles con la renovación natural.
También con la recesión que aumenta día a día, los salarios cada vez más indignos, el sistema prestador de salud fundido, sumado a este concurso de mala prestación de servicios por el estado, el de todos los vicios de una sociedad descompuesta por sus propios fermentos.
Catalizados estos últimos por organizaciones supuestamente humanitarias, hacen que el futuro tan halagüeño de la globalización en vez de mejorar la calidad de vida de los pueblos, la empeore hasta lo indigno.
No nos deben alarmar las causas de estos flagelos de lesa humanidad, porque de hecho no nos han alarmado los delitos de lesa humanidad cometidos por las conductas políticas actuales.
Dicen que basta un botón para muestra, a juzgar por las declaraciones de uno de los excomandantes en jefe del BM,premio Nobel de Economía, Don Stiglitz ha puesto en evidencia que por sugerencia del BM, privatizando los activos de las naciones, los nuevos créditos del FM y BMse cobrarán con las tierras del fideicomiso fiscal, es decir sin tapujos tienen previsto avanzar directamente sobre la soberanía de las naciones.
Vemos así que el verso de la globalización, no es la desregulación, no es el libre comercio, como la integración de naciones con proyectos autosustentables, sino directamente el exterminio de las mismas.
Seria importante hacer conocer cuantas vidas se están llevando en nombre de este nuevo concepto globalizador, que no hace más que fomentar derechos tras derechos, y en nombre de la libertad se adjudican el derecho de aniquilar poblaciones de niños y ancianos.
Como también saber que todas las organizaciones mundiales, muy filantrópicas en sus objetivos, son en sus fines los tentáculos del mismo pulpo de dos cabezas, el FMI y el BM, que no hacen otra cosa más que el intento sistemático de exterminio de los pueblos jóvenes.
Debemos estar seguros, que este exceso vejez que cargamos sobre nuestras espaldas, es producto entre otros tantos de la expoliación de los niños desde los propios vientres de las madres y no por incapaces o por pérdida del instinto de conservación de la especie, como les sucede a ellos.


Miguel Seipel
Dpto.Prensa y Difusion
Circulo Bioquimicos dpto.Parana
ALLEGRO, PIANISSIMO E MOLTO VIVACE FECHA: 21/06/2002
AUTOR: JORGE CONTI
FUENTE: SIEMPRETARDE.COM
Llamas de Madariaga abría anoche su programa periodístico en el Canal Azul. Con su cara de sol sonriente en primer plano, anunció la devaluación uruguaya en plan chichoneo: mostró a Batlle diciéndole a los uruguayos que no vieran tanta televisión argentina y que se quedaran tranquilos porque lo que pasaba aquí no iba a pasar allá y luego, de nuevo en primer plano, dijo socarrón:
-“¿Efecto tango o efecto candombe?. ¿Quién pone la música?. ¿Nosotros o ellos?”.

Quedaba instalada la cuestión: todo se reducía a una agarrada entre vecinos del conventillo por quién rompió la palangana prestada.
Nadie espera ya que la televisión aspire a un destino pedagógico. Ya nos hemos resignado a soportar su pantalla bizarra, llena de gritos, de ojos de huevo frito, de gestos histéricos y de malas palabras al azar. Ya hemos abdicado frente a las exigencias del “show” usurpando hasta los espacios de información y reflexión sobre el drama de la sociedad. Pero ¿no queda un poco de decencia?. ¿No existe un resto de preocupación por quienes, carentes de una cultura que le permita asociar y comprender los hechos, absorben como esponjas el falso sentido que construyen los “opinólogos” de pensamiento corto?.
A la “música” no la ponen los uruguayos, ni los argentinos, ni los brasileños. La música que se escucha no es tango, ni candombe, ni zamba: es la música de los mercados financieros, que no tiene origen, línea melódica, ni tonos, un solo acorde siseando en el ciberespacio. Es la música vacía que drena el sentido de la democracia, el sentido de las instituciones y el sentido de la política. No es distinto Batlle del resto de los políticos que gobiernan la región.
El año pasado, ante las versiones anticipadas sobre un encuentro entre gobierno, oficialismo y oposición para asegurar la gobernabilidad, me pregunté si quienes recomendaban ese esguince estaban seguros y si un compromiso público de apoyo a las políticas económicas no era un gesto tardío sonaría oportunista.
Yo pensaba que lo mejor sería no insistir en ademanes simbólicos sino hacer simplemente lo que había que hacer y que la gente sintiera los efectos por sí sola, porque el problema se plantea cuando ese gesto aparece como respaldo de la clase política a un programa económico cuyas consecuencias son, precisamente, las que han aniquilado la credibilidad de la gente en la política.
Eran los tiempos en que De la Rúa y Cavallo nos decían por un lado que iban a reducir el gasto político, mientras a los mercados, a las consultoras de riesgo y a los inversores que todos apoyábamos a Cavallo. ¿No se neutralizaban entre sí ambos mensajes?. ¿Se consolaría la gente pensando que por fin la clase política se había resuelto a compartir los sacrificios y penurias que el pueblo venía soportando hace más de una década?. Esos sacrificios y penurias ¿no eran justamente la consecuencia de esa política económica que ahora todos íbamos a apoyar en nombre de la gobernabilidad?.
La cuestión que yo estaba señalando es la que por estos días está haciendo crisis entre nosotros, entre los brasileños y entre los uruguayos: la solución al problema económico depende de la solución al problema político. Hoy el gobierno nos está diciendo en tono implorante lo que la soberbia de Cavallo nos decía en tono de conminación: que no lo critiquen porque, si lo critican, los mercados desconfían y las consultoras de riesgo suben los puntos. Se sigue pidiendo una democracia sin oposición. Y como el principal partido de oposición apoya su política, lo que parece que se quiere abolir es el disenso en el seno del gobierno y de los partidos del gobierno.
La conclusión es que la política solo es tolerada como promesa a futuro en tanto que ésta sea siempre postergada, algo así como el chiste del cartel del almacenero: “hoy no se fía, mañana sí”. Por lo tanto, parecería que la dictadura mundial de mercado pone a los gobiernos y a los políticos ente la disyuntiva típica de los dictadores: “yo, o el abismo”.
Sin embargo, la práctica fundamentalista del libre mercado está siendo crecientemente cuestionada no sólo en Europa, sino también en los EEUU, donde se ha empezado a desconfiar de la eficacia de los mercados y a pensar en una vuelta a las políticas keynesianas.
¿Qué tan cierta es, entonces, la famosa “dictadura del mercado”?. ¿Porqué las consultoras de riesgo no le aumentan los puntos a Norteamérica, cuya deuda externa es inmensa, sigue teniendo una Reserva Federal que funciona como un verdadero Banco Central intervensionista y tampoco consigue controlar su déficit fiscal?.



