Saturday, August 31, 2002



GLOBALIZACIÓN – ANTIGLOBALIZACION
De el Diario El Pais-España

E. MIRET MAGDALENA

Enrique Miret Magdalena es teólogo seglar.



Está de plena actualidad el tema. Y no se refiere solamente al plano económico, sino a algo mucho más amplio. Es a la influencia mutua que hay en el universo, lo mismo en la Tierra a todos los niveles que en el cosmos.

Ya no somos solitarios porque no estamos aislados. El filósofo quizá mas importante del siglo XX, Husserl, terminó afirmando: 'El mundo está hecho de interacciones recíprocas'. Y desgraciadamente no es un conjunto ordenado de esas acciones mutuas, sino una verdadera maraña de ellas, porque los seres humanos nos hemos encargado por nuestra acción u omisión de desbaratar esa influencia mutua que no se ha sabido ordenar.

Por eso, a la mundialización se la ha llamado globalización, para marcar el mal que hemos cometido con nuestra actividad mal encauzada, o por nuestra incuria sin intervenir para arreglar sus graves e injustos desvíos.

Y este año, en el Congreso de Teología, los cristianos que asisten a él han querido que se tratase este asunto de tanta trascendencia por sus consecuencias negativas en el plano económico, político, social y cultural. Necesitamos, creyentes y no creyentes unidos en este cometido, dar la vuelta a la tortilla y hacer que esta influencia no cree más desigualdades ni injusticias; sino al contrario, que podamos usar esas influencias para bien de los más desfavorecidos, y no como ahora, para ventaja de los más poderosos.

Y no queremos que allí, en el Congreso, nos hablen los teólogos de turno solamente, sino los expertos en el problema desde esos amplios puntos de vista que muchas veces les escapan a los que se dedican a la reflexión religiosa, y sobre todo a los que llevan las riendas de la religión. Parece -salvo excepciones- que están frecuentemente en la luna, olvidándose de lo que está a ras de tierra.

Yo, que vengo del mundo de la ciencia, me sorprendo de que no se hayan dado cuenta de que esa relación recíproca es universal; y de ella se han hecho eco las más diversas ciencias. La física, la astrofísica, la bioquímica, la biología y la psicología se han percatado hace años de ello, y lo han dicho por activa y por pasiva, sin que se percatase la gente de ello.

El profesor de Física Teórica David Bohm afirmó que la realidad, por él estudiada, no estaba dividida, y que la realidad fundamental es una relación cuántica del universo. El astrofísico G. Chew propuso su teoría del bootstrap, ya que el universo es una red dinámica de fenómenos relacionados entre sí. Y Sheldrake enseñó la teoría de la resonancia mórfica entre los organismos vivos de la misma especie. Y así seguiríamos esta incursión por otras ciencias encontrando siempre lo mismo, pues el paleontólogo y filósofo Teilhard de Chardin halló que en el mundo no debe haber más que una energía que influya en él porque todo se relaciona entre sí. Y el psicólogo Pradines halló que en todo psiquismo está latente lo espiritual y lo sensible.

A esto se ha unido más tarde la teoría del caos y su efecto mariposa, donde descubrimos que a larga distancia los fenómenos se implican, y una mala cosecha en Estados Unidos o en Rusia influye en todo el mundo, como afirma el profesor Lejeune.

Y ahora hay que darse cuenta de que 'legisladores, economistas y políticos deben hacer frente a la posibilidad de que sus decisiones produzcan oscilaciones violentas imprevistas con efectos acaso desastrosos, caóticos', concluye con toda razón el profesor de Historia de la Ciencia Sánchez Ron.

Éste es el panorama de fondo, que no nos hemos percatado de él los ciudadanos que vamos tranquilamente por las mañanas a nuestro trabajo sin saber lo que se nos avecina.

Y encerrados en nuestras cuatro paredes, olvidamos nuestra responsabilidad en todo lo que ocurre; porque nos damos cuenta de que no estamos encerrados en nosotros mismos, sino que 'el sujeto consiste en estar abierto a todas las cosas', como señaló el filósofo español Xavier Zubiri, sin que esta gran verdad haya tenido repercusión en la educación recibida por cada uno de los ciudadanos corrientes.

Por eso vamos a hacer, en este Congreso, que los más diversos conocedores de esta situación nos hablen de sus puntos de vista, para aclarar nuestras mentes y nuestra acción al nivel que nos corresponde. Y pasarán esos días del 5 al 8 de septiembre para hablarnos, Vázquez Montalbán lo mismo que José María Fidalgo, Joaquín Estefanía, Nicolás Sartorius, Pedro Altares, Isabel San Sebastián, Leire Pajín, María Teresa de Borbón Parma y otras y otros muchos más igualmente importantes, que harían interminable esta lista. Y, para terminar, oiremos la palabra del obispo emérito de Chiapas Samuel Ruiz, que ha vivido de cerca los problemas de la globalización en su pobre región.

Y esta interrelación se descubre en tres niveles: 1) el técnico, 2) el sociológico, 3) el cultural (y dentro de éste, el religioso).

El primero es el de las nuevas técnicas de la comunicación, que afectan a los demás niveles con sus revolucionarios cambios, que hacen posible la relación inmediata de los más alejados, poniéndolos ante nuestros ojos sin dilación.

Pero en ello surgen muchos problemas, porque se ha desatado el imperialismo económico con la especulación que ocurre en cualquier punto del globo, sin control ninguno de las reacciones aventuradas e irresponsables que en pocas horas pueden hundir o levantar empresas y aun países enteros.

Y con la particularidad de que las grandes instituciones que debían controlar esta desbocada globalización no saben hacerlo, y frecuentemente la estropean guiados por los deseos de los países ricos, y dejando expoliados a los más pobres, cuando se nos había prometido que el gap entre ricos y pobres iba a disminuir y ha aumentado en pocos años al doble; y el resultado es que las 44 naciones más pobres están hoy peor que hace pocos años.

A lo cual se añade el sida, la falta de agua potable, la carencia de higiene y la explotación de la mujer, del niño y del trabajador, que en algunos países llega a la bochornosa esclavitud que creíamos superada, y ha aumentado ante los brazos cruzados de la ONU, que, dirigida por cómodos burócratas y naciones que se desentienden de ello, no sabe cumplir el cometido para la que fue creada.

En el plano sociopolítico tenemos, entre otros, el problema de la emigración creciente y los desplazados, que no sabemos abordar humanamente los países que somos más poderosos.

Y se produce el alarmante deterioro del medio ambiente, sin poner remedio eficaz a ello. O los defectos graves de las democracias que son de representación, pero no de participación. Y el terrorismo o la corrupción, que llega a todos los rincones. Y el nuevo fenómeno del trabajador de cuello azul, hoy en demasiado lento proceso de conversión en el empleado de cuello blanco, que es el único que puede estar preparado para el futuro.

Y nada digamos del descenso de la cultura en nuestros países del desarrollo, y la falta de educación en los que deben estar en vías de desarrollo para poder valerse por sí mismos y salir de su pobreza con el apoyo de todos.

Debemos reflexionar acerca de todo lo que digo, porque nos va en ello el porvenir. Y a eso queremos modestamente contribuir a hacer con nuestro Congreso de Teología a partir del 5 de septiembre.






A UN AÑO DEL ATAQUE A LAS TORRES
El fin del tótem protector

En un mundo cada vez más violento, el trabajo intelectual puede aportar modos de convivencia entre las culturas para conjurar el mayor peligro: la creciente cantidad de personas que no dudan.
NESTOR GARCIA CANCLINI.


Vivimos en un mundo de vaivenes multidireccionales. Ya no oscila sólo entre Oriente y Occidente, entre norte y sur. Más que pasar de un período de paz a otro de guerra, transitamos de conflictos regionales a un tiempo de guerra mundializada. Tal vez lo que más cuesta pensar es que dejamos una etapa en que esas confrontaciones podían experimentarse en forma relativamente separada y entramos en una época en la cual todas las disputas se cruzan y potencian. Cada vez hay menos ciudades y naciones protegidas, refugios seguros —ya no lo es ni el Pentágono—. Se cayeron muchos totems protectores —no sólo las Torres Gemelas—. Están amenazados los paraísos fiscales, las naciones neutrales, las ciudades santuarios, los ahorros de toda la vida. No es fácil aceptar una transformación tan súbita del mundo respecto de como lo concebíamos y lo experimentábamos hasta la mañana del 11 de septiembre de 2001. ¿Qué es lo que queda, qué hay de nuevo, o qué existía antes y no alcanzábamos a ver?

Voy a balbucear algo a partir de una de las zonas donde se acentúan los miedos: las grandes ciudades. ¿Qué hace de ellas la sede de los peligros, incluso del pánico? Las primeras asociaciones nos remiten al aumento de la inseguridad, la criminalidad y la contaminación. Sin embargo, estas causas no explican suficientemente lo que cambió. Las acciones "prácticas" o francamente represivas con que se intenta conjurar los riesgos dejan algo pendiente. Ese plus inexplicado tiene que ver con el sentido de la vida en común.

Avanzo un poco más en esta conjetura: el pánico contemporáneo no se forma por un único factor, sino por la convergencia de la fragmentación y la inseguridad en las ciudades, la impunidad de la corrupción, el desconcierto que generan las innovaciones tecnológicas, la radicalización de la pobreza y otros cambios que modifican los lugares de lo público y lo privado, las maneras de comunicarnos y desencontrarnos. La expansión conjunta y sinérgica de estas transformaciones, con la incertidumbre generalizada que provoca, conduce a atrincherarse en el individualismo y en fantasías de refugio grupales.

Después de que Dostoievski dijo "si Dios no existe, todo está permitido", hemos tenido que aprender a vivir en mayor soledad, sin reglas prescriptas, nuestras decisiones y la confrontación con las menos previsibles decisiones de los otros. No tengo espacio aquí para desarrollar este punto, pero sabemos que gran parte del pensamiento contemporáneo, desde el existencialismo hasta las distintas formas del posmodernismo, es una meditación sobre esta pérdida de certezas.

Desde los años sesenta y setenta, la preocupación por la crisis de la familia se acentuó hasta hablar de su muerte. Con esta fórmula se abarca hechos tan diversos como el acceso de las mujeres a un papel más pleno en la vida pública, el aumento de divorcios y la noticia de que en muchas sociedades occidentales aproximadamente la mitad de las casas están habitadas por personas solas. En los Estados Unidos los hogares completos, de padre y madre con hijos, que eran el 43 por ciento en 1960, bajaron a 23,5 por ciento en el año 2000. Sabemos que en América latina nos aproximamos a esos porcentajes de familias con madre pero sin padre, o al revés, o parejas sin hijos. También hijos sin padres, niños de la calle, huérfanos de guerras, separaciones por exilios y migraciones. Si se pierde el papel contenedor de la familia clásica, su capacidad de producir sujetos y asignarles roles precisos como padres, madres e hijos, queda la sensación de que todo está permitido. Sectores conservadores reaccionan ante esto con nostalgia de la familia tradicional. Pero incluso quienes valoramos formas de vida familiar más flexibles (padres separados pueden dar mejor contención que una estructura unida autoritaria), experimentamos la inseguridad de estos tránsitos.

En las últimas décadas, a medida que movimientos económicos, tecnológicos y comunicacionales de globalización reducen el papel de los Estados, las empresas transnacionales actúan como si la nación estuviera dejando de existir y se les permitiera todo. La mayoría de los gobiernos nacionales opera como si no importara que no haya bancos nacionales, ni industria nacional, ni cine, ni editoriales, ni empresas telefónicas, ni producción cultural del propio país. Ni leyes nacionales que regulen esos campos en beneficio de la sociedad. Las mayorías estafadas, cada vez con menos recursos jurídicos y económicos para proteger lo propio, menos micrófonos y pantallas para contarlo, muestran que la permisividad es privilegio de pocos.

También las grandes ciudades padecen el vértigo de la desintegración. Las capitales latinoamericanas, antes imaginadas por los migrantes como avanzadas de la modernización, se vuelven escenarios caóticos donde la calidad de vida se deteriora, la violencia y el racismo se agravan. Al referirse a la ciudad de México, que pasó de 1.644.000 habitantes en 1940 a los casi 19 millones actuales, José Emilio Pacheco habla de una "posciudad", y Carlos Monsiváis la llama "ciudad posapocalíptica, porque lo peor ya pasó". También podría nombrarse así a Buenos Aires, Bogotá, Caracas, Lima o San Pablo, donde el desorden disuelve el sentido de ciudad y por tanto lo urbano como paisaje ético y estético. Si no hay ciudad, todo está permitido: contaminar, asaltar, endeudar al gobierno de la capital —como al de la nación— más allá de cualquier capacidad de pago.