La gobernadora de Canadá, Adrienne Clarkson, de paso el año pasado por Buenos Aires, dijo que “es irreal decir que los mercados nos dirigen. Los responsables siempre son los gobiernos y así hay que exigirlo”. El Director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, Alain Touraine, señalaba por esos días en una entrevista que “el gran problema de los países latinoamericanos es que tienen poca capacidad de dominar una política y controlar una situación”, agregando que “todos esperan en la Argentina que Cavallo tenga esa capacidad: no hay política en la Argentina”.
¿Es posible entonces que aquí, apenas se insinúa una disidencia política, crezcan las presiones de los mercados, de las consultoras de riesgo y de los inversores y todos los integrantes del gobierno palidezcan de miedo?. ¿No será que once años de acatamiento y docilidad nos han consagrado como un país de políticos asustadizos, que prefieren renegar de su representatividad, dejar nuestro mercado en manos extranjeras y conformarse con las dulzuras del acceso al poder?.
No lo digo yo sino Touraine: “los partidos políticos han perdido su representatividad, pero han conseguido el monopolio del acceso al poder. Antes transportaban el pensamiento desde abajo hacia arriba, ahora se quedan arriba”.
Creo que existen políticos conscientes de su verdadera función, a quienes avergüenza este diagnóstico. Sería muy bueno que, estén donde estén, empiecen a hacer algo. Porque los gestos, por más públicamente comprometidos que sean, ya no sirven, han perdido poder de convencimiento.
Creo que existen políticos conscientes de su verdadera función, a quienes avergüenza este diagnóstico. Sería muy bueno que, estén donde estén, empiecen a hacer algo. Porque los gestos, por más públicamente comprometidos que sean, ya no sirven, han perdido poder de convencimiento.
Mientras tanto, sería deseable que el señor Llamas de Madariaga tome conciencia de que está manejando un poder terrible. Que la realidad es bastante más compleja que un partido de fútbol entre Argentina y Uruguay. Que comentar con una chuscada la desdicha compartida, nada más que por que un presidente funcional al modelo económico dijo una gansada, es desviar el eje de la cuestión.


Junio 2002
Dpto.Prensa y Difusión
Circulo Bioquimicos dpto.Parana
































Thursday, June 20, 2002





Jueves, 20 de junio de 2002
El imperio invisible

JEDEDIAH PURDY

Jedediah Purdy es escritor y miembro de la New American Foundation.

¿Qué deberíamos deducir de estos hechos?

Los economistas estadounidenses supervisan las políticas de los países pobres endeudados con el Fondo Monetario Internacional y la economía estadounidense cada año lleva más y más lejos su ética empresarial y su destrucción creativa en Europa, el este de Asia y la India. Los más entendidos en leyes y politología de Estados Unidos escriben constituciones para los nuevos Gobiernos de África y Asia Central, y los estadounidenses, desde el Open Society Institute (Instituto de la Sociedad Abierta) del financiero George Soros, financian la creación de la sociedad civil local.