¿De qué manera sirve esta reflexión para repensar lo público? Podemos reconceptualizarlo así: lo público es el lugar imaginario donde quisiéramos conjurar o controlar el riesgo de que todo esté permitido. Nos preocupamos por lo público porque necesitamos ocupar este sitio donde Dios está ausente, donde lo que queda de la familia y del Estado-nación no son suficientes para establecer reglas de convivencia. ¿Acaso lo que resta de ciudad en una megalópolis servirá para que actuemos, como se decía antes, con un poco de urbanidad? Quizás un punto de partida sea, recuperando el sentido etimológico de la ciudadanía, ejercerla desde la participación plena en la ciudad.



Vistosas resurrecciones


No creo que esta manera de plantear nuestras incertidumbres, como parte del debate sobre la modernidad, haya perdido vigencia. Sin embargo, en estos días se exhiben posiciones contrarias. Seguimos preguntándonos si todo está permitido porque Dios, la nación, la familia y la ciudad se desvanecen. A la vez, pareciera que todo está permitido porque muchos creen no sólo que su Dios existe sino que es el único verdadero, porque su nación y su modo de entender la familia son más valiosos que sus vidas individuales, y por tanto sus ciudades, las de Dios o las de Alá, son sagradas.

En las Torres Gemelas y el Pentágono hubo miles de muertos y algunas resurrecciones. Entre las más llamativas, volvemos a encontrar a los grandes relatos que el posmodernismo se apresuró a sepultar. Por ejemplo, el de la civilización occidental y su misión redentora de toda la humanidad, el de la nación, y el de Dios y sus muchos pueblos elegidos. El reavivamiento de estos relatos antiguos ocurre con tal violencia que uno se pregunta si sólo eso les queda a los creyentes en esa narrativa única del mercado omnisapiente e integrador de la humanidad mediante el libre comercio. Ahora es claro que esta narración es la mezcla de múltiples microrrelatos ignorantes de sus contradicciones, por ejemplo el de la CIA que contrata terroristas y narcotraficantes por todo el mundo, el relato que se contaron los narcotraficantes cuando invirtieron y especularon en los bancos de sus perseguidores. En fin, cuando descubrimos que el gran thriller de la globalización neoliberal está hecho con demasiadas relaciones peligrosas y amores imposibles.

En un mundo en guerra, la verdad se prescribe desde arriba, la solidaridad razonada es sustituida por la subordinación, y el disenso es juzgado como subversión o infidelidad. Estas tres tendencias, contrarias a la construcción moderna de la esfera pública, son alarmantes en una confrontación donde se desconoce casi todo sobre el enemigo, comenzando por no saber con claridad quién es y dónde está.

Tres virtudes son esperables de los intelectuales a partir de lo que sabemos hacer: la información contrastable y razonada, la solidaridad basada en la comprensión crítica de los conflictos interculturales, y la duda. Conflictos próximos y lejanos vienen mostrando la utilidad de que los intelectuales aportemos nuestro entrenamiento en estas tareas cuando se trata de abrir o rehabilitar esferas públicas: las luchas por esclarecer violaciones a derechos humanos en las dictaduras del cono sur y de Centroamérica, las guerras árabe-israelíes y la reinvención diaria de la cultura de la paz en Colombia. Son tareas poco reconocidas por los medios de comunicación y despreciadas por amplios sectores hegemónicos. Un coronel argentino expresó así el malestar de la corporación militar durante los juicios posteriores a la guerra sucia: "La duda es la jactancia de los intelectuales". Pienso, en cambio, que puede ser nuestra contribución a que la solución política gane fuerza a medida que se constaten los fracasos militares. La solución política, única duradera, pasa, por ejemplo, por lograr que funcione el Tribunal Internacional ya aprobado por más de 70 gobiernos como instancia de protección de los derechos humanos, y que Estados Unidos rechaza.

Tal vez no haya mayores motivos de miedo que la abundancia de gobernantes y gobernados que no dudan, incapaces de admitir que puede haber más de una manera de concebir el mundo, la nación y la familia, incluso dentro de la misma nación y la misma familia. El trabajo intelectual y el de los movimientos sociales pueden mostrar su valor proponiendo soluciones de convivencia intercultural para todos, y no sólo las tareas —a veces necesarias— de exaltar los avances de la modernidad y consolar simbólicamente los etnocentrismos heridos.








Friday, August 30, 2002

LOS ASESORES DELA GLOBALIZACION I




Por Carlos Salvador La Rosa
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La gran novedad de la revolución tecnológica que estamos viviendo es que tres elementos que durante siglos fueron escasos ahora son abundantes: la comunicación, el conocimiento y la comida.

Pero lo que matiza tal conclusión es que el sistema socio-político dentro del cual se realiza tal revolución tecnológica ha banalizado la comunicación, ha elitizado el conocimiento y no puede impedir que cada día más pueblos y grupos humanos caigan masivamente en hambrunas de neto corte medieval.

Asesores de imagen

Según la opinión del analista político Rosendo Fraga, los escándalos financieros que hoy sacuden a EEUU se deben al sobredimensionado poder que se les dio a las consultoras y a las auditorías privadas por sobre los Estados y las mismas empresas.

Un grupo de personas, sin intervención directa en las decisiones políticas o en la producción económica, comenzó a asesorar, a aconsejar acerca de los caminos a seguir. Y sobre esa base construyó un gran poder.

Bajo sus consejos, políticos y empresarios adjudicaron sus fallas, no a errores sustanciales sino a una mala comunicación. Entonces se propusieron subsanar esa supuesta falencia con “una buena comunicación”.

Los políticos dejaron de pensar en términos ideológicos o conceptuales, y preguntaron a los asesores de imagen qué es lo que pensaba o quería escuchar la población. Luego repitieron textualmente lo que se suponía creían los votantes. El discurso se igualó porque los consultores le decían a todos los políticos lo mismo. Y por ende, la política se vació de contenido. Y comenzó su ocaso.

Los empresarios se creyeron la nueva clase social que reemplazaría en el poder a los políticos. Y los asesores se transformaron en los gurúes que predicaban la buena nueva ante la gente de negocios.

Ideas políticas de antaño fueron literalmente hurtadas por los nuevos consejeros, trastocadas o vaciadas.

Una nueva utopía basada en la república platónica y en la sociedad comunista prevista por Marx se extrapoló al mundo de las empresas. Debidamente pasteurizada y alivianada al modo de una prédica religiosa con el estilo de “hágalo usted mismo”.

Los nuevos platones

Nuevos intelectuales orgánicos del poder empresarial comenzaron a recitar sus consignas ante tribunas cubiertas de aprendices de brujos que escuchaban enceguecidos -plenos de un delirio místico- las boberías que sólo se validaban por el alto costo que había que pagar para asistir a las conferencias. Las que luego se traducían en libros vendidos por millones.

Los nuevos platones tienen nombres y apellidos conocidos mundialmente. Por ejemplo, Michael Hammer, el creador del concepto de “reingeniería”, o sea de cómo echar gente sin que nadie se dé cuenta. O Peter Senge, el autor del best seller “La quinta disciplina”, donde enseña a los empresarios cómo erigirse en líderes y transformar la empresa en una gran familia donde los patrones sean padres y los empleados sean hijos. O el señor Rowan Gibson, de profesión “consultor independiente en temas de negocios”, quien sintetiza la idea principal de esta nueva disciplina pretendidamente filosófica: desaprender del pasado, dejar de basarse en la experiencia, para tener la mente abierta al mundo nuevo.

Esta idea, si se la lee bienintencionadamente, lo que significa es que hay que romper los pensamientos fijos, estructurados, que es preciso pasar de un paradigma a otro de pensamiento. Pero la realidad es que en los hechos no se la interpretó así.

De hecho sirvió para malformar a un montón de jóvenes que buscaron dejar de lado todo lo que había pasado en el mundo antes de que ellos nacieran. Con una soberbia inigualable, transformaron un mero manual de marketing en una biblia de negocios.

Sabelotodos de la nada, profetas de la estupidez, vanagloriados de sí mismo, un grupo cada vez más numeroso de “nuevos ciudadanos del mundo” creyeron ser los inventores de una consigna tan vieja como la humanidad: “animémonos y vayan”.

Caminos que llevan a WorldCom

No sólo los políticos se dejaron vaciar de contenidos por estos vulgarizadores. Las más importantes empresas privadas del mundo también cayeron en su trampa.

Con el tiempo lo importante no era tener buenos balances, sino “comunicar” que eran extraordinarios. Total, como la única verdad es la comunicación, con él solo hecho de comunicar bien, el balance malo se vuelve bueno. Pura cuestión de fe.

Mientras los nuevos gurúes le escribían a todos los políticos el mismo discurso, que era aceptado por igual tanto por derecha como por izquierda, las empresas se cotizaban en bolsa según lo que decían los auditores, los analistas y los consultores.

Inevitablemente, llegó Enron o WorldCom, y en los pagos locales el “que se vayan todos”.

Educados para la ignorancia

Hasta en la educación prendió esta ideología. Bajo la forma de nuevas técnicas pedagógicas que no buscaban entregar a los hijos el saber acumulado por sus padres biológicos o históricos, sino que sólo pretendían que los chicos descubrieran la verdad oculta dentro de ellos mismos.

El problema es que las nuevas pedagogías no implican un psicoanálisis o una filosofía del alma, sino sólo un mero listado de obviedades donde no se enseñan cosas sino simples técnicas de comunicación.

Ya no se quería aprender la realidad sino “aprender a aprender”. Pero cuando se descubrieron las nuevas y milagrosas formas de “comunicar” la educación, todo el mundo ya se había olvidado de los cosas que se debían comunicar.

La globalización complaciente

Hoy lo que se derrumba es ese primer modo de querer organizar socialmente a las nuevas tecnologías: una globalización complaciente y feliz, llena de nuevos demiurgos sin ideas algunas en la cabeza, que pulverizaron la política, fundieron a las empresas y frivolizaron la educación.

Desde que el hombre es hombre, están aquellos que deciden porque están en los lugares de la acción. Y aquellos que aconsejan porque están en los lugares del pensamiento.

Pero los asesores “de antes” tenían ideas propias que ofrecían a los hombres de acción. Los nuevos asesores venden, como mercaderías, las ideas que se vendan mejor. Y para peor, no se conforman con asesorar, sino que intentan crear un poder paralelo detrás de los poderes formales.

Esta utopía estúpidamente light se cae en todos lados. Principalmente en los países centrales, donde tuvo mayor repercusión.

Habrá que recuperar la desechada experiencia, los clásicos, las enseñanzas del pasado. Todas esas cosas con las que se quiso hacer tabla rasa en nombre de una ideología pretenciosa pero insignificante. Y volver a pensar el futuro con lo que diferencia al hombre del animal: la historia y el recuerdo de haberla hecho.





















POR UNA DEMOCRACIA GOBERNABLE
Por Pedro J. Frías


La frágil gobernabilidad actual me ha recordado un interrogante que se planteó la ciencia política pocos años atrás: ¿es gobernable la democracia? La pregunta era formulada sin ningún prejuicio contra el sistema. Las hipótesis planteadas eran múltiples, pero retengo dos: una es que hay incompatibilidad entre las aspiraciones de la democracia política y el desarrollo del capitalismo liberal; para otros, la multiplicación de los protagonismos y, más aún, la participación hace ingobernable la democracia.
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Luhmann cree que en el Estado liberal el sistema eliminaba casi siempre las desviaciones; en cambio, el Estado democrático y pluralista legitima todas las demandas y de ahí su extrema politización. Se agrega también que si el constitucionalismo social llega a una alta temperatura emotiva, no es compatible con ninguna economía, no sólo la capitalista: la economía se funda sobre la escasez, y las demandas, sobre la prodigalidad.
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Toda crisis puede tener superación si se interpreta la “economía social” como una articulación de producción y equidad, pensamiento que requiere desarrollo, porque la solidaridad exige disminuir el capital de producción para atender la necesidades básicas insatisfechas. Y hay casos, como el de algunas regiones del Sur de Italia, en que, satisfechas esas necesidades, el capital vuelve a la producción.
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Pero la interpretación más incisiva parece preguntarse si demasiada democracia no mata a la democracia. Son los términos de Giovanni Sartori. Por eso hubo quienes, como Huntington, proponían evitar la sobrecarga del sistema.
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Reconstruir la legitimidad
.Mi posición fue siempre evitar dos actitudes: la de poner en cuestión la democracia misma y la de los demócratas románticos y voluntaristas, que rechazan el interrogante.
.Detengo aquí el planteo del problema para enunciar algunas propuestas.
.La gobernabilidad está en riesgo porque está en transición. Ya no hay liderazgos presidenciales como los previó el sistema argentino. Hoy, en Occidente, la gobernabilidad depende de la interacción entre órganos gubernamentales y extragubernamentales para una acción mixta pública y privada. Algo de esto hay con grupos económicos y financieros, pero falta interacción entre la sociedad civil y el gobierno. Por eso, la sociedad debe crecer en institucionalización y recursos, para que, aliada con el Estado, favorezca la gobernabilidad, sin que esto signifique entregarla a manos extrañas. Entiéndase bien que se requiere interacción, pero no en los pasillos del poder.
.Manfred Mols nos recordaría que la legitimidad es necesaria para la gobernabilidad, porque es la que retiene a los descontentos dentro del sistema político. Y la legitimidad está tan disminuida como la gobernabilidad misma. La conciencia de legitimidad se consolida con gobiernos que se apoyan y respetan y hacen respetar el derecho. Pero al derecho no hay que pedirle demasiado, porque es sólo el orden del orden social, no todo el orden. En la sociedad actual hay problemas que dependen de la cultura moral, acosada por un relativismo para el que todo es igual.
.Las propuestas del Diálogo Argentino conducirían a la reconstrucción de la legitimidad porque una nueva cultura cívica restauraría la credibilidad en las instituciones. Pero el círculo vicioso argentino nace de una sociedad que no es inocente, porque la civilización del ocio se instaló tempranamente entre nosotros.
La globalización condiciona a todo gobierno, pero la inserción respetable en el mundo impediría que fuéramos bloqueados, ya fuera por las directivas que bajan del Asia-Pacífico, de la Unión Europea, del Nafta o de nuestro modesto Mercosur. Debemos aceptar el aumento de las interrelaciones, pero evitar la dominación que viene casi siempre oculta. También evitar la subordinación a las doscientas multinacionales que manejan el mercado mundial.
La frivolidad advertida por el Episcopado consiste en correr tras el poder sin rehacer la cultura cívica, sin renovar las prácticas políticas, sin sanear las escena pública y tratar de compartir propuestas que vayan sin disimulos al fondo de los problemas.
El autor es presidente honorario de la Academia de Derecho de Córdoba y de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional.
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Tuesday, August 27, 2002