El inglés es el segundo idioma del mundo: hay 350 millones de hablantes nativos, pero más de mil millones de personas han aprendido lo suficiente como para regatear o discutir por un partido de baloncesto. La cultura estadounidense es el otro segundo idioma global, un dialecto compartido cuyo vocabulario incluye el rostro de Michael Jordan, los discordantes ritmos de la música hip-hop y Los vigilantes de la playa, el programa de televisión más popular del mundo. Cuando los inmigrantes llegan a los aeropuertos de Estados Unidos, ya han vivido gran parte de sus vidas imaginarias entre Nueva York y Los Ángeles.

Gran parte del mundo no duda en su diagnóstico: imperio. Frontline, una importante revista semanal india, tituló 'Formas de imperialismo' un artículo de portada de 1999 sobre política estadounidense. Un periodista surafricano escribe sobre vivir 'en las provincias exteriores del imperio', y un erudito árabe habla de forma realista y sin veneno de la incorporación de Egipto 'al imperio americano'. Los franceses se lamentan con especial insistencia de que 'están siendo globalizados por los estadounidenses'. No son las voces de la extrema izquierda, ni tampoco los altavoces de unos Gobiernos que estén alimentando el rencor. Son expresiones de una percepción prácticamente universal según la cual los mandamientos de Estados Unidos llegan prácticamente a todas partes, y no para gobernar el mundo, sino para establecer las condiciones según las cuales se desarrollará el gobierno del próximo siglo.

Sin embargo, si presentamos este análisis a un estadounidense, abrirá los ojos en señal de asombro. Según su forma de verlo, el imperio estadounidense es invisible. Los estadounidenses encuentran prácticamente ininteligible que puedan ser una potencia imperial. Como nación, los estadounidenses creen profundamente en su propia inocencia: somos personas benevolentes y sólo creamos problemas para los que crean problemas primero. El imperio es el apogeo de la perversidad del mundo antiguo. Para los estadounidenses es lo que el despotismo oriental era para la imaginación europea durante el siglo XIX: la crueldad de una civilización degenerada.

Según esta imagen estadounidense, 'imperio' significa conquista. Prácticamente ya hemos admitido que los españoles conquistaron las Américas, aunque insistimos en que nosotros, un poco más tarde, simplemente colonizamos nuestra parte. La conquista española, con sus asesinatos y esclavización en masa, era imperio. También lo fue el reparto de África entre las potencias europeas, o el Raj británico en India. Aquellos sangrientos dominantes episodios de dominación no tienen nada que ver con nosotros.

Podría parecer que los escépticos estadounidenses tienen algo de razón en este punto. Los que piensan que Estados Unidos tiene una posición especial en el mundo de hoy han introducido el término insatisfactorio de 'potencia suave', que básicamente significa que la influencia estadounidense no sigue al Ejército de Estados Unidos. Los estadounidenses protestan: ¿puede una potencia suave ser verdaderamente una potencia imperial?

La respuesta es que puede serlo, y lo es. La idea estadounidense de que el imperio mata por la espada indica su ignorancia histórica y tiene incluso menos relevancia ahora que en ningún otro momento del pasado.

De Roma a Washington. Tomemos el ejemplo del gran imperio de Occidente. Si un erudito de la Roma antigua pudiera examinar las pruebas de hoy, no perdería tiempo en diagnosticarlo como imperio. El imperio romano se abrió camino de una forma muy parecida: no regía mediante el terror, sino extendiendo el sistema del derecho romano y, en diversos grados, el privilegio y la disciplina de la ciudadanía romana por sus vastos territorios. Lo que no se conseguía con la ley, se conseguía con la cultura: las modas romanas, y en especial el latín, se difundieron por todo el imperio de Occidente. Puede que los ciudadanos romanos tuvieran una lengua local y mantuvieran lealtades locales, pero también eran miembros -por ley y cultura- de un imperio universal. Compartían un comercio que cubría toda la extensión del gobierno de Roma. La autoridad imperial comenzaba en la espada, pero se establecía en la mente, la lengua e incluso en el alma. Todo esto la convertía en un ideal de orden y poder mucho después de que su gobierno ya se hubiera desintegrado.

Además, Roma sólo gobernaba con la espada en aquellos momentos en que era necesario, cuando no había forma de aplacar de un modo más sutil a algún pueblo primitivo, como los britanos o los íberos. Muchas veces, los gobernadores de Roma preferían el gobierno indirecto a través de monarquías locales flexibles, las alianzas con ciudades formalmente independientes e incluso con las tribus germánicas que conservaron gran parte de su gobierno interno tradicional. Siempre es más fructífero permitir que fluya la energía de otros para los propios fines que dirigirla obligatoriamente contra una hosca resistencia. Montesquieu, en su historia de Roma, escribió que 'era una forma lenta de conquistar'. A través de nuevas lealtades y cambios graduales de poder, un aliado 'se convertía en un pueblo sometido sin que nadie pudiera decir cuándo se inició su sometimiento'. Todos los que hayan visto al FMI apiñarse con los líderes de su país o la llegada de un nuevo Cineplex deben tener una cierta idea de lo que Montesquieu quería decir. Una potencia suave no es una realidad nueva, sino una palabra nueva para la forma más eficaz de poder.