LA BATALLA SE LIBRA EN LA CARRETERA

¿Profesionales del caos o defensores de los desempleados? Los piqueteros han desplazado a los sindicatos y los partidos políticos como vanguardia de la protesta social en Argentina y, para bien o para mal, todo el país habla de ellos

FRANCESC RELEA
En carreteras lejanas de Buenos Aires, concretamente en la áspera Patagonia neuquina y en el extremo norte de las provincias de Salta y Jujuy colindante con Bolivia, nació en Argentina hace seis años un nuevo movimiento de protesta social que ha desplazado de la escena a los sindicatos y organizaciones políticas tradicionales. La privatización de YPF, la primera petrolera del país, y la parálisis de la industria de la construcción habían arrojado al paro a miles de trabajadores.
Para bien o para mal, todo el mundo habla de los piqueteros, esos tipos tercos que son capaces de cortar durante horas y días el paso de vehículos y mercancías por las carreteras argentinas. 'Vamos a la ruta a confrontar con el Gobierno, por un compromiso que nunca se cumple. Vimos otras luchas del país que eran más efectivas porque al Gobierno no le quedaba otra que dar solución a las demandas cuando había fuertes enfrentamientos. Empezamos a cortar rutas, los puentes de acceso a Buenos Aires, a hacer marchas muy firmes frente a los ministerios... Así conseguimos lo que tenemos ahora', explica Mariano, joven piquetero del barrio de Lanús, en la provincia de Buenos Aires.
Sorprendió a todos, especialmente a las viejas organizaciones gremiales, el nuevo método de protesta, inédito hasta los años 1996 y 1997. Por primera vez, los desocupados aparecían como actores clave de la protesta social. La proliferación de los cortes de carretera alarmó al Gobierno, que reaccionó con la distribución entre los desocupados de los planes de empleo (planes Trabajar), equivalentes a 150 pesos mensuales (29 dólares). La medida, en clara sintonía con el tradicional clientelismo del Gobierno nacional y de las provincias, pretendía dividir a los movimientos de protesta. Los cortes de carretera llegaron a las puertas de la capital y a finales de 1997 los piqueteros actuaron por primera vez en la provincia de Buenos Aires, en la localidad de Florencio Varela.
El término ha adquirido tanta notoriedad que muchos argentinos lo aplican sin distinción para referirse, en distinto tono, a quienes participan en alguna manifestación de protesta. El piquetero es políticamente incorrecto, rompe los esquemas de las mentes bienpensantes y es blanco fácil de la crítica de cualquier tertuliano que se entretiene en describir la crisis argentina en clave de apocalipsis. Nada más sencillo para un comentarista que lanzar los dardos contra quienes provocan grandes atascos callejeros en cualquier ciudad, con las lógicas consecuencias para el resto de ciudadanos. 'Son profesionales del caos que no quieren trabajar', es una muletilla que se escucha con frecuencia en los medios audiovisuales a la hora de hablar de los piqueteros.
Pero sin desempleados no habría piqueteros. La cifra de quienes han perdido un puesto de trabajo y no lo han vuelto a recuperar ha aumentado en los últimos años hasta niveles desconocidos en Argentina. El 7,1% de parados que había en 1989, cuando llegó a la presidencia el peronista Carlos Menem, trepó en diez años hasta el 13,8%, porcentaje que encontró el radical Fernando de la Rúa al llegar al Gobierno en 1999. La escalada no se ha detenido y los desempleados en todo el país superan el 21,5%, porcentaje histórico.
El paro no deja de subir y los desempleados superan hoy el 21,5% de la población activa
Uno de los aspectos de los piqueteros que mayores críticas recibe es que quienes encabezan las manifestaciones suelen ir con la cara tapada. 'El hecho de que los compañeros que están en el piquete se cubran la cara es por una cuestión de seguridad básica. Porque nosotros volvemos al barrio y el mismo policía que está incómodo porque tiene que pasar dos días en la calle porque nosotros cortamos la ruta es el mismo policía que después patrulla por nuestras casas', señala un portavoz piquetero.
El domingo se cumplieron dos meses de la jornada más negra del movimiento piquetero en Buenos Aires. Varias organizaciones habían convocado para el 26 de junio una jornada de lucha para reclamar un aumento de los planes de empleo. Como en numerosas ocasiones, militantes de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados, del Bloque Piquetero y de Barrios de Pie cortaron el puente Pueyrredón, que separa la capital de la provincia de Buenos Aires. La violencia se desató cuando apareció la policía y las consecuencias fueron trágicas: dos muertos (los primeros en un conflicto social desde que Eduardo Duhalde juró como presidente, el 1 de enero) y 70 heridos.
Inicialmente el Gobierno responsabilizó a los manifestantes, a quienes acusó de preparar un supuesto plan insurreccional armado. Pero las fotografías e imágenes de televisión mostraron claramente que los dos piqueteros fueron asesinados a sangre fría por agentes de la policía de la provincia de Buenos Aires. Fueron detenidos el comisario Alfredo Franchiotti, jefe del operativo, y varios de sus subordinados, que están acusados de doble homicidio agravado por la muerte de los jóvenes piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Dos meses después, la causa judicial esta empantanada y la investigación sobre la actuación policial no ha esclarecido ninguno de los abundantes interrogantes.
Las dos víctimas pertenecían a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) Aníbal Verón, una de las organizaciones más heterodoxas del mundo piquetero, que se aparta de los cánones de los gremios tradicionales. Aníbal Verón era un trabajador que fue despedido de su trabajo en la provincia de Salta después de estar siete meses sin cobrar. Con su mujer y sus cuatro hijos participó hace dos años en un corte de la carretera que va desde Tartagal a General Mosconi, junto a la frontera boliviana. Fueron 11 días de interrupción del tránsito junto a otros piqueteros hasta que intervino la Gendarmería (policía de fronteras). Una bala acabó con la vida de Verón.
La militancia de la coordinadora que lleva el nombre del piquetero muerto no supera, en su mayoría, la treintena, y nada tiene que ver con la imagen de terroristas que han tratado de presentar algunos medios. Pablo, Luis, Andrés o Mariano, todos ellos compañeros de los dos jóvenes asesinados en el puente Pueyrredón, prefieren no dar sus apellidos a la hora de hacer declaraciones. 'Nosotros nacimos cortando rutas y ocupando edificios públicos por el desprecio de los funcionarios. Esta lógica se legitimó al conseguir respuesta sólo a través de estas acciones', dice Pablo. 'En Argentina dejó de funcionar la audiencia con las peticiones, el reclamo formal a las autoridades, y esta lógica de lucha se legitimó porque sólo a través de ello respondían los funcionarios. En particular hoy vemos que este movimiento piquetero nacional tiene distintas expresiones'.
El sector con mayor capacidad de movilización, considerado más moderado y proclive al diálogo con el Gobierno, está encabezado por la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de Juan Carlos Alderete y la Federación Tierra y Vivienda (FTV) de Jorge d'Elia, que tienen el respaldo de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). El sector más radical está representada, sobre todo, por los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD), que actúan en amplias zonas del conurbano bonaerense como Lanús, Quilmes, Almirante Brown y Solano y reivindican 'la Argentina piquetera que no se resigna a ser un país para pocos y lo resume en una consigna: trabajo, dignidad y cambio social'.
El asentamiento La Fe, en la provincia de Buenos Aires, no existe en los planos. Fue tomado en una ocupación de tierras hace 16 años de un macizo que no figura en ningún mapa. Tiene agua y luz (que nadie paga), pero carece de red de gas. Los días de lluvia el barrio se convierte en un barrizal intransitable que paraliza toda actividad. El 85% de quienes viven allí no tiene trabajo. Nadie se acuerda de ellos. Las medicinas más simples no llegan, y para conseguir pañales para sus bebés las madres tienen que hacer tres días de cola en la municipalidad.
Una familia de cinco miembros vive en una barraca de chapa y barro. El padre, Luis (35 años), su madre, la esposa y dos hijos de seis años y dos meses. Viven literalmente sobre una gran cloaca. Las aguas de los pozos ciegos están a rebosar, y la empresa Aguas Argentinas ya no hace más el drenaje de las napas, con lo que el riesgo de contaminación es muy grande. 'Las enfermedades respiratorias han aumentado un 80%. El vapor que se condensa cuando sale el sol y seca el suelo es mortal', asegura Luis.
El aspecto más innovador de los llamados Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) es la utilización de los planes sociales o de empleo del Gobierno (150 pesos mensuales por unidad familar), que en su gran mayoría fueron concebidos con fines improductivos y asistencialistas, y transformarlos en proyectos auténticamente productivos. En sus orígenes, los planes Trabajar estaban destinados exclusivamente a labores municipales como limpiar zanjas, construir veredas o barrer calles. 'A través de la lucha logramos la autogestión, para definir nosotros las tareas a realizar, proyectos propios que no dependieran del municipio o del puntero de la zona'. De este modo, el control directo de los subsidios gubernamentales queda en manos de los trabajadores desocupados sin intervención de los municipios. Así es como han surgido pequeñas iniciativas que sus patrocinadores denominan 'microemprendimientos', como una panadería solidaria en el barrio, un taller de herrería, un taller de capacitación en oficios (electricidad, albañilería, biblioteca popular), un horno mixto para actividades comunitarias, un obrador para la fabricación de ladrillos, una guardería y un comedor popular. El modelo de estos jóvenes piqueteros es el movimiento de los Sin Tierra de Brasil. Pablo explica que en el obrador trabajan 14 muchachos por la mañana y un grupo más pequeño de mantenimiento por la tarde. Fabrican bloques de hormigón con los que construyen espacios sociales, bibliotecas y otros edificios. En una segunda fase pretenden construir viviendas precarias.
La principal innovación de los piqueteros es el uso de fondos asistenciales para fines productivos
'El estallido está latente', dice el sacerdote Alberto Spagnolo, que trabaja en Quilmes. 'Hay mucha violencia social, la gente no aguanta. El índice de robos y muertes ha aumentado. La policía ya no detiene, sino que fusila. Ahora no hay códigos a la hora de robar'. La labor de formación a la que se dedica el padre Spagnolo sentó mal a la jerarquía eclesiástica, que le suspendió de su diócesis y finalmente lo expulsó de la parroquia de Nuestra Señora de Las Legiones, en San Francisco de Solano (Quilmes).
En una calle de un barrio sin asfaltar de la localidad de Lomas de Zamora, en la zona metropolitana de Buenos Aires, está la sede central del Movimiendo Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) que dirige Raúl Castells, de 48 años, pulidor de oficio y 'socialista de toda la vida, pero no como Felipillo (apodo con el que se conoce a Felipe González en muchos países latinoamericanos)'. Este controvertido personaje, que provoca urticaria a las autoridades políticas y sindicales, es el único dirigente piquetero privado de libertad. A la espera del juicio, el próximo 11 de octubre, cumple arresto domiciliario. El cargo que pesa en su contra es coacción agravada, que, según el Código Penal argentino, merece una pena de 5 a 10 años de prisión no excarcelables. 'Entramos unas 2.000 personas en el patio de la Intendencia de Lomas de Zamora para reclamar trabajo y alimentos', explica.
Para sus seguidores, Castells es un símbolo. 'En total llevo 1.200 días preso, entre arresto domiciliario, en cárceles y comisarías', dice. 'Soy el único dirigente de masas en este país que está detenido y el preso más antiguo como dirigente social en la Argentina desde la dictadura militar'.
El movimiento que dirige Castells se fundó en 1993. 'Éramos cinco en total, de los cuales cuatro eran de origen campesino', recuerda. 'Partimos de una situación de hambre y empezamos a ir a los supermercados en el año 95, cuando nadie iba, y nos atacaban por derecha y por izquierda por ir a los supermercados. Nueve años después estamos en 18 provincias, hay unos 900 centros de jubilados y desocupados y 30.000 personas militan en nuestro movimiento'. Alguna relevancia debe tener esta organización cuando, hace dos semanas, Castells recibió la visita del candidato peronista a la presidencia argentina Adolfo Rodríguez Saá. 'Para hacerse la foto'.
En una casa almacén repleta de alimentos, Castells dirige una reunión de mujeres de familias desocupadas en la que se discuten los precios. El líder en arresto domiciliario dice rechazar los saqueos de comercios, aunque con una argumentación particular: 'Nosotros no creemos que el saqueo como tal sea el camino, no nos interesa salir a saquear. Lo que hemos hecho es discutir con supermercados y les planteamos armar proveedurías y depósitos. Se trata de que lleguen alimentos a nuestra gente a valores mucho más económicos de los que pueden conseguirse comercialmente en todos lados. Entonces nuestros propios compañeros que viven con 150 pesos pueden tener los alimentos a la mitad de precio. Algunos centros comerciales muy grandes han aceptado por dos cuestiones: porque les conviene, porque es un consumo muy grande, y segundo, políticamente les sirve porque saben que en un país tan inestable como el nuestro es mejor llevarse bien con la gente pobre'. Castells recuerda que una de las cadenas comerciales que entregan alimentos perdió 40 supermercados en diciembre pasado, durante los saqueos que precedieron la caída del Gobierno de De la Rúa.