No es sorprendente que el imperio cambie de forma en dos mil años. En un momento en el que la riqueza procede del control de los mercados y las ideas, no es necesario ni suficiente tener la soberanía del territorio para lograr la grandeza. De hecho, en un mundo de ciudadanos exigentes y poblaciones nacionales descontentas, puede ser más un impedimento que una bendición: fíjense en los conflictos étnicos de Rusia y en el aterrado baile de China con sus regiones pobres y sus inmensas poblaciones minoritarias. Cualquier emperador sensato querría conseguir lo que Roma logró, pero sin la masa terrestre: un imperio en el que todos los mercados lleven a Roma, pero en el que se puedan cerrar los caminos cuando se emita la orden.

La 'pax romana' y los centuriones de 'Los vigilantes de la playa'. Aun así, los estadounidenses encuentran cómico e ininteligible el resentimiento por su posición de imperio. Protestan, con perfecta sinceridad, diciendo que el resto del mundo parece querer la prosperidad estadounidense, el ocio estadounidense, los estilos estadounidenses y el idioma estadounidense. Evidentemente, hasta ahí es correcto, pero los romanos comprendieron que el poder más importante era el derivado del deseo y la lealtad. Estados Unidos ejerce dos tipos especiales de poder que no tienen nada que ver con la sangre y la conquista.

El primero de ellos se podría denominar el poder de Microsoft. La verdadera razón para la ubicuidad de Microsoft no es que obligue a los usuarios de ordenadores a utilizar su sistema operativo, sino en que su misma ubicuidad crea unas enormes ventajas para un nuevo comprador que lo elija frente a otros sistemas distintos. Si todos los demás tienen un tipo de cocina y usted elige otra, no pierde nada con ello. Pero si elige un sistema operativo distinto, no puede intercambiar archivos, transferir documentos ni sentarse prácticamente en cualquier terminal con la seguridad de poder manipular sus programas. Microsoft es el vocabulario que da a la gente acceso a los flujos mundiales de comunicación, información y comercio. Elegirlo es impecablemente racional, pero también crea resentimiento: la persona que lo elige sabe que hay otras formas de hacer las mismas tareas, pero son marginales. Y precisamente porque son marginales, seguirán siendo marginales. Los economistas denominan 'efectos de red' a las ventajas de un gran sistema de información; por eso, el poder de Microsoft es el poder que tienen las grandes redes de seguir siendo grandes, porque crean el idioma en el que las personas logran acceder unas a otras.

El denominado 'lenguaje' de Microsoft es una cosa y el inglés es otra. Es el segundo idioma del mundo, porque es a la lengua lo que Microsoft es a la pantalla: la forma en que unas personas acceden a otras atravesando grandes distancias geográficas y civilizaciones. Ocurre lo mismo con las normas comerciales de la Organización Mundial del Comercio: son un grupo de términos comunes que abren los lugares mundiales, todo un mundo lleno de redes a las que las personas tienen todos los motivos para unirse, pero frente a las que, en sentido real, tampoco tienen alternativas. Y las redes son estadounidenses, en origen y en idioma. Este tipo de régimen puede seguir siendo invisible para los estadounidenses, mientras que su poder es ineludible para el resto del mundo, siempre y en todas partes.

Si el poder de Microsoft orienta las elecciones libres de una forma que da la impresión de ser coactiva, el poder de Los vigilantes de la playa actúa de forma más directa sobre los deseos más allá de toda elección. El ocio de Estados Unidos está en todas partes, y sus imágenes son la moneda de la nación más rica y poderosa del mundo. Además, su industria de la cultura lleva un siglo entendiendo cuál es el mínimo común denominador del entretenimiento para una audiencia de masas. Por la combinación de motivos que sea, un niño de Nueva Delhi conoce el arco del lanzamiento de un determinado jugador de baloncesto y las curvas de una modelo de Los vigilantes de la playa, y en cierto sentido quiere ambas cosas.

El poder de Los vigilantes de la playa da lugar a un tipo especial de resentimiento. Por un lado, lo que uno desea pasa a formar parte de uno mismo, y uno se mueve para alcanzarlo por su propia y ávida voluntad. Por el otro, este deseo americanizado sigue siendo patentemente extranjero para gran parte del mundo. Es suyo, pero no lo es. Este tipo de poder forja los apetitos de sus súbditos y orienta sus lenguas. Dirige sus miradas hacia su imagen de la belleza y sus convicciones sobre su idea de la justicia. No pueden expulsar fácilmente aquello que han invitado a entrar en ellos mismos. No pueden escapar de lo que ha pasado a formar parte de ellos. Y así, su resistencia se va haciendo más insistente a la vez que pierde eficacia.