DOLARIZACION

Por Sergio Herrero
Hasta el año 2001, los anuarios de los grandes diarios estadounidenses, las enciclopedias computarizadas y los calendarios anuales europeos asignaban al Ecuador una población de 11.900.000 habitantes, de los cuales 1.500.000 residían en su capital, Quito. Empero, la realidad se desplaza a mayor velocidad que las vertiginosas actualizaciones informáticas. En efecto, según estimaciones de organismos internacionales, Ecuador vive uno de los más intensos procesos de emigración que se haya registrado nunca en el subcontinente americano. Más aún, luego de China, aparece como el país que proporciona el mayor número de inmigrantes legales e ilegales a los Estados Unidos y al occidente de Europa.
Los ecuatorianos se atropan, legal e ilegalmente, en Miami y en Manhattan, en Madrid y en Roma, en Los Ángeles y en Milán, en París y en Barcelona. Es una verdadera estampida. ¿De qué huyen los ecuatorianos? Huyen de la miseria. Su patria está hundida en una profunda recesión y nada ni nadie parece estar en condiciones de rescatarla del abismo. Cunde la desesperanza y la voz de los políticos se pierde en el desierto de la abominación y el descrédito. Los partidos han perdido credibilidad, y yacen también en ese abismo todas las esperanzas que alguna vez se depositaron en fórmulas mágicas proclamadas por los tecnócratas en turno (la voz de Domingo Cavallo fue una de ellas, y de las más estentóreas, antes de que él y su equipo huyeran para no caer en manos de las airadas multitudes).
Ciertamente, la más anhelada de las fórmulas mágicas era la dolarización de la economía. Ecuador ha metido la mano en esa trampa y se desangra en ella. La principal sangría es la humana. De acuerdo con estimaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, aproximadamente un cuarto de la población de Ecuador se ha expatriado en busca de mejores oportunidades. En el período 1999/2000 emigraron más de un millón de ecuatorianos (de ellos, 600 mil a Nueva York). De los 11.500.000 habitantes que consignan rutinariamente las enciclopedias, deben quedar, pues, alrededor de nueve millones, y nada ni nadie puede aseverar que sea contenida en lo inmediato. Todo lo contrario. La ausencia de perspectivas favorables, aunque sean remotas, pareciera intensificar este amargo proceso.

Una experiencia nefasta
La dolarización de la economía, llevada adelante a pesar de las advertencias de organismos financieros internacionales, sobre todo de los europeos, es ya un inocultable fracaso. Varios factores coadyuvaron para desencadenar la aguda crisis económica: la corriente del Niño devastó la industria pesquera y los precios internacionales del petróleo cayeron en el peor momento, tanto que su lenta recuperación no ha compensado las enormes pérdidas sufridas. Naturalmente, los consejos e imposiciones de los tecnócratas del Fondo Monetario Internacional aportaron lo suyo para la catástrofe. Y por sobre todo ello, la corrupción endémica de la clase política, arrojada al desprecio y la condenación de la ciudadanía. La suma de factores adversos arroja un resultado argentino: el número de pobres se elevó de 3,9 a 9,1 millones de personas (el 70 por ciento de la población, cuando Ecuador tenía 11,9 millones de habitantes). En ese país, la inflación anual ronda hoy el 20 por ciento en dólares.
La dolarización ha sido un tremendo error, porque hizo subir exponencialmente el costo de vida, expandió aceleradamente la miseria y correlativamente perjudicó la competitividad de los productos exportables, con la sola excepción del petróleo, pues los acuerdos internacionales que regulan su precio protegen al gris de una competencia que hubiese resultado ruinosa.
El único efecto benéfico que produjo la dolarización tiene un doloroso costo social: en promedio, cada ecuatoriano expatriado remite entre 200 y 300 dólares mensuales, lo que supone un ingreso anual de divisas del orden de los 1.500 millones, es decir, una suma superior a la que se obtiene por la exportación del petróleo. Ese ingreso ha permitido contener el descalabro total, porque apuntala el reemplazo del sucre por la moneda estadounidense; de otra forma, el derrumbe total habría sido inevitable. De esas remesas provenientes del exterior, los cambistas alternativos que utilizan los emigrados para ayudar económicamente a sus familias, retienen entre el 10 y el 15 por ciento. Es decir, entre 150 y 200 millones de dólares son sustraídos a un torrente que podría ser encauzado en programas de desarrollo económico y social. El gobierno no ha conseguido aún eliminar este factor distorsivo.