La ciudad sobre la colina. El motivo principal por el que los estadounidenses son incapaces de ver todo esto es que siempre han sospechado que son la nación universal del mundo. A diferencia de los franceses y de algunos alemanes del siglo XIX, carecen de una teoría sobre el motivo por el que esto debería ser así; más bien, como los ingleses victorianos, sencillamente son incapaces de imaginar que pueda ser de otra forma. Los estadounidenses creen, aunque sin llegar a articularlo, que todos los seres humanos nacen estadounidenses, y que su desarrollo en culturas distintas es un accidente desafortunado, aunque reversible.

Esta idea tiene su historia, ahora olvidada en gran medida, que es tan antigua como el asentamiento europeo en Norteamérica. Es sabido que los primeros colonos ingleses, miembros de sectas protestantes radicales, veían el Nuevo Continente como 'una ciudad sobre una colina', que emitía la luz de su inspiración al mundo. Thomas Jefferson, autor de la Declaración de Independencia de Estados Unidos y gran musa de la democracia estadounidense, escribió que en el nuevo país los hombres al fin podrían sentir la ley universal en su corazón, de forma que la codificación de los libros de derecho pasaría a ser superflua. Para Jefferson, el paso de la ley desde los códigos exteriores hasta la convicción interna repetía la transformación desde las complejas críticas del Antiguo Testamento hasta el énfasis en la conciencia del Nuevo Testamento. Allá donde se mirara, los estadounidenses se erigían en patria del derecho universal.

Estados Unidos también se convirtió en la patria de la forma de libertad marcadamente moderna: la libre expresión de la propia personalidad, bien por conciencia, bien por antojo. Los siglos XVIII y XIX estuvieron llenos de pesimismo sobre el significado que tendría la caída de la aristocracia y el alzamiento de la cultura de masas para el carácter humano. Los precursores de la nueva sociedad, como Adam Smith y Alexis de Tocqueville, aceptaron que para conseguir una mayor igualdad habría que pagar el precio de la mediocridad y de la pereza intelectual y espiritual. En respuesta, los profetas estadounidenses del siglo XIX anunciaron que el final de la aristocracia y de otras jerarquías daba libertad a los hombres para examinar sus propias almas y encontrar en ellas tanta gracia, dignidad y armonía como habían alcanzado los tribunales y los refinamientos del antiguo orden. Según la visión de Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman, Estados Unidos se convertiría en la 'primera nación de hombres', el primer pueblo cuya vida nacional sería el despliegue de la individualidad.

Los estadounidenses extrajeron esta idea del ideal europeo del artista romántico, el joven poco convencional y de sentimientos apasionados, sinceros e incorregibles. Sin embargo, en el Nuevo Mundo, la idea de la expresión de la propia personalidad encontró su hogar en el libre mercado. El héroe de la individualidad estadounidense no era el artista, sino el inventor, el pionero y, sobre todo, el emprendedor. Los estadounidenses miran al mercado para encontrar los usos más sofisticados de la libertad moderna. Es allí donde encontramos nuestros héroes, nuestra nobleza e incluso nuestros santos.

Por eso, cuando los estadounidenses ven cómo se difunde su versión de la economía de mercado por el mundo, no ven cómo otras formas de vida ceden el paso, ni tampoco la transformación de otras civilizaciones. El avance de lo que los europeos a veces denominan educadamente el 'modelo anglosajón' del capitalismo, para ellos no es más que el progreso de la vida moderna. Y cuando se enteran de que Los vigilantes de la playa es el programa más popular en Irán, no se les pasa por la cabeza que esto podría producir una nueva inflexión en la idea que tiene la civilización islámica sobre la belleza femenina, la satisfacción erótica o la buena vida. Por supuesto, el mundo está adoptando nuestro mercado. Por supuesto, al mundo le encanta Los vigilantes de la playa. Son deseos humanos naturales, que llevan mucho tiempo inhibidos por la torpe política europea y el elevado peso del chador negro. Por fin, el resto del mundo está empezando a ser plenamente humano.

Esta actitud estadounidense, que podríamos denominar universalismo parroquiano, ha encontrado aún más comodidad en la disciplina de la economía. En su recientemente ascendente forma neoclásica, la economía toma los rasgos sociales básicos del mercado estadounidense -el individualismo, un poder de contrato prácticamente ilimitado, un Estado que sirve principalmente para hacer que se cumplan los acuerdos privados- y los convierte en axiomas de la primera ciencia universalmente válida del comportamiento humano. En Estados Unidos, la economía ha expandido su reinado para convertirse en el vocabulario más respetable para los debates de política pública, el razonamiento legal e incluso a veces de las relaciones íntimas. (Un eminente estudioso estadounidense del derecho ha señalado sin ironía que el matrimonio y la prostitución son bienes sucedáneos, o sea, en la jerga económica, que producen la misma satisfacción por medios distintos). Con independencia de sus otros méritos, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio reflejan el ascenso mundial de la misma versión de lógica económica. Los estadounidenses y los economistas formados en Estados Unidos que configuran estas instituciones creen, en primer término, que están aplicando la ciencia, y en segundo término, que están llevando a un mundo retrógrado a alcanzar la humanidad plena. La sospecha de que también están contribuyendo a rehacer la humanidad a imagen de una nación está profundamente enterrada en sus mentes.
Confesar el imperio. El hecho de que el imperio es en conjunto malo es una cuestión de fe contemporánea. Sea como fuere, es seguro que no tiene nada de bueno ignorar el imperio cuando efectivamente existe. El dirigente no se convierte en santo por insistir en su inocencia e impotencia.
La creencia de los estadounidenses de que son el futuro natural de la humanidad ya ha dividido al mundo, visto desde Washington y Nueva York, en dos frentes. En el bando de los ángeles están todos los pueblos que rápida e inevitablemente se están convirtiendo en nosotros: los europeos, los coreanos y japoneses, los chinos si somos capaces de llegar a una década de libre comercio con ellos, y los indios si no caen en una guerra civil subcontinental. Nos negamos a ver las batallas que el imperio estadounidense de potencia suave está provocando en esos lugares y el severo nacionalismo que está surgiendo en algunos de ellos.
En el otro bando están los bárbaros: aquellos cuya violencia y aparente indiferencia hacia nuestros encantos los coloca fuera del alcance de la inquietud moral corriente. Los asesinatos del África subsahariana y la yihad del Islam militante parecen estar tan lejos del idilio estadounidense que comprendemos su sentido creyendo que son completamente distintos de nosotros. No podemos razonar con ellos, porque hablamos una lengua de pragmatismo guiado por principios, mientras que ellos se mueven impulsados por apetitos primitivos o violentos. Ellos sólo entienden la violencia. Si nos acercamos demasiado a ellos, nos destruirán. Nos hemos unido a nuestros predecesores imperiales en la creencia de que la humanidad está dividida entre aquellos que están destinados a unirse a nosotros y aquellos que sólo razonan con la espada. Medio mundo prácticamente se ha convertido en lo que somos; el otro no tiene ninguna esperanza de unírsenos, así que no podemos encontrarle un sentido moral.
Por eso, paradójicamente, para los estadounidenses, admitir nuestra posición imperial sería un acto de humillación. Nos desviaría de nuestra idea complaciente de que nacimos como pueblo universal y nos abriría los ojos para ver todas las formas en que nos estamos convirtiendo en una nación imperial. Entonces podríamos ver algunas de las complejidades y peligros que trae consigo nuestro tiempo. Podríamos admitir el carácter ambiguo y traumático del cambio cultural que está teniendo lugar en todo el mundo. Cuanto más tiempo sigamos siendo invisibles ante nosotros mismos, mayores posibilidades habrá de que nuestro imperio se juzgue como uno de los crímenes de la historia. Porque la falsa inocencia es un delito, y la invisibilidad no es excusa.

Dpto.Prensa y Difusion
Circulo Bioquimicos dpto.Parana
Junio 2002

Una web dirigida al mundo científico de los países en desarrollo
www.scidev.net

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La información fue publicada por el site navegante.com y en ella leemos que en ocasiones, las noticias acerca de avances científicos no llegan al Tercer Mundo. Por eso, diversas organizaciones y revistas científicas acaban de lanzar una página web sobre ciencia y tecnología dirigida a investigadores de estos países. Geoff Oldham, uno de sus impulsores, espera "que 'SciDev.net' sirva de nexo entre los que tienen conocimiento sobre ciencia, tecnología y desarrollo y aquellos que pueden beneficiarse del mismo".

"La información acerca de nuevos hallazgos es incluso más importante para los científicos del mundo subdesarrollado que para la mayoría de nuestros suscriptores", opina Donald Kennedy, editor de la revista 'Science' y antiguo director de la Universidad de Standford (EEUU).

De este modo, el web –respaldado por la Academia de Ciencias del Tercer Mundo (TWAS) y las prestigiosas publicaciones 'Science' y 'Nature' – proporcionará acceso libre a algunas investigaciones publicadas en estas dos revistas científicas (normalmente estos trabajos sólo están disponibles para los abonados).

Iniciativa original

"Habitualmente las revistas científicas han sido poco imaginativas al pensar en el Tercer Mundo», señala Philip Campbell, editor de 'Nature'. "En 'SciDev.net' tenemos una iniciativa original y bien patrocinada para que los científicos de países en vías de desarrollo consigan información y opinión acerca de cuestiones que realmente les incumben".

El web se compone de una serie de 'dossieres', que incluyen noticias, investigaciones y artículos de opinión sobre temas científicos que puedan interesar al Tercer Mundo. De este modo, científicos, políticos y periodistas recibirán información y debatirán acerca de temas variados, desde el cambio climático hasta la clonación.