Una comparación inevitable
Por supuesto, las condiciones están dadas para dolarizar la economía argentina: la miseria se ha expandido inconteniblemente e incluye ya a más del 50 por ciento de nuestro país, el desempleo crece de mes en mes y hay cientos de miles de ciudadanos que desde la medianoche forman largas colas frente a consulados y embajadas en espera de tramitar el documento que legalice su decidida expatriación.
La escasa o nula capacidad de competitividad que pretendió brindar la irreflexiva devaluación (que desencadenó una depreciación inconcebible del peso), estaba de hecho virtualmente neutralizada por la destrucción de gran parte del aparato productivo. La mayoría de nuestros industriales habían optado por transformarse en importadores, a favor del cepo cambiario incentivado por una convertibilidad que, al cuarto año de su vigencia, ya estaba sobrepasada por una realidad cada vez más conflictiva; pero se la mantuvo obstinadamente durante más de un lustro.
Por supuesto, suele aprenderse más y mejor de las experiencias ajenas que de las propias, y es por ello posible que quienes proponen la dolarización de nuestra economía como panacea de sus males no incurran en los mismos errores que los ecuatorianos. Que ello no es nada fácil lo demuestran las expresivas prevenciones de los propios funcionarios estadounidenses cuando se les consulta acerca de la dolarización de la economía argentina.
Ellos sabrán por qué.





Monday, August 26, 2002


LA GLOBALIZACIÓN DE LA VEJEZ

Serdar Sayan
ANKARA
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LOS adversarios de la globalización se quejan del enriquecimiento de los ricos, lo cual es cierto en muchos sentidos. Pero los países ricos también están envejeciendo. Este "encanecimiento" de las naciones más ricas del mundo afectará profundamente no sólo a esas sociedades sino también a los países más pobres.
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Según las Naciones Unidas, el mundo tiene hoy 6300 millones de habitantes y a mediados de este siglo alcanzará los 9300 millones. Las proyecciones indican que para 2050 la población de sesenta años o más aumentará de los 629 millones actuales a casi 2000 millones. Además, esa franja está envejeciendo. El grupo de ochenta años o más constituye el segmento demográfico de crecimiento más rápido. Hoy representa el 12 por ciento de los mayores de sesenta años; en 2050 será el 19 por ciento.
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Este encanecimiento del mundo es el resultado natural de los menores índices de fertilidad y las mayores expectativas de vida. La declinación de la fertilidad es un fenómeno mundial, pero su ritmo varía de un país a otro. Las naciones ricas de Europa, América del Norte y Asia Oriental tienen muchos más ancianos que los países en desarrollo y su menor fertilidad ya ha reducido casi a cero los índices de crecimiento demográfico.
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Por otra parte, en los países opulentos, las mejores condiciones de vida y el mejor acceso a una buena atención sanitaria posibilitan una longevidad mucho mayor que en el mundo en desarrollo. Las personas de sesenta años o más hoy representan casi el 20 por ciento de su población; en cambio, según las expectativas, la humanidad entera no llegará a ese porcentaje antes de 2050. Para entonces, este grupo constituirá el 66 por ciento de la población total de los países industriales. El resto del mundo tardará otro siglo en alcanzar esa cifra.
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Desafío para las economías
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Todo esto significa que el número relativo de individuos en edad activa (de quince a sesenta y cuatro años), que pagan los impuestos para mantener a los jubilados, declina mucho más rápido en los países industriales que en el mundo en desarrollo, cuyas poblaciones permanecen jóvenes y crecen rápidamente. Esta declinación ya constituye un desafío para las economías ricas. De ahí sus manotazos para satisfacer las demandas insaciables de los sistemas de previsión y salud, que deterioran sus balances fiscales.
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Los efectos del envejecimiento de la población serán aún más evidentes y extensos en las décadas venideras, a medida que siga reduciéndose la oferta de mano de obra local en los países ricos. Por otro lado, como los ancianos tienden a gastar más y ahorrar menos, esas naciones también afrontarán cambios en la relación ahorro/consumo de su renta nacional, así como en la composición de las compras. Estos cambios de origen demográfico afectarán no sólo las pautas de inversión y crecimiento de las economías industriales, sino también la asignación de recursos.
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En un mundo globalizado, cuanto sucede en los países ricos repercute en las economías en desarrollo. No obstante, se habla poco de las oportunidades y desafíos que esto plantea. Hoy día, el principal tema de diálogo es la migración como instrumento para que las superpobladas naciones en desarrollo compensen la escasez de mano de obra en los países ricos cuya población envejece.
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Veamos el ejemplo de Japón. De atenernos a las proyecciones, de aquí a 2050 su población menguará en 17,9 millones; la franja de sesenta años o más trepará al 42 por ciento y la de ochenta años o más superará el 10 por ciento. La fuerte caída de la población en edad activa determinará que haya aproximadamente un jubilado por cada trabajador. Sólo para mantener la relación trabajadores/jubilados de 1995, Japón necesitaría recibir 10 millones de inmigrantes por año hasta 2050.
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Los países desarrollados, ¿permitirán realmente la inmigración en semejante escala? Quizás opten por importar más alimentos y productos manufacturados, lo que crearía en las naciones en desarrollo fuentes de trabajo que tal vez ayudasen a absorber su fuerza laboral sobrante. Aun suponiendo tal posibilidad, el creciente volumen comercial sólo expandiría un canal ya existente para derivar los efectos del envejecimiento demográfico hacia los países en desarrollo.
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Precios relativos
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Decimos esto porque las naciones que afrontan ese envejecimiento son económicamente poderosas y, por tanto, capaces de fijar en qué condiciones comerciarán con los países más pobres. Las naciones en desarrollo que mantienen un comercio intensivo con economías avanzadas deben adoptar sus precios relativos y distribuir sus recursos conforme a ello. Pero estos precios relativos reflejarán cada vez más las demandas cambiantes de los habitantes, cada vez más viejos, de las naciones industriales.
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Los flujos de capitales internacionales magnificarán, asimismo, estos efectos de derrame demográfico, por cuanto el capital se negocia con las tasas de interés establecidas en las grandes economías industriales. El cambio de composición por edad de la población en los países avanzados influirá cada vez más en las tasas de interés. Como los ancianos ahorran menos, la consiguiente reducción de los ahorros totales en los países ricos limitará la abundancia relativa de capitales disponibles para su inversión en economías más pobres.
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Globalización más envejecimiento es una combinación potente que aumentará la sensibilidad de las economías en desarrollo a los cambios en las condiciones de negociación, tasas de interés y de cambio en los países ricos. Todas las naciones en desarrollo deberían seguir de cerca esta evolución, aunque todavía desconozcan la experiencia del envejecimiento demográfico. Las naciones jóvenes, como México y Turquía, deberían poner especial cuidado en esto, dados sus fuertes vínculos económicos con los otros miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) y la Unión Europea, respectivamente, donde el envejecimiento gradual de la población es un proceso ya avanzado.
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Serdar Sayan es vicerrector y director de estudios de posgrado del Departamento de Economía, en la Universidad Bilkent, de Ankara.