Dpto.Prensa y Difusion
Circulo Bioquimicos dpto.Parana
junio 2002












Wednesday, June 19, 2002

DE RUMORES Y ESGUNFIES

Por Luis Sicilia

A Roberto Artl le gustaba inventar cosas, incluidas palabras como "esgunfie"
con el propósito de resumir el hastío de la sociedad frente a la malaria
circundante. El autor de Los Siete Locos era una antena receptiva de ese
malestar colectivo que, por regla general, alimentaba una visión abandónica
de la vida. También en los años 30 los problemas que agobiaban a la gente y
la saturaban de malhumor estaban referidos a la corrupción del funcionario
político, la pobreza extrema, el desempleo y la injusticia social. Los
esgunfiados de hoy son los esgunfiados de ayer, los "sumergidos" de los que
hablaba Perón en los años 40. En estos días, cuando el matrimonio
Barrionuevo se sitúa como una bomba de tiempo a la cual le han quitado la
espoleta en la tienda de Eduardo Duhalde, el esgunfie se hace insoportable.
¿Y la autoestima de los argentinos? Por el suelo. Estamos tan depreciados
y hundidos en el marasmo social que hasta un colonizador posmoderno, el
señor Rudiger Dornbusch, economista profesor del Instituto Tecnológico de
Massachussets, el famoso MIT, una especie de "escuela de cuadros" del poder
financiero, muy amigo del ex ministro Ricardo López Murphy y del titular del
CEMA, Carlos Rodríguez, tiene el descaro de proponer que "la Argentina ceda
temporariamente su soberanía" en cuanto al control y supervisión del gasto
público, la impresión de dinero y la administración tributaria, en manos de
países desarrollados -en realidad del FMI-. Finalmente puntualiza:
* Los argentinos deben entender que sin asistencia masiva e intromisión
externa no pueden salir del desastre.
* Como todo el mundo piensa, generalmente con razón, que todos los otros
son corruptos y egoístas, no hay pacto social que pueda alcanzarse en la
Argentina.
Parece un chiste escuchado en los pasillos del Borda, pero no lo es, como
tampoco es un chiste la denuncia de la diputada Elisa Carrió en el sentido
de que el señor Henry Kissinger estaría operando como lobbista de un grupo
económico estadounidense que impulsa el trueque de deuda externa por
territorio, especialmente el situado en la Patagonia, la Mesopotamia, el
noroeste del país y en la región de Cuyo. El antecedente más serio de este
enjuague se produjo en l983, cuando Henry Kissinger y David Rockefeller
encabezaron el grupo que ideó el canje de deuda externa latinoamericana por
activos de empresas públicas. Esa "solución" la ejecutó sin pestañear el
señor Carlos Menem, con el argumento de que con ello se pondría punto final
al endeudamiento externo. Eso sí que fue un chiste, pero de humor negro.
¿Al presidente Duhalde le preocupan esas versiones sobre canje de
territorio petrolero o estratégico por deuda, en realidad por soberanía? En
realidad tiene otros problemas, mucho más engorrosos, como ser su propia
estabilidad. Los gobernadores más duros le siguen achicando los plazos,
insisten en que se trata de dos o tres semanas y que el 2003 como objetivo
eleccionario está muy lejos en el tiempo social.
"La gente sigue carneando ajeno en el campo, asaltando trenes que llevan
alimentos y desviando camiones con comida rumbo a las villas, por ejemplo
algo que está ocurriendo en Rosario y que no ha sido suficientemente
denunciado", dicen adversarios de Carlos Reutemann. Pero los datos son
reales. Según el INDEC, en Rosario, donde viven l,3 millón de personas hay
un 22,8 por ciento de desocupados, 522 mil pobres de los cuales 199 mil son
indigentes.
Duhalde está pisando cualquier cosa menos tierra firme. Para colmo de
males ha generado malestar en el episcopado, donde se le reprocha haber
"cajoneado" el documento "Acuerdo nacional", elaborado por la iglesia con
el aporte de las fuerzas políticas y sociales que integran la Mesa del
Diálogo Argentino. Es que el gobierno, en especial al señor Lavagna, se le
hace imposible firmar ese manifiesto donde se sugieren cosas irritantes a
los oídos de la banca. Por ejemplo, cuando al hablar de la equidad social se
propone "eliminar todos los privilegios y excepcionalidades vigentes en los
presupuestos públicos; resolver lo antes posible la indisponibilidad de los
depósitos bancarios; establecer un justo balance entre acreedores y deudores
y gravar a quienes tienen mayor rentabilidad patrimonial".
Los muy allegados Duhalde sostienen que "la conspiración" para sacarlo
al bonaerense de la Casa Rosada ya está en marcha, incluso con el visto
bueno de la embajada estadounidense en Buenos Aires. En el listado de
"conspiradores" estarían José Manuel de la Sota, Carlos Saul Menem, Adolfo
Rodríguez Saa y Néstor Kirchner. Al Lole Reutemann lo dejan de lado, pero lo
miran de reojo. Como siempre, el santafecino se mueve con firmeza en el
terreno de la ambigüedad. ¿Y Luisito Barrionuevo? ¿Es un aliado firme? No
hace mucho expresó su amplio respaldo a Manuel de la Sota, al que considera
el hombre señalado a la hora del reemplazo de Duhalde. ¿En que equipo juega
Barrionuevo? ¿En el de Duhalde o en el de los amigos del embajador Wallsh?
Junio 2002


Un cuento para pensar :
Donde estaran los mandarines?
Amigo bioquimico ,mediante este cuento que pongo a su consideración le doy la oportunidad de disponer de un elemento para una tertulia amena y distendida ,pero a la vez reflexiva y motivadora.
Resulta que hurgando entre libros antiguos encontré el diario de viaje del primo de Marco Polo, Brunetto Polo, un tipo ambicioso e inquieto, que se apartó de la caravana de su pariente y llegó a cierto lugar de la China, donde se albergó en casa de la familia Chung-Li y permaneció un tiempo. Los mandarines que gobernaban aquella comarca tenían el hábito de aparecer en el balcón del palacio cada tanto y la gente del pueblo hacía sus petitorios a viva voz. El pan está muy caro, bajen los impuestos, las calles están rotas y cosas así. Los mandarines, lujosamente ataviados y con largas uñas según la moda, sonreían y asentían amablemente. Brunetto Polo quedó encantado ante esa actitud tan respetuosa de los gobernantes con el pueblo. Pero luego advirtió que ninguno de los pedidos se cumplía. Nunca. Un día presentó una solicitud por escrito y fue admitido en palacio, donde exhibió un muestrario de sus mercancías. Los mandarines apreciaron los artículos que llevaba para intercambio, se pasaron un papelito unos a otros, sonrieron y asintieron. Acá Brunetto se olió que había algo raro. Aprovechó que uno de los mandarines le dio la espalda, le chasqueó los dedos en la nuca y el fulano ni se mosqueó. Repitió la misma prueba con varios. Se despidió, hizo como que se retiraba y se ocultó detrás de un cortinado. Así fue como presenció el rito de iniciación de un futuro mandarín. Al pibe, mientras dos le sujetaban la cabeza, otro le metió un par de palitos de esos de comer arroz en las orejas y le perforó los tímpanos. “Madonna santa –pensó Brunetto–, éstos sí que son astutos, se vuelven sordos para no escuchar, así se aseguran de que no les dé un ataque de sentimentalismo ante los pedidos de los súbditos, y como en China todo es milenario no me cabe duda de que esta manganeta viene de hace largo rato.” A la noche, durante la cena con los Chung-Li les habló así: “Mis queridos chinitos, es inútil que insistan con sus reclamos porque los mandarines son sordos de profesión, se pinchan los tímpanos. Tengo que decirles algo más y espero que no se ofendan: ustedes no saben ni leer ni escribir, y como dice mi compinche el juez Bernhard Schlink, el analfabetismo es una especie de minoría de edad eterna. Si se toman el trabajo de aprender, y yo me ofrezco para ayudarlos, van a crecer y alcanzarán la mayoría de edad”. Y ahí nomás usó un pedazo de ladrillo como tiza y empezó la tarea. Los Chung-Li aprendieron rápido y compartieron el conocimiento con todos. Las primeras palabras que los chinitos escribieron no fueron mamá y papá, como era de esperar. Cuando se produjo la siguiente aparición de los mandarines en el balcón, el clima de la plaza había cambiado, no volaba ni una mosca, silencio total. La multitud desplegó una enorme paño de seda negra con una inscripción en letras rojas y ésas eran las primeras palabras escritas por aquella gente: “Sabemos que son sordos a propósito”. A los mandarines se les congeló la sonrisa y se pasaron un papelito que decía: “Se avivaron, rajemos antes de que sea tarde”. Y huyeron con lo puesto. Aunque a ustedes les parezca raro, en este relato lo que más me intrigó fue el destino de los fugitivos. Así que me dediqué a investigar y logré detectarlos en reapariciones esporádicas a lo largo de la historia, siempre encaramados al poder. Les nombro tres momentos como ejemplos: Inglaterra siglo XVII, época de Cromwell; Francia, corte de Luis XVI; la Rusia de los zares, a principios del siglo XIX. Ahí lamentablemente les perdí el rastro. Vaya a saber adónde habrán ido a parar los mandarines sordos.
Todos los que participábamos del relato nos pegamos una palmada en la frente.
–Acá vinieron a parar –gritamos–, qué divorcio ni divorcio, al fin sabemos por qué nuestros representantes no dan bola: son los mandarines milenarios que se instalaron entre nosotros y manotearon el poder. Ahora se aclaró el misterio: no importa lo fuerte que gritemos, no importa que nos desgañitemos, los malditos nunca podrían escucharnos porque son sordos como una tapia.
Busquemos caminos como los Chung –Li para despacharlos a otra galaxia.
Julio 2